Gracias a una reforma del Senado de los demócratas en 2013, Trump pudo hacer historia en la Corte Suprema
El Senado de los Estados Unidos confirmó a la jueza federal Amy Coney Barrett como nueva integrante de la Corte Suprema. La votación resultó en 52 votos a favor contra 48, con todos los senadores republicanos votando a favor de la confirmación, con la excepción de la moderada Susan Collins.
Con la asunción de Barrett, que reemplazará a la difunta jueza ultra-progresista Ruth Bader Ginsburg, la Corte Suprema de los Estados Unidos quedó compuesta por cinco jueces conservadores, tres progresistas y uno moderado.
De esta manera, el máximo tribunal consolida una mayoría conservadora de filosofía jurídica originalista y constitucionalista que perdurará por décadas y que será transcendental en el futuro del país, incluso tal vez más que la elección de este 3 de noviembre.
Con este nueva confirmación, el presidente Donald Trump marca un hito histórico: sólo en su primer mandato logró nominar y confirmar a tres jueces de ideología conservadora, sin tener que negociar un jurista moderado con los demócratas, para ocupar un asiento en la Corte Suprema.
Al hacerse oficial la confirmación, muchas figuras del Partido Demócrata expresaron su disgusto a viva voz, proponiendo incluso intervenir la Corte Suprema para aumentar el número de integrantes de la misma y llenarla de jueces progresistas en caso de que Joe Biden llegue a la Casa Blanca, los demócratas retengan la Cámara de Diputados, y recuperen el Senado, que tiene mayoría republicana desde 2014.
Pero a pesar del enojo de los demócratas por esta histórica derrota, lo cierto es que de ninguna manera Trump podría haberlo logrado sin las reformas que el Partido Demócrata impulsó en el funcionamiento del Senado bajo la administración de Obama, para que el Presidente pueda aprobar jueces de manera más sencilla, sin consensuar con los republicanos.
En 2013, el Líder de la Mayoría en el Senado, el demócrata Harry Reid, al no tener una mayoría demócrata clara y saltándose las reglas que establecía la Constitución Nacional, aprobó una moción que reformaba y modificaba el procedimiento normal de elección, votación y confirmación de los jueces nominados para cualquier tribunal judicial.
Antes de la “regla Reid”, los jueces debían ser confirmados por 60 votos de los 100 senadores de la Cámara Alta, en muchas ocasiones teniendo que lograr consensos básicos entre los partidos, y los jueces que se aprobaban solían ser más moderados. Ahora, solo con una mayoría simple, es decir, 51 votos, cualquier juez podría ser aprobado por el Senado
Creyéndose que se perpetuarían en el poder, el Partido Demócrata celebró la aprobación de esta reforma, la cual les terminó jugando muy en contra de sus propios intereses.
Luego de aprobar esta reforma, el por entonces presidente Barack Obama, invitó a la Casa Blanca a los dos jueces progresistas de mayor edad, Stephen Breyer y Ruth Bader Ginsburg, y les pidió que se retiren, para que el Partido Demócrata pueda rellenar esas vacantes con aspirantes más jóvenes.
Obama incluso le propuso a ambos un cargo en el Gobierno para continuar ligados a la vida política y judicial: a Breyer le ofreció ser Embajador en Francia, y a Ginsburg la posibilidad de retirarse como un ícono del progresismo, en el cargo que desee.
Ya sea por falta de confianza en su propio partido, o por simple apego al poder, ni Breyer ni Ginsburg aceptaron ser reemplazados y rechazaron la propuesta de Obama, marcando una incógnita para los próximos años dentro de la Corte que culminó con la victoria de Trump y la confirmación de Barrett.
Luego de la victoria republicana en 2016, la regla impuesta por los demócratas fue aprovechada por el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, y el presidente Trump para nominar y reemplazar a las tres vacantes que se fueron abriendo en los últimos tres años. Confirmando así a los magistrados conservadores Neil Gorsuch en 2017, en reemplazo de Antonin Scalia, Brett Kavanaugh en 2018, en reemplazo de Anthony Kennedy, y la ya mencionada Amy Coney Barrett, que reemplazó a Ginsburg.
Además, quedó el progresista Stephen Breyer que, con 82 años, se aferra a su cargo en la Corte Suprema y todo indica que el próximo presidente, sea Trump o Biden, tendrá la oportunidad de reemplazarlo. Si Trump es reelegido y reemplaza a Breyer, dejará a la Corte con la más importante mayoría conservadora de su historia.
Ya con Barrett sentada en el estrado de las decisiones, se prevé una caótica semana judicial, ya que la Corte posiblemente tenga que decidir distintos casos referidos a la seguridad del voto por correo de las elecciones presidenciales de la próxima semana.
Mientras los republicanos continúan denunciando la inseguridad del voto por correo y un posible fraude electoral demócrata, la pasada semana, el juez moderado John Roberts se alineó con los jueces progresistas y la Corte aprobó que estos votos por correo en el Estado de Pensilvania sean contados como válidos, incluso si son enviados luego del día de la elección.
De esta manera, se abre un sinfín de posibilidades de fraude y se descartaría la posibilidad de conocer el resultado de las elecciones ese mismo 3 de noviembre, ya que Pensilvania podría ser el Estado que decida el ganador de la contienda.
Con otros Estados demócratas peticionando lo mismo que en Pensilvania, la nueva composición de la Corte tendrá que dar un veredicto definitivo sobre este tema en donde peligra el Sistema Electoral estadounidense.