De la homosexualidad patriótica al victimismo LGTBIQ+
Se levantaba un asfixiante día de calor como suele ser habitual en julio, aunque del año 371 antes de Cristo, de una parte once mil invictos espartanos herederos del conocido Leónidas; de otra parte, 7.500 tebanos comandados por Epaminondas y su batallón sagrado, compuesto por 150 parejas, o lo que viene a ser 300 homosexuales de pelo en pecho. Ese día los espartanos saborearon por primera vez una derrota en el campo de batalla y fue el principio del fin de su hegemonía militar y política. Han pasado por redondear 2400 años, desde que 300 homosexuales machacaron a los mejores guerreros que había conocido el mundo.
Yo que me aburría esta mañana, en un ejercicio de imaginación, intentaba visualizar a esas 150 parejas celebrando el día del orgullo (por poner) en Madrid, ¿Se montarían en una carroza? ¿Pasearían con el culo al aire? ¿Se disfrazaría alguno de perrito y andaría a cuatro patas?
Esos guerreros, homosexuales, pensarían que esta sociedad está enferma sin patria y huérfana de Dios, y la verdad es que estaría de acuerdo. Para ser homosexual no hacen falta estos espectáculos tan grotescos.
Es posible, que aquellos espartanos se quedaran ojipláticos al observar cómo la polis actual te provee de glándulas mamarias, terapias de reasignación de sexo, psicólogos e incluso chochete sin tener que defender a tu país.
Sería interesante ver las caras que pondrían mientras alguien les explicara su pertenencia al género fluido o no binario, o una maravillosa mujer con próstata.