Unicaja ya no es lo que era
AD.- Unicaja es una de esas entidades que han evolucionado al compás de esta época degradante y degradada en las que nos ha tocado ser testigos.
Unicaja ha sido siempre el banco de los malagueños. Se ha nutrido entre su cartera de clientes de pequeños emprendedores, de autónomos, pero sobre todo, de pensionistas de toda condición. Decenas de miles de jubilados han confiado siempre en Unicaja como el lugar más seguro para depositar sus ahorros. Y es que el valor de la marca Unicaja ha estado siempre asociado a su compromiso con los malagueños y a ese trato cordial, cercano y sencillo que convertía un trámite en cualquiera de sus sucursales en un rato gratificante.
Paradigma de esa cercanía con los clientes es Eduardo, hijo y nieto de sendos directores de Unicaja, y que apura sus últimos días como empleado antes de su merecida jubilación. Por desgracia, con su marcha se pondrá también fin a la tradición banquera de su familia. Los tiempos han cambiado y la dirección de Unicaja no entiende ya el factor humano como uno de los ejes vertebrales de sus razón de ser. Proliferan las directoras al frente de muchas sucursales, y también algunas empleadas llevadas a comportarse con el cliente de acuerdo a los clichés de esas feministas poco agraciadas en su carácter. Y no solo por el carácter.
Tuve hoy que soportar la mala praxis de una de ellas. Como tantas otras, interpretan el papel de quien se sabe en una posición de fuerza frente al cliente, sin un gesto amable, incluso diría que tosco, imposibilitando una sencilla gestión que hubiese requerido apenas unas dosis de empatía personal para llevarla a cabo. Se atienen al rigor excesivo de la norma antes que al factor humano que hizo gran a Unicaja hasta no hace mucho.
Valoro de forma sobresaliente la aportación de las mujeres al tejido productivo de este país. Si algún día, en vez de querer ser funcionarias, instagramers o empleadas de banco, también quisieran ser mineras, peones de obras agricultoras o camineras, la producción nacional mejoraría ostensiblemente. La que hoy he tenido que sufrir no es para nada un ejemplo destacable.
Después de muchos años trabajando con esa sucursal, me fue negada una sencilla gestión solo por no ir provisto de la documentación que nunca necesité con los empleados varones de esa misma oficina. Los intrincados recovecos de la burocracia siempre pueden aligerarse con una disposición favorable. No hubo tal por parte de la susodicha.
La grandeza de una empresa depende precisamente de pequeños detalles tales como humanizar las estrictas normas. Por eso la de Unicaja está hoy por los suelos. Mal, muy mal, Manuel Azuaga, presidente de la otrora gran institución.
Como te toque una Gorda , apaga y vamos. Tienen mucha mala leche al estar reprimidas y amargadas