Sobre la vuelta del tinglado
Desde el pasado lunes, día 2 de junio, estamos asistiendo al indeseable retorno del asqueroso tinglado de la repulsiva farsa. Se nos presenta envuelto en silencios, medias verdades, mentiras y falsedades.
A lo largo de estos días se ha escrito y hablado mucho, demasiado, sobre la abdicación del rey Juan Carlos. Nadie, que yo sepa, nos ha aclarado la razón de que tan importante medida se haya producido tan de repente, de la noche a la mañana, sin estar acompañada de mínimas prevenciones y necesarias actitudes… La reina tenía prevista una visita oficial a la ONU para recibir un bien merecido premio. El príncipe de Asturias estaba también de viaje oficial a El Salvador, donde asistió en representación de España a la toma de posesión de su nuevo presidente de la República. Tuvo que adelantar su viaje de retorno para llegar a tiempo de no estar del todo fuera de juego en algo que le concernía directísimamente. La infanta Cristina se enteró en Suiza por la radio de lo que había hecho su padre. La infanta Elena estaba en Sudamérica, también en viaje oficial u oficioso… Si fuera verdad que don Juan Carlos había decidido en el mes de enero abdicar, y que así se lo había dicho a su hijo, y al presidente del Gobierno, ¿cómo es posible que no se tomaran las medidas adecuadas para que tan trascendental decisión se hiciera pública en el momento más conveniente, del modo marcado por la Constitución, y en la forma escrita y hablada más normal posible?
La inmensa mayoría de los comentarios en torno a la persona del Rey Juan Carlos y a sus años de reinado están presididos por un afán laudatorio digno de sus entregados súbditos y por el interesado propósito de que la Monarquía sea por mucho más años el espacio político en el que todos y cada uno de los españoles, o al menos la mayoría de ellos podamos identificarnos. En estos cinco días de propaganda y adulación política, los dos reyes -el saliente y el entrante- y la Monarquía se nos presentan como la expresión viva y duradera de un sistema de convivencia y concordia superador de los desencuentros trágicos de nuestro pasado, y el mejor marco político para impulsar todas las energías y las potencialidades de nuestra nación.
No seré yo quien aquí y ahora niegue o ponga en cuestión tales asertos. Tiempo habrá para rebatirlos si hace falta. De momento me limitaré a comentar de vez en cuando alguna de las afirmaciones que me parecen injustas o falsas, como esa que asocia el reinado de don Juan Carlos al “mayor periodo de estabilidad y prosperidad que ha conocido nunca nuestro país” olvidando los 900 asesinatos de ETA, por ejemplo, y el que cualquier tipo de mandato político, social y económico sólo puede valorarse si se tiene en cuenta cómo eran las circunstancias reales de su comienzo y cómo son las de su final. ¿España es hoy mejor sustancialmente que lo era en 1975? ¿Había entonces tanto separatismo, tanta corrupción, tanto paro, tanto alcoholismo, tanto tráfico y consumo de drogas, tanta trata de blancas y negras, mulatas y asiáticas, tanta delincuencia, como hay ahora?
Pues eso.
Se debe de decir,para bien saber y bien situarse, 900 asesinatos de la sionista CIA-GLADIO-OTAN bajo la marca de unos palancaneros ETA.