Europa: política y cultura
Aunque hablamos de Europa como un todo identificable (civilización o cultura), nunca lo fue en el plano político. La caída de Roma en el siglo V no dio lugar a un nuevo imperio unificador, sino a un hervidero de estados y naciones con idiomas mutuamente ininteligibles, muy a menudo en lucha entre ellos. Los intentos de unificación política en un imperio basado en la común religión cristiana fracasaron siempre, aunque hubo imperios parciales. En líneas generales se formó una Europa de las naciones en el arco occidental desde Escandinavia hasta Iberia, y una Europa de los imperios en el centro-este del continente. Estas características internas difieren esencialmente de las de otras civilizaciones como la china o la islámica, ambas con un idioma común y una tendencia unitaria (aunque históricamente también disgregadora) arraigado en la religión y la lengua. También difiere su dinámica de la del otro imperio romano, el llamado bizantino, unificado sobre la religión y la lengua griega. Este rasgo europeo es la raíz de su particular inquietud, también creatividad, tanto política como cultural.
Es perceptible, pese a todo, un movimiento político más o menos común desde finales del siglo XV, cuando se consolidan las naciones hoy conocidas, o las principales de ellas, en torno a unas monarquías reafirmadas contra la tradicional y díscola dispersión de las oligarquías nobiliarias. Y se afirma igualmente la expansión europea (de unos pocos países europeos) y la pugna por la hegemonía entre ellos. La hegemonía no aspiraba a la absorción política de los demás en un imperio, sino a un predominio de los intereses de alguna nación sobre otras, que permanecían en lo esencial independientes, y normalmente resentidas. Esa supremacía se basaba en la fuerza subrayada por justificaciones morales, a veces meros pretextos. Política, fuerza y moral van siempre unidas.
En líneas generales y muy matizadas, podemos discernir tras hegemonías sucesivas y siempre muy disputadas, de en torno a un un siglo o siglo y media cada una: la española en los siglos XVI y mitad del XVII, marcada por la ruptura de la revolución protestante en el cristianismo occidental; la hegemonía francesa vendría a continuación, al conseguir satelizar parcialmente a España; y, por fin, el XIX sería el siglo de la preponderancia inglesa. Parece que el XX correspondería a Alemania, dado su empuje en todos los terrenos, desde el militar al filosófico, pero no solo no lo conseguiría, sino que la rivalidad entre todos los interesados terminó abocando a la decadencia del continente, por primera vez desde finales del siglo XV.
La decadencia europea se produjo de modo evidente en el ámbito político (ninguna gran potencia europea volvió a ser determinante en el mundo), pero fue más profunda. La SGM no fue solo un enfrentamiento militar entre potencias culturalmente semejantes, como hasta entonces, sino un choque de tres concepciones del mundo y del ser humano, de tres ideologías con un trasfondo a la vez cristiano y anticristiano.
Europa ya es un recuerdo que ha entrado en el olimpo de los mitos, de las leyendas épicas donde viven los héroes, .El genio que brilló iluminando como un sol, las mentes transmitiendo sabiduría al pensamiento, belleza al arte, conocimiento a lo que es el drama que es vivir con una literatura inmortal, y misteriosa inspiración a la música , que roza lo metafísico. De Platón al último filósofo que buscó la verdad, de Apeles al último artista que dió forma en su obra a la belleza, de Esquilo al último escritor que expuso la condición humana, campo de batalla… Leer más »