La pandemia del coronavirus: ¿Un castigo divino?
Ángel Agis Marín.- Algunos dirán: Señor, ¿qué hemos hecho mal para recibir este castigo que estamos sufriendo con el coronavirus?
Porque, posiblemente, si vamos analizando y examinando todos los actos que vamos realizando hasta el día de hoy, tendríamos respuestas, tanto a actos materiales como espirituales, a través de los días transcurridos. La verdad es que, si hacemos un poco de memoria, desde la creación del mundo, encontramos múltiples y variadas faltas a la Ley de Dios, reflejadas en los Diez Mandamientos, lo cual llevaría consigo que éste nos ha castigado, desde la expulsión del Paraíso terrenal, de nuestros primeros padres, Adán y Eva, por faltar al Creador con sus conductas erróneas.
Luego vino el Diluvio Universal, Sodoma y Gomorra, y su destrucción, las Siete Plagas de Egipto, y, periódicamente, Dios habría ido enviando algún castigo por haber pecado; y recordemos que ahí está Él para recordártelo.
¿Por qué estos supuestos castigos divinos?, ¿Por qué el hombre y la mujer han cometido pecados con su Creador y Salvador? Se habrían creído dueños del Universo. No se habrían parado a pensar que son seres insignificantes ante su Señor. Habrían rechazado las ayudas del mismo, pues con su soberbia se habrían creído dominantes sobre el resto de los seres hermanos que habitan la Tierra. Lo mismo que se creyó Lucifer como Dios, y se vio arrastrado a sufrir en los Infiernos.
Ya va siendo hora de que algunos seres, que habitan en la tierra, despierten del letargo de poder, abuso de autoridad, y traten a las demás personas como seres iguales a ellos, como hermanos. Y no endiosarse, como el César, a quien su guardián, que frecuentemente le recordaba: “César, que eres mortal”.
Ahora tenemos una nueva plaga, la pandemia del coronavirus. ¿Será un nuevo castigo divino, porque las conductas humanas no van por donde debían ir, sino equivocada y erróneamente? Solo se piensa con egoísmo personal y material, en lugar de ser más humano y caritativo. Estamos abocados, si seguimos en esta dirección, y no procuramos rectificar y cambiar el rumbo, con un cambio de timón hacia mejores y positivas actuaciones, puede, a no tardar mucho, que aparezcan los cuatro “Jinetes del Apocalipsis”, que recordamos eran: el que montaba el Caballo Amarillo, que representaba a la Muerte, el del Caballo Rojo, a la guerra (Guerra), el del Caballo Negro, al Hambre, y el del Caballo Blanco, montado por el Jinete, que representaba la Pureza y la Justicia, y asolen la Tierra.
¿Por qué no hacemos, como dije antes, una rectificación y enmienda hacia conductas mejores, a nivel personal y general, y seamos personas más dedicadas, en cuerpo y alma, a nuestros semejantes? El materialismo impera sobre las personas, bueno no sobre todas por suerte, pues gracias a Dios, yo creo que esas personas, con sus buenas acciones, frenan a éste, para que nos compadezca, y perdone los pecados del resto de la Humanidad, como ha hecho en muchas ocasiones. ¡Con lo bien que viviríamos, en paz espiritual y material! Pero el hombre, o la mujer, están empeñados en su autodestrucción. Poco a poco, como entra la polilla y la carcoma, cuando despertemos del letargo que hemos tenido, cuando despertemos y veamos la triste realidad a la que nos enfrentamos, nos daremos cuenta del camino equivocado que hemos llevado. Como la pandemia que ahora sufrimos, nos daremos cuenta de lo insignificante del ser humano ante el poder de Dios, nuestro Señor. Si nos ponemos a pensar y cavilar ¿Qué soy yo, de dónde vengo y a dónde voy? Este trayecto que hago en la vida, ¿qué hago de bien y provecho al mundo y a las personas que me acompañan durante el camino y el tiempo de mi existencia y paso terrenal?
Meditemos un poco, hay varias máximas cristianas que conviene recordar: la primera, “Amaos unos a otros como yo os he amado”. Otra dijo Jesucristo: “El que crea en mí, aunque muera, vivirá conmigo eternamente”. Y, por último: “¿De qué le vale al hombre poseer todo el oro del mundo si pierde su alma?”
Para terminar, demos amor, mucho amor a los demás y acudamos a nuestra Madre, María santísima, quien, como la mejor madre, nos acogerá y nos amparará en los trances penosos de la vida. Hay numerosas advocaciones de la Virgen, pero hay una muy cercana, que es nuestra Virgen del Mar; acudamos a Ella con toda fe y esperanza, que seguro no nos defraudará en nuestras súplicas y peticiones a nuestras necesidades.
Es un arma biológica que probaron. El país que la usó debería pagar los daños a los países afectados.