Apuntaciones varias
1 . José Antonio Maravall. En el mundo de mis recuerdos perdura la imagen de este insigne profesor y maestro como alguien siempre dispuesto a charlar con sus amigos y a recibir e impulsar las consultas y los trabajos de los jóvenes investigadores que en él buscaban cobijo y aliento. Yo le conocí en París, allá por el año 48 del pasado siglo, cuando él acababa de recibir el encargo de dirigir el Colegio Español de la Ciudad Universitaria, hasta entonces en manos de los republicanos rojos vencidos en nuestra guerra y en la europea de 1939-1945… Yo fui uno de los primeros estudiantes nacionales o facciosos que ocuparon las habitaciones escolares abandonadas por los exiliados. Don José Antonio me confió la que en el primer piso tenía en su ventanal el mástil destinado a sostener la bandera rojigualda, hasta entonces tricolor… Pero este es un asunto más propio de mis memorias que de estas apuntaciones, dedicadas hoy a exaltar la figura del profesor Maravall.
Él me enseñó que había bastantes españoles propicios a la polémica y a la descalificación global de quienes mantuvieran posturas o posiciones diferentes a las suyas, sin estimar objetivamente sus argumentos y razones, cuando esa doble función -discrepar, sí, y estimar, también- a él le parecía -y desde entonces yo mantengo- el preámbulo imprescindible para la normal, necesaria y fecunda convivencia. Por eso, ni en sus obras ni en sus relaciones personales o en sus manifestaciones públicas produjo nunca juicios apocalípticos ni consideraciones sectarias o falseadas. Sus intervenciones en coloquios, congresos o seminarios públicos, y en discusiones más o menos privadas, eran a veces vibrantes o apasionadas, pero siempre estaban revestidas de un respetuoso trato hacia las personas y de una cuidadosa matización y separación de planos junto a una exposición de lo compleja que es cualquier realidad. Su auténtica y sentida vocación de historiador le hacía abominar de lo que él llamaba “jueces historiográficos”. Hacía suya la condena de los historiadores convertidos en “jueces suplentes del Valle de Josaphat”, pues para él la función del historiador “no era ni siquiera la de un juez de instrucción, pues la historia no juzga sino que comprende”.
Sí, me acuerdo mucho del profesor Maravall. Siempre que leo, veo o escucho lo que muchos llaman “memoria histórica”…
2. George Orwell. “Si la libertad significa algo, será sobre todo el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”. Esta frase la escribió George Orwell en el prólogo de su libro “Rebelión en la granja”. Está muy bien, es un magnífico lema para un movimiento político, pero necesita una aclaración. Todos y cada uno de nosotros tenemos derecho a la libertad de expresión, pero dentro de un orden, de unos límites, que son y están en los derechos de los demás, de cuantos con nosotros hacen y configuran una unidad de convivencia… Mi derecho de expresión no me autoriza ni permite que interrumpa el sueño de mi mujer o de mis hijos para decirles cuánto les quiero o cuál es a mi juicio la solución del problema que no encontramos a lo largo del domingo… No se puede ir de noche por la calle tocando la trompeta, ni de día por las aceras entorpeciendo con pancartas el andar, el ir y venir, de los demás.
3. Frente de Juventudes. Sobre esta organización o movimiento existe muy poca bibliografía.Yo no conozco mas que dos obras, una de José Luis Alcocer y otra de Manuel Parra Celaya. Ambas merecen la pena, aunque no igual valoración. Agradeceré mucho si alguno de mis lectores se toma la molestia de indicarme que hay otras, y más aún si comenta lo que a su juicio merecen unas y otras.
Mucho más abundante es una literatura de baja calidad, de raíces clasistas marxistas o de señoritos católicos o “de derechas” que han dejado de serlo o con ella pretenden la tolerancia de quienes son “de izquierda”. Casi todos los derechistas fueron educados en colegios religiosos que seguían las orientaciones del obispo Modrego, quien después de haber defendido a los sublevados en julio de 1936, cuando él era auxiliar de Toledo con el cardenal Gomá, creyó debía defender a los catalanes beneficiarios de esa sublevación y de sus consecuencias tan pronto como llegó a ser arzobispo de Barcelona, por lo que orientó a sus subordinados religiosos y laicos para que hicieran a sus hijos “minyons de montaña” en vez de flechas o cadetes del F.J. pues así evitarían que se mezclasen con los hijos de obreros…
4. Carlos París. La muerte del presidente del Ateneo de Madrid, uno de los más destacados nombres de la filosofía española e hispanoamericana desde la segunda mitad del siglo XX y durante los principios del XXI, me ha impresionado mucho, pues ambos nacimos en el mismo año y a lo largo de bastantes vivimos juntos andaduras universitarias y políticas… Tiempo habrá de hablar de ellas si Dios lo permite. Por hoy tenemos el suficiente para indicar que durante 6 décadas Carlos París ha dejado profunda huella en el mundo filosófico por medio de la docencia, la investigación, el ensayo, e incluso la creación literaria, no con la misma valoración pero sí con destacada presencia. En esas cuatro plataformas ha destacado por su pensamiento creativo, avanzando sobre el del pensamiento ilustrado y abriendo horizontes nuevos en tres planos: el de la filosofía de la ciencia, de la que fue pionero en España; la filosofía política, ejercida como teoría crítica y compromiso transformador del sistema sociopolítico y económico conservador y capitalista vigente desde hace tres siglos en el mundo civilizado; y la antropología filosófica. En esas cuatro plataformas se movió impulsado por el punto de vista marxista, que adoptó tras haber conseguido merced a su inicial falangismo crítico y su personal valía el acceso a la docencia universitaria.