Los que han blanqueado a los filoterroristas, le dicen a la derecha con quién puede pactar y con quién no
Sergio Barbosa.- A las puertas del verano, por cierto, en el mes de junio lo que se espera cada vez más es un adelanto electoral en Andalucía. Lo cierto es que esa comunidad es ya, a todos los efectos, la próxima estación del puzzle político español, una vez que lo de Castilla y León ya está aclarado.
Fernández Mañueco ya es, nuevamente, presidente de Castilla y León, aunque en lugar de gobernar con Ciudadanos gobierna con Vox. Un hito en la política española porque es la primera vez que el partido de Abascal pasa de apoyar un ejecutivo desde fuera a estar dentro de ese ejecutivo. Con una vicepresidencia para el que fuera candidato Juan García-Gallardo y tres consejerías para tres perfiles, la verdad sea dicha, bastante moderados o técnicos.
Ya dijimos ayer que mucho de lo que esté por venir, por escucharse y por producirse en la política española tendrá que ver con cómo funcione este gobierno castellano-leonés.
¿Qué sale en claro de la investidura de ayer en Castilla y León? Bueno, pues que Mañueco promete trabajar con Vox como si fueran una piña, dijo literalmente, sin los complejos que le quiere inocular la izquierda, pero dejando claro que hay cuestiones como la lucha contra la violencia de género en la que no va a dar un paso atrás.
De momento, lo que promete es una Ley de Violencia Intrafamiliar, que sería compatible con la Ley contra la Violencia de Género, en la que hace concesiones a la visión que tiene Vox de la violencia machista, a la que quieren desproveer, dicen, de ideología política de tendencia izquierdista. Vox quiere que todas las víctimas de violencia sean tratadas igual, más allá de su sexo.
Aquí la línea que no se puede traspasar, en ningún caso, es aquella en la que se pudiera comenzar a hacer de menos o a dar la sensación de que se quita importancia al drama de las mujeres que sufren malos tratos o retirar medios para su protección.
Todo lo que no sea eso, Todo lo que sea abrir el debate de si a todas las víctimas hay que protegerlas por igual, sin diferenciar por sexos. O si ahora mismo hay demasiado dinero que se va a los colectivos que fabrican el discurso en torno a esta problemática, y que en realidad ese dinero debería destinarse más a la protección efectiva de las mujeres. Pues ese es un camino que si Vox quiere transitarlo y el PP se ve con voluntad, o en la necesidad de acompañarle, pues habrá que ver cómo lo gestionan.
Porque intentos de la izquierda por monopolizar políticamente la lucha contra el machismo los hay, pero violencia machista como lacra social también la hay y eso no admite ni medio error de cálculo porque de cómo gestionen estas cuestiones se provocarán o se evitarán incendios políticos.
Lo que está claro es que la izquierda va a poner toda la carne en el asador para demonizar ese pacto PP-Vox, de cara a todo lo que esté por venir.
Ayer mismo, ya comenzó la primera descarga desde el PSOE y el propio Gobierno para ir calentando la idea de un cordón democrático.
Aquí estamos en lo de siempre, los que han blanqueado a la izquierda más radical que no condena la dictadura de Cuba, ni el régimen chavista o que no quería entregar armas a Ucrania para que los ucranianos se pudieran defender de los crímenes de guerra, los que han blanqueado a los filoterroristas que siguen sin condenar con la boca grande los crímenes de ETA, le dicen a la derecha con quién puede pactar y con quién no.
Sin reparar en que lo mismo el problema de origen está en que “alguien” ha permitido que en España gobierne, previamente, la “ultraizquierda”. Y al cordón, que es un apartheid político, le ponen el apellido democrático para que parezca que es una idea estupenda. Recordemos que los supremacistas catalanes también le pusieron democrático a lo del tsunami y acabaron metiéndole fuego a Barcelona. Así que vamos a ver, porque ciertamente desde hoy, y en lo que la crisis económica lo permita, lo que va a volver por sus fueros es eso que se conoce como la batalla cultural.
De hecho, sin ir más lejos, otro punto que sale claro de la investidura de Mañueco es que van a matizar o complementar (que no derogar) la Ley de Memoria Histórica con una ley autonómica de concordia.
Aquí, nuevamente, estamos ante la falacia de los apellidos con carga eufemística. Cuando tú a una Ley de Memoria le tienes que poner el apellido histórica, ya estás demostrando que tu ley no es de Memoria, sino de desmemoria. Pretendes que la sociedad olvide lo que a ti no te conviene que recuerde
Y en esa lucha se ha embarcado Vox, en esa lucha le va a tener que seguir el PP y en esa lucha el PSOE espera encontrar réditos políticos, que alejen el foco de la crisis económica que es, hasta ahora (tampoco lo olvidemos), lo que más ha puesto nervioso al Gobierno.
Porque los días malos-malos de este gobierno fueron cuando sintió que perdía la calle, por culpa de la inflación. Esto tampoco hay que olvidarlo.
A todo esto, fíjense la ironía. En la campaña electoral de las elecciones que han desembocado en este nuevo gobierno de Castilla y León, Ayuso acudió como reclamo electoral. El líder del PP era todavía Pablo Casado. Casado ideó una mayoría absoluta de Mañueco sin necesidad de apoyarse en Vox y pretendía que Ayuso no fuera presidenta del PP madrileño.
Estamos a 12 de abril y Mañueco ya gobierna con Vox, Casado ya no es presidente del PP y Ayuso ya tiene su congreso del PP madrileño para los días 20 y 21 de mayo.
La política se sabe cómo empieza pero no cómo termina. Así que, en lo que queda de legislatura, a saber lo que puede suceder.
Y quienes son ellos para decir lo que pueden o deben hacer los demás
La izquierda si que puede pactar con Bildu, separatistas y demás gentuza y el PP no puede pactar con quien le de la gana
Recuerden que hay libertad para pactar en la política
Claro que dicen que no se puede pactar porque eso les puede echar del Gobierno y se les acaba el BOE
Claro la libertad es para ellos no para los demás
ADMINISTRADOR: Aún puedes ser incluso más ridículo de lo que eras. Enhorabuena, campeón.