Sobre preferencia, decisión y libertad de expresión
Todas las personas tenemos como núcleo fundamental de humanidad -eso que nos diferencia de los animales y nos hace superiores a ellos- un haz de derechos básicos. Uno de estos es el de preferir o elegir entre las diversas posibilidades materiales o espirituales que la vida nos ofrece a medida que la vamos afrontando. Esa preferencia es en principio esencialmente anímica y por tanto personalísima; hacerla efectiva -convirtiéndola en elección- es algo que en muy buena parte depende de las diversas circunstancias que configuran y condicionan nuestra existencia. Todos y cada uno de nosotros, desde que nacimos y éramos primero bebés y luego niños, adolescentes, jóvenes, adultos y viejos, hemos preferido unas cosas a otras -la leche fría a la caliente, o viceversa; el café al chocolate; etc.- y siempre hemos tenido que conformarnos con lo que de verdad estaba a nuestro alcance…
Digo esto porque me parece evidente que el señor Mas y todos los catalanes tienen derecho a preferir el sentirse más catalanistas que españolistas, o viceversa.
Pero el que todos y cada uno de nosotros tengamos derecho a preferir entre esto y aquello no significa ni autoriza el que podamos imponer nuestras preferencias a quienes con nosotros conviven. Que seamos o nos sintamos más del Barça que del Español, o más del Atlético que del Madrid, no nos da derecho a hacer que los demás sean atléticos o blaugranas…
Sí tenemos en cambio el derecho a guardar en secreto nuestras preferencias o hacerlas públicas cuando y como nos convenga, pues poseemos otro derecho básico, el de libertad de expresión. El señor Mas y los demás catalanes tienen, pues, perfecto derecho a declararse secesionistas o unionistas; pero tanto los unos como los otros -como todos los ciudadanos- no tenemos derecho a ejercer nuestra libertad de expresión como y cuando nos dé la gana, sino en la forma y el momento que menos moleste u ofenda a quienes convivan con nosotros. Cualquier enamorado tiene derecho a rondar a su dama, pero está claro que no puede hacerlo si con ello le quita el sueño a sus vecinos. derecho a preferir y el de dar a conocer nuestras preferencias no significan que tengamos derecho a decidir, esto es, a escoger una determinada opción y rechazar la opuesta o contraria si con esa decisión tratamos de imponer la nuestra a los demás.