La amnistía, la rendición a plazos
El rastro de la corrupción acosa al sanchismo. También al sanchismo judicial. Un rastro viscoso imposible de borrar, es la histórica bajada de pantalones del Tribunal Constitucional. Hablamos de la legalización de una amnistía diseñada por y para Puigdemont, es decir, diseñada por y para la investidura de Pedro Sánchez, el mismo Pedro Sánchez que opinaba esto de la amnistía hasta unas horas antes de las elecciones de julio del 23.
Vamos a recordar que el negociador de la amnistía fue Santos Cerdán, en Suiza. El corrupto fundacional del sanchismo hizo lo que sabe: extender la corrupción económica a la corrupción política.
Los servicios jurídicos de Ursula von der Leyen ya lo han llamado autoamnistía, porque sus autores son sus beneficiarios: unos siguen en el poder, otros evitan la cárcel. Ellos se lo guisan y, para comérselo a gusto, se lo acaba de emplatar esa sucursal de la Moncloa que un día fue un respetable órgano de garantías constitucionales.
Vaya papelón el de Cándido Conde-Pumpido. Pasará a la historia como un Tezanos con puñetas, que somete el derecho no ya a la política, y mucho menos a la política progresista, sino a la ambición de un matrimonio, el de los Sánchez-Gómez.
Esperemos que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que se reúne ya el 15 de julio, termine de escribir el epitafio jurídico de Pumpido. Pero de momento, Puigdemont sigue en el limbo, porque el juez Llarena mantiene la orden de detención nacional.
Dos argumentos esgrime el Tribunal Pumpidesco para encajar a martillazos en la Constitución el borrado de los delitos del separatismo —o sea, la anulación de la igualdad ante la ley y de la separación de poderes—.
El primero es que, como la Carta Magna no prohíbe expresamente la amnistía, sólo los indultos generales, pues eso significa que está permitida. Lo explicaba bien Page ayer.
El segundo argumento esgrimido por Pumpido y sus pumpidines es el presunto bien común que se obtiene a cambio, o sea, la presunta normalización de Cataluña, otra mentira. Porque si ahora en Cataluña no arden las calles es, primero, porque el Estado se defendió aplicando el 155 —por cierto, con voto a favor de Pedro Sánchez—, y juzgó y condenó a los culpables de la sedición. Y la cárcel resulta un lugar muy instructivo, muy disuasorio.
Y en segundo lugar, porque los independentistas han descubierto que chantajeando a Pedro están consiguiendo muchas más cosas que montando disturbios en las calles. Si a cada órdago le das todo lo que pide, es lógico que se calmen. Pero eso no es defender la ley, eso es rendirse.
La amnistía es el antepenúltimo hito de esta rendición a plazos a cambio de mantener a Sánchez en el poder. Luego vendrán el cupo, o la hacienda propia, o el referéndum, lo que toque. Porque, dice Pumpido, el Estado es tuyo, Carles, sírvete tú mismo, pilla lo que quieras.
Un poco de humor ácido a todo esto. El gran Pedro Ruiz:
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