Eurovisión: Infierno ensayo general
Andrés Palomares.- Una puntualización antes de proseguir. Por supuesto que no he visto esta “cosa” de Eurovisión. Sólo por necesidad de este artículo he tenido que hacer el esfuerzo y el sacrificio de visionar algunas imágenes por pura conciencia profesional.
Esta edición, como las anteriores desde hace ya tiempo, no ha sido un concurso de talento musical, sino un campeonato de fealdad, de ordinariez, de zafiedad, de exhibicionismo…
Eurovisión es un naufragio musical y estético, una hecatombe cultural, el símbolo de la decadencia de una Europa convertida en una casa de orates y el anticipo del derrumbe total de una civilización otrora brillante, magnífica y admirable, vuelta hoy el aquelarre final de un mundo descarriado, enviciado y corrompido.
Eurovisión es una bacanal de desequilibrados, degenerados y torcidos, una juerga malsana aplaudida por una sociedad compuesta a partes iguales de idiotas y de descerebrados, una grotesca gentuza tan desquiciada como los “artistas” que berrean y se contorsionan como psicóticos privados de su medicación.
Es la isla del doctor Moreau (jornada de puertas abiertas), el callejón de los milagros del tercer milenio occidental, una colección de fenómenos, de mutantes, de engendros, de endriagos y otros seres de difícil calificación en abierta competición a ver quién es el más chocante y repulsivo, con algunas raras excepciones en que sólo son ridículos y nulos.
Aun así, podemos ver este tremendo espectáculo (sin ser contradictorio) como un anticipo lúdico y festivo de lo que se viene. Y lo calificamos sorprendentemente así, porque por la pendiente por la que se desliza este mundo en perdición destinado a la cloaca definitiva, lo actual nos parecerá dentro de poco hasta divertido y jovial. Lo que nos espera es para poner los pelos de punta.
El listón de la enfermiza mamarrachada que es desde hace años este festival está cada vez más alto y la furia por superar año tras año este esperpento llevará a sus cultores a cuotas de extravagancia y disparate que pronto alcanzarán alturas estratosféricas. Desde el mismo momento del cierre de la edición del festival ya están las mentes más agitadas de esta corrupta humanidad dando rienda libre a su inagotable diarrea mental.
La porquería excremental que es Eurovisión no es el resultado fallido de un intento carnavalesco y chabacano de ser divertido, ligero, alegre, chistoso, provocador incluso, sino que es la plasmación totalmente lograda, perfectamente conseguida, de lo que se busca, que no es precisamente divertir, entretener y amenizar a un público, que al margen de los afanes de la vida diaria y de las dificultades crecientes de una existencia cada día más ingrata necesita de vez en cuando algo de frivolidad para no morir de solemnidad.
Se alcanzan tales niveles de vulgaridad y grosería que salimos de esa categoría para entrar en el terreno de lo vomitivo: esto ya es repugnante. La degeneración va en aumento y nos acercamos al punto terminal. Esto es un escupitajo a todo lo humano y lo divino. Un insulto a la estética, el buen gusto y la inteligencia. Ese grotesco y extravagante festival cumple con su objetivo, forma parte, en el terreno que le toca, en el ámbito que se le ha asignado, de esa empresa global de destrucción de lo mejor del ser humano: el Bien, la Belleza y la Verdad pisoteados por unas mentes malignas y unos cerebros perversos.
Esta gente no está en la simple transgresión, son torcidos, malsanos, destructores. Sus delirios satánicos nos son arrojados a la cara, con toda violencia y maldad.
Insistimos: no se trata de un espectáculo, por feo y sucio que sea, se trata de propaganda. Decía George Orwell:
“La propaganda totalitaria no tiene necesidad de convencer para tener éxito, y tampoco esa es su meta. Su meta es el desánimo de los espíritus, persuadir a todos y a cada uno de su impotencia para restablecer la verdad a su alrededor y de la inutilidad de toda tentativa de oponerse a la difusión de la mentira.”
Esta propaganda, en el sentido orwelliano, que podemos llamar intoxicación mental, no es un simple instrumento de idiotización, sino que es más que eso: es una herramienta de control. No se busca simplemente deprimir a la población, busca humillar al ser humano normal, destruirlo más efectivamente que con un garrote, hacerlo con un garrote mental. Se trata de destruir los cerebros, empezando por el de los más jóvenes, denigrando todo lo que es normal, la belleza, el valor, la bondad, lo femenino y lo masculino, lo noble, lo elevado,lo verdadero, lo natural, el arte, el fundamento de las cosas…
Y después de esto, ¿qué?
Dentro de dos o tres ediciones más, podremos ver en escena una unión zoofílica, una defecación en directo, una artista tomándose una copa de su propia sangre menstrual, un aborto provocado… Ante eso lo de la mujer barbuda nos parecerá una ridícula provocación de tres al cuarto, una broma de despedida de solteros, un desafuero de andar por casa, algo casposo y hasta pequeño burgués.
Cómo está escrito: “Veremos cosas aún peores que estas”.
¿Pero para qué hablar tanto si la brevedad es un valor y unas imágenes valen por miles de palabras?
Irlanda 1970: https://www.youtube.com/watch?v=h1a_5Hyzjks
Irlanda 2024: https://www.youtube.com/watch?v=UMq8ofCstMQ
Sólo nos quedan ya los ojos para llorar y la boca para maldecir.