Lucha cultural, VOX y yo
La lucha cultural, ideológica o de ideas, es el fundamento de las políticas, que, si no se apoyan en un concepto amplio de la historia y de la misma naturaleza humana, degeneran en peleas de poder por el poder. Leo que VOX ha creado una fundación, Disenso, con vistas a esa lucha cultural, que ha desarrollado una labor importante en relación con la llamada Iberosfera.
Sin embargo hay dos temas de base radicalmente necesarios: la clarificación del franquismo como origen, entre otras cosas, de la democracia; y la necesidad de volver a una política exterior de neutralidad, bien de relieve con motivo de la guerra de Ucrania.
Estas cuestiones no pueden exponerse con afirmaciones categóricas, sino como debates democráticos que bien podría, incluso debería, emprender Disenso, si VOX no quiere cojear o desorientarse en las políticas concretas.
Por mi parte, emprendí la lucha cultural después de mi libro sobre los orígenes de la guerra, cuando comprobé cómo de la manera más cínica se estaba falsificando la historia, envenenando la conciencia nacional para impulsar políticas destructivas. Me pareció que con mis libros, algunos de mucho éxito, sobre la república, la guerra, el franquismo y los separatismos, había cumplido con lo esencial y anuncié mi retirada de la labor historiográfica. Luego comprendí que la raíz del mal era más profunda, en rigor de trataba de la leyenda negra extendida sobre todo el pasado español y estimulada por “gárrulos sofistas” intelectuales y políticos tras la depresión moral del 98. Publiqué Nueva historia de España y la Reconquista, y extendí la investigación a la historia de Europa, un tema prácticamente ausente en la historiografía española. Mis dos últimos libros, Hegemonía española y comienzo de la Era Europea, completado con II Guerra Mundial y el fin de la era europea, vienen a culminar una tarea historiográfica de casi veinticinco años.
No sobra señalar que toda esta labor la he desarrollado en contra de todos los partidos políticos, del mundillo o “gremio” universitario, y de la mayoría aplastante de los medios. Y que nunca ha sido refutada ni tampoco debatida seriamente: se ha preferido el silencio, la “cancelación” y finalmente las leyes soviéticas de memoria.
Como señalaba S. Payne, ha sido prácticamente un “movimiento unipersonal” contra la (in o anti) cultura política e histórica impuesta sobre el país. Tenía confianza en que VOX afrontara sin miedo y a fondo la lucha cultural. Hasta ahora solo lo ha hecho a medias. Es de esperar que la aborde más en profundidad, pues ya es hora.