¿Quien siembra vientos?
Pongámonos en situación: día siguiente a la huelga general (lo que viene siendo un eufemismo de juerga general), me encuentro en mi estilista, no es que uno se considere un dandy pero sí podemos decir que no hablo precisamente de un barbero de barrio. Nos encontramos en un poderoso salón de estilismo, moderno, con su música comercial, con sus buenas gominas, sus champús de todos los colores, lo que viene siendo una oda al consumismo cosmético.
Advierto a mi derecha cuando vuelvo del primer lavado de rigor la presencia de un joven con pantalón de pitillo tipo ingles, a cuadros rojos y negros, y una camiseta sin mangas de los Sex Pistols, de hecho el joven tenia un considerable aire a Johnny Rotten, el delgaducho e inconfundible vocalista del grupo Londinense responsable de haber iniciado el movimiento Punk en el Reino Unido.
El proyecto de perroflauta debe tener entre 15 y 17 años, no más, es completamente imberbe y barbilampiño, un adolescente en toda regla con el único obstáculo en la cara que le provocan los granos pajilleros propios de la adolescencia. Una de las peluqueras, una chica con su impecable uniforme negro y su buen par de tetas de silicona le está ordenando al mocito una enorme cresta de un palmo de alto, mientras él se mira al espejo orgulloso de lo bien que le queda su peinado anti-sistema que es lo que mola ahora.
De repente entra en escena un hombre de unos 40 años que le pregunta al chico si no había dicho anteriormente que quería la cresta más corta, como insinuando a la estilista que el chiquillo aun es joven y le da un poco de vergüenza hablar con desconocidos; pero no, parece que al pimpollo ya le parece bien el tamaño de su cresta gallinácea. Aunque el comentario, del que como es evidente es el padre de la criatura, abre un debate entre varias estilistas de cual es el tamaño ideal para una cresta de Punk al que el joven no presta ninguna atención puesto que ya tiene suficiente faena con contestar todos los mensajes que le llegan por Whats Up a su flamante iPhone 4. Un poco más tarde la peluquera da por acabada su obra y como pueden ustedes imaginar el padre del chico saca su cartera de piel paga, y orgulloso, el peinado pedigüeño del niño.
Después nos rasgamos las vestiduras cuando vemos imágenes como las vistas en Barcelona el día 29, nos preguntaremos que ha hecho mal la sociedad para que la violencia perroflauta ponga en jaque cada vez que se le antoja a toda Barcelona. Porque no vale ahora que el Sr. Felip Puig muestre sorpresa, no sirve ya que digan que van a tomar medidas, el problema es más profundo de lo que nos quieren hacer ver, la clase política le ha dado alas a estos violentos, los ha convertido en guays, en lo que se lleva ahora, la mayoría son niños como el de la peluquería a los que su papa, el típico izquierdista que pasea en Touareg gracias a haber abaratado los costes de su negocio contratando inmigrantes a poder sin papeles y encima sacando pecho por darles de comer.
El problema es grave y va mucho mas allá de la actuación policial, necesita ser cortado de raíz y de cuajo, es un conflicto de educación, de conciencia, ya que poco cuesta a quien les escribe imaginar al padre pijo pogre del niñato de la pelu preguntando a su vástago en lugar de si ha hecho los deberes cuantos containers ha quemando esa tarde.
Nos alegramos de que haya hecho falta la instalación de un camping perroflauta en Plaza Cataluña, un medio asalto al Parlament, varias manifestaciones violentas y una juerga general para que los señores de CIU se hayan dado cuenta. Mientras tan solo iban a amenazar a los actos de Plataforma per Catalunya a algunos incluso les hacia gracia.
*Secretario general de Plataforma per Catalunya (PxC) y concejal en Igaualada.