Europa gira a la derecha
Aquilino Cayuela.- La coalición conservadora Alianza Democrática de Luís Montenegro ganó en las elecciones de este domingo, en el país vecino, con un 32,1 % de los votos, seguido por el partido, más a la derecha, de Chega!, liderada por André Ventura, que han conseguido una victoria histórica con más del 22,56 % de los votos. Portugal se suma a la ola de derechización que se vive en todos los países europeos. Los socialistas caen con 4 puntos porcentuales menos que el año pasado.
En Rumanía, el centrista proeuropeo Nicusor Dan, alcalde de Bucarest, gana la segunda vuelta en unas elecciones muy reñidas que pronosticaba un empate técnico con el nacionalista George Simion, que ganó la primera vuelta.
Recordemos que el pasado mes de diciembre el Tribunal Constitucional rumano anuló, en primera vuelta, las elecciones presidenciales de 2024 que ganó el candidato de derecha Calin Georgescu, en medio de acusaciones de interferencia rusa.
En una repetición, le sustituyó el otro líder nacionalista, George Simion, quien logró el 40 % de los votos. Simion, muy cercano a los postulados de Trump, es euroescéptico, pero no abiertamente prorruso. Finalmente, ha perdido por poco frente al centrista Nicusor Dan.
Ahora los líderes de la Unión Europea (UE) respiran tranquilos teniendo en cuenta que es país miembro de la OTAN y juega un papel estratégico por los 531 Km. de frontera que comparte con Ucrania y porque constituye uno de los límites orientales de la Unión Europea, desde su ampliación acontecida en 2007.
Pero la gran cuestión es que en toda Europa está girando en su intención de voto y el auge de una nueva derecha crece exponencialmente: Hungría, Italia, Finlandia, Chequia, Países Bajos, Croacia, Austria son países donde la derecha gobierna. Asimismo, en Francia y Alemania apenas pueden contener a esta segunda fuerza creciente que ahora también gana espacio en Portugal.
Se trata de partidos nacionalistas y patrióticos que quieren aumentar su identidad nacional frente a las injerencias de la UE. Son votantes que repudian el liderazgo de Von der Leyen y su Comisión. Son ciudadanos hartos de políticas ideológicas: «generismo», imposiciones climáticas, indiscriminadas políticas migratorias. Todo ello un coste insostenible para todos. Políticas, a todo esto, ya desmentidas por los hechos, desfasadas y ruinosas para nuestras naciones.
Por eso, la nueva derecha ofrece un planteamiento renovado y reformista que exige salir de las extralimitaciones de UE y buscar una mayor autonomía nacional. Quieren volver la mirada hacia los problemas reales de la gente y representar a los trabajadores, a los jóvenes y a una amplia clase media.
Los éxitos electorales de esta «nueva derecha» en Portugal, Rumania, en Alemania, en Francia o en otros países de Europa se están conteniendo a duras penas, pero, tal vez, esta contención suponga su impulso para un amplio triunfo.
La opción de voto de estas nuevas derechas prueba la decadencia de esa religión progresista tan bien caracterizada en la «Agenda 2030» pero, más que eso, manifiesta el gran descontento de los ciudadanos contra las políticas implementadas por la UE que muestra una profunda crisis de credibilidad.
Sus políticas ideológicas (wokes) ya no cuentan con el respaldo de EE.UU. y para los europeos son un fracaso de facto. Estas políticas suponen un gasto exorbitado que encima va en contra de nuestras identidades nacionales y de las raíces propiamente europeas.
La gran migración y la aceleración de esta, con la consiguiente sustitución poblacional que acarrea, se ha convertido en la primera fuente de malestar para los ciudadanos en todos los países de la UE, muy manifiestamente en Alemania y en Francia.
Al mismo tiempo, la fuerte presión fiscal, el enriquecimiento y corrupción de ciertas elites políticas en Europa y, sobre todo, en los gobiernos autodenominados progresistas no se pasa por alto.
La ineficacia de los gobiernos y las propias instituciones de la UE para resolver la seguridad tanto interior como exterior de las naciones miembros de la UE, sumado al creciente empobrecimiento de los trabajadores y las clases medias ha encontrado una clara respuesta y representación en todas estas formaciones de la nueva derecha. Se han convertido en la esperanza de una mayoría creciente y silenciosa de ciudadanos europeos.
España es, hoy en día, el prototipo de mala gobernanza del denominado progresismo, que no es más que un aglomerado de ultraizquierda, wokismo y nacionalismo marginal. Algo que empieza a hacer aguas en el resto de los países de UE. Tenemos un gobierno lastrado de corrupción, opaco en su comunicación, con ausencia de veracidad en sus manifestaciones y que se sostiene bajo una dictadura de minorías. Un gobierno que sostiene una altísima presión fiscal sobre los ciudadanos medios, dando como contrapartida una probada ineficacia a la hora de resolver los problemas reales de la gente.
Quizás el Gobierno de España sea la caricatura de lo que las mayorías europeas ya no quieren. Como los antiguos ídolos «tienen ojos y no ven», «oídos y no oyen», solo miden y calculan algoritmos y ejercen operaciones para sostenerse en el poder a toda costa, pero no para engrandecimiento del Estado y el bien común del pueblo.
El giro en la intención del voto europeo está indicando claramente un cambio en el rumbo de las políticas y los gobiernos a medio plazo. Están mostrando que las ideologías impuestas en los últimos tiempos han dejado de ser creíbles. Es el ocaso de los ídolos.