El timo de la estampita
Cuando a finales de los ochenta empezaron a llegar las primeras olas migratorias serias a España, del norte de África y de latino América, se empezó a crear una corriente entre la opinión pública, que por cierto no tiene nada que ver con la opinión publicada que abría un debate entre el pueblo llano de los beneficios o no de la inmigración masiva. Por aquel entonces los que tuvimos la suerte de viajar un poco más arriba de los Pirineos teníamos la sensación de que España estaba resistiendo el envite con bastante cintura si nos comparábamos con países como Francia, Inglaterra, Holanda o Bélgica.
Nunca se me olvidará la primara vez que pisé el metro de Paris, poco antes de los juegos olímpicos de Barcelona en 1992, en aquel momento yo no había ni cumplido los 20 años, había nacido y me había criado en la Cataluña profunda intentando meter un balón de trapo entre dos mochilas en plena calle al salir del colegio, la multicultura para mi era una desconocida, y para mi suerte subsaharianos y marroquís tan solo los veía para la fiesta mayor, cuando mi padre y mis tíos les intentaban regatear algunas pesetas al comprar lo que en la época se conocía por un radio cassette de doble pletina. El metro de Barcelona lo había pisado en numerosas ocasiones para ir a casa de mis tíos que vivían en Pueblo Nuevo, y aunque al pasar uno de Sant Boi dirección Barcelona con el Carrilet ya notaba uno un cierto cambio del paisaje humano en los vagones, nada que ver con aquellos viejos vagones de metro del Paris de los noventa.
Todas las etnias y pelajes que uno pueda imaginar menos autóctonos, que eran la absoluta minoría en el subsuelo parisino, tenía la sensación de que aquella preciosa ciudad estaba completamente perdida, que la belleza que se podía contemplar en sus edificios, sus monumentos, en la orilla del río, no era acorde en ningún modo con el paisaje humano que la habitaba, en aquel trayecto y para mis adentros me felicité de la suerte que teníamos en Cataluña, de que ojalá ningún día tuviese que sentirme extranjero en mi propia tierra como lo hacían muchos de los franceses, que años más tarde han encontrado como única alternativa a tal desaguisado en entregar su voto y confianza al Frente Nacional de los Le Pen.
Me equivoqué, es obvio que erré en mis pensamientos, nuestra suerte no era más que un espejismo temporal y nuestra tierra es hoy lo que uno no deseaba que fuese jamás, un lugar donde los de casa podemos sentirnos extranjeros con demasiada asiduidad, un país al que le vendieron que la inmigración era positiva, como al tonto que engañaron con el timo de la estampita, un pueblo al que le contaron que la inmigración era necesaria para pagar nuestras pensiones, para levantar nuestro país, para hacer los trabajos que nosotros no queríamos. Pobres ilusos, nada más lejos de la realidad.
La inmigración masiva y descontrolada tan solo ha servido para llenar los bolsillos a políticos, banqueros y empresarios sin escrúpulos, para que este país haya hecho el trabajo de 30 años en 5, deprisa, corriendo y mal hecho, para inflar una burbuja que ha estallado en nuestras narices y que ahora tan solo el esfuerzo, el sacrificio y el trabajo de los de siempre podrá reparar, si es que se repara algún día.
La realidad es bien distinta, desencantadora, terrible; a día de hoy España tiene unos 6 millones de inmigrantes de los que llamamos legales, de los sin papeles ni lo sabemos, pero también tenemos más de cinco millones de desempleados, un montón de personas que viven del PIRMI u otras ayudas similares, otros tantos que usan nuestra educación y nuestra sanidad con los mismos privilegios que los de casa sin habérsela ganado, y tenemos unos abuelos que se han de volver a pagar sus recetas para intentar sostener todo este desastre en lo que han convertido los políticos de la casta esta tierra, esta identidad o lo poco que queda de ella. ¿Hasta cuando vamos a seguir pagando la fiesta?
*Secterario general de Plataforma per Catalunya (PxC) y concejal en Igualada (Barcelona).
“Todas las etnias y pelajes que uno pueda imaginar menos autóctonos, que eran la absoluta minoría en el subsuelo parisino, tenía la sensación de que aquella preciosa ciudad estaba completamente perdida, que la belleza que se podía contemplar en sus edificios, sus monumentos, en la orilla del río, no era acorde en ningún modo con el paisaje humano que la habitaba” Este párrafo resume el drama. En la sociedad hay mucha hipocresía y falsedad y no sólo en España. A día de hoy en Francia y en España los autóctonos siguen siendo mayoria incluso en las grandes ciudades pero es… Leer más »
Estás obsesionado con los inmigrantes. Qué pesado macho! Deberías ir al médico, esto es una enfermedad….