Los suicidios en el ejército turco superan a las bajas en el combate contra el PKK
Al ejército turco no dejan de lloverle las críticas desde la sociedad civil. A las acusaciones de homofobia tras la tipificación, esta semana, de la homosexualidad como motivo para la expulsión del seno de las fuerzas armadas le siguió ayer la denuncia hecha por el jefe de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento turco, Ayhan Sefer Üstün, sobre el elevado número de suicidios en el seno del ejército.
Según las cifras aportadas por Üstün, estos superan a los fallecidos en los combates contra la guerrilla kurda del PKK: en los últimos diez años, 934 soldados se han quitado la vida, frente a los 818 muertos en acción. “El número de casos de suicidio es mayor que el número de muertos en enfrentamientos. Estas cifras son inaceptables”, dijo Üstün.
El gobierno islamista turco, cuyas relaciones con el estamento militar (tradicionalmente secularista) son como mínimo tensas, se ha mostrado receptivo a la crítica de Üstün. El diputado del gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP) Ihsan Sener mencionó el caso de dos soldados que se quemaron por accidente tras haber entrado en un horno para entrar en calor. “Esto lleva a pensar ciertas cosas. Si realmente necesitaban entrar en calor, ese es otro gran problema”, indicó.
Y es que los casos de abusos en las filas del ejército son numerosos.
Así lo asegura la ONG “Asker Haklari” (“Derechos del soldado”), que el mes pasado publicó un informe con los testimonios de más de cuatrocientas personas que denunciaron maltrato, vejaciones o excesos durante su servicio militar. Insultos, palizas, ejercicio físico excesivo, privación de sueño e incluso denegación de atención médica son algunos de los hechos descritos en el documento.
“Le golpeaban como a un trozo de carne muerta”, relata un soldado de Izmir, refiriéndose a la paliza recibida por un compañero. “Mientras le pegaba, el comandante le gritaba ‘¡Te voy a matar!’”, añade.
“Teníamos que dejar la garita por las noches y esperar fuera a 22 grados bajo cero, bajo la excusa del entrenamiento. Teníamos que hacer ejercicio mientras tosíamos. Si decíamos que estábamos enfermos, nos trataban como si estuviésemos fingiendo”, cuenta otro soldado de Agri en el informe.
Secuelas
Tan sólo los casos más graves generan titulares. El año pasado, el diario turco “Bugün” desató una tormenta al denunciar los experimentos médicos realizados en 2008 en la Academia de Medicina Militar de Gülhane: una veintena de jóvenes que realizaban su servicio militar fueron utilizados como cobayas para probar tratamientos médicos, sin ser informados sobre ello. Las afirmaciones del artículo fueron posteriormente confirmadas por al menos seis de los afectados.
Según “Asker Haklari”, la forma de tratar a los reclutas produce resultados como el suicidio, las secuelas psicológicas permanentes o el daño físico de diverso grado, incluyendo, en ocasiones, la muerte. “Basándonos en las cifras publicadas en mayo de este año, 2.221 reclutas se han suicidado en los últimos veintidós años. Esto equivale a cien reclutas por año, uno por cada tres o cuatro días”, se lee en el informe.
Precisamente, la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento ha contado con el asesoramiento de uno de los responsables de “Asker Haklari”, el profesor Tolga Islam. “Si el modelo de servicio militar obligatorio continúa vigente, debe asegurarse que estos reclutas no sufran ningún maltrato”, aseguró Islam. “Justo ayer se informó de dos casos de suicidio. Ha habido 43 casos solo en 2012. Esta es la cifra oficial, así que asumimos que la real es mayor que eso. Hasta que se tomen medidas respecto al tema del suicidio, todos somos responsables por las muertes”, indicó.