El Rey invisible
Por Pedro I. Altamirano.- “Usted teme el castigo y pide por su vida. Lo dejaré libre y usted verá la diferencia entre un rey griego y un tirano bárbaro. No espere sufrir ningún daño de mí. Un rey no mata a los mensajeros” (Alejandro Magno)
Cuando se nace Rey, se nace con la consciencia que tienes la cabeza siempre puesta en el patíbulo. Los Reyes, o pasan a la historia por su grandeza, o por sus miserias. No hay término medio, o se triunfa, o se pierde, pero nunca consiguen ser invisibles. La invisibilidad del un Rey condena al fracaso a la Monarquía y al Reino.
Los españoles tenemos un serio problema con la monarquía. Eso es indudable, si repasamos los Reyes españoles, desde Argantonio primer Rey de Tartessos, a Felipe VI, todos ha dejado huella, para bien, o para mal, siempre capaces de los mejor y lo peor. Desde conquistar un Imperio, hasta perderlo en guerras inútiles y corrupción. Nada es de extrañar por tanto, que la historia de España esté dividida entre República y Monarquía.
No quiero remontarme muy lejos, solo al siglo XIX, XX y XXI. Sólo un breve repaso para centrar la realidad que vivimos hoy. Sin antecedentes no hay presente. Carlos IV, José I “Pepe Botellas”, Fernando VII, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, Isabel II, Amadeo de Saboya (Amadeo I), unos Reyes llenos de luces y sombras, muchas más sombras que luces, pero que en absoluto pasaron desapercibidos para nadie.
Llega Alfonso XII, Un reinado «inacabado» por una muerte prematura e inesperada, a solo tres días de cumplir 28 años y con apenas una década como jefe del Estado español. Existencia y vida institucional efímeras pero, sin embargo, suficientes para poner los cimientos de un nuevo régimen monárquico de gobierno parlamentario, con la Constitución de mayor vigencia, hasta hoy, de la Historia contemporánea de España: la de 1876. Un balance, a priori, bastante propicio para la proliferación de mitos y leyendas populares en torno al monarca: rey romántico. La verdad es que no le dio tiempo para más. Pero no fue mal Rey.
La regencia de María Christina Désirée Henriette Felicitas Rainiera von Habsburg-Lothringen, o más conocida como María Cristina de Habsburgo-Lorena, Madre de Alfonso XIII, no fue mala tampoco para España. Durante el periodo de regencia, María Cristina afianzó la figura de la corona española con diversos actos que hacían que la Corona fuese más cercana al pueblo. Comenzó con el traslado a las Cortes para la apertura de las legislaturas que se fueron sucediendo, así como los diversos viajes por todo el país. María Cristina fundó el ideal de monarca que aún perdura en la actualidad. El papel de María Cristina en el sistema de gobierno fue representativo, ya que no participó en los enfrentamientos entre los partidos dinásticos, respetando el turno a la hora de llamar a los candidatos a formar gobierno, aunque se sintió más cercana a Sagasta y no puso dificultades al mantenimiento de largos períodos de gobierno del partido liberal. Se promulgaron, entre otras, la Ley de Sufragio Universal y la Ley de Asociaciones.
El desastre borbónico llega con Alfonso XIII. Desde joven, Alfonso fue educado en la doctrina católica y liberal para ser rey y soldado.
En el contexto del alejamiento entre la España oficial y la España real, los intentos de regenerar España tras el desastre de 1898 y la Constitución de 1876, el rey intervenía en asuntos políticos. Además, tuvo que afrontar diversos problemas como las guerras de Marruecos. La crisis de 1917 junto al nacionalismo catalán, el sindicalismo militar y las huelgas revolucionarias aumentó la descomposición del régimen político que influyó en el fracaso en 1918 de un gobierno nacional formado por miembros de los dos principales partidos. El reajuste económico posterior a la Guerra Mundial, los fracasos militares en Marruecos, las revueltas sociales y los problemas regionales aumentaron las dificultades internas y la debilidad de los gobiernos, que fueron incapaces de afrontar la situación. El golpe militar de Miguel Primo de Rivera de 1923 fue la solución de fuerza que intentaba solucionar la crisis, con la aprobación del rey. En un principio, la dictadura fue bien recibida: en 1925 el desembarco de Alhucemas terminó con la guerra de Marruecos; se restableció el orden social y se produjo un desarrollo de las obras públicas. En cambio, tras el fracaso de la experiencia primorriverista, el rey intentó en 1930 restaurar el orden constitucional, pero los partidos republicanos, socialistas y el nacionalismo se unieron contra la Monarquía. La victoria electoral de los socialistas y republicanos en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. Esta derrota sirvió como pretexto para la huida de Alfonso XIII, ante la sombra del Desastre de Annual, y el informe Picasso, que evidenció el alto grado de corrupción en el ejército con la complicidad del Rey. Un ejército sin preparación ni medios, que llevó a España a sufrir unas de sus mayores y trágicas derrotas frente a líder rifeño Abd el-Krim. Llevó a nefasta II República nefasta y la Dictadura franquista. Todo un regalo borbónico a España y los españoles.
Durante la dictadura, los borbones vuelven a las andadas. Lucha por el poder, conspiraciones por apoderarse del botín que supone la recuperar la Corona de España para unos borbones en la ruina económica. Franco al final decide cortar por lo sano y apuesta por el joven Juan Carlos, nieto del Alfonso XIII, por lo que nación en Roma durante el exilio monárquico. Juan Carlos se pone a las órdenes del régimen enfrentándose a los consejos “democráticos” de Juan, su Padre. No duda un momento en Jurar en las Cortes franquistas “cumplir las Leyes Fundamentales y guardar lealtad a los Principios del Movimiento Nacional”, juramento que no duda en traicionar ante la realidad española en la calle que pide democracia y libertad, con la ayuda de Adolfo Suarez, encargado en desmontar el régimen, no sin interminables problemas que todos conocemos.
Muchas luces y sombras acompañan el reinado de Juan Carlos I. Su procedencia franquista, y su juramento al movimiento, la sombra de la realidad del 23-F entre otras, fueron tapadas en virtud de la consecución de la Constitución de 78 y la democracia. Un reinado que no ha pasado desapercibido para nadie. Un Rey capaz, como todos los españoles, de lo mejor, y lo peor. Supo mantener a la política española bajo control. Con Felipe González lo tuvo fácil y Aznar lo tuvo fácil.
La sombra de la dictadura y los golpes de estado aún asustan y Juan Carlos I es garantía de estabilidad democrática, una garantía que lo tapaba todo, lo tapo todo, hasta que la sombra del franquismo se debilitó con la entrada del siglo XXI. Fue entonces, cuando la prensa comenzó a sacar a la luz pública lo que era conocido por todos. Juan Carlos I era un mujeriego y un “presunto” corrupto, escándalos que lo llevaron, como es conocido a la abdicación en su hijo y actual Rey Felipe VI.
La Constitución del 78 en su articulo Artículo 56 “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes”. No se puede negar que Juan Carlos I, a pesar de sus sombras y nada ejemplarizante abdicación, supo cumplir con su obligación de arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones, en especial con respecto al reencuentro social con las Fuerzas Armadas, pero del mismo modo supo llamar al orden a la clase política cuando fue necesario, y se la jugó en más de una ocasión. Supo tratar con inteligencia el problema nacionalista y mantuvo el pulso institucional con respecto al terrorismo de ETA. Mantuvo magnificas relaciones internacionales, y “casi” consigue que triunfe la unidad iberoamericana hasta el “porqué no te callas” a Hugo Chávez, que se calló. Lo dicho todo un Borbón en estado puro, que terminó como su abuelo en el exilio, patíbulo moderno, por corrupto, pero que no pasó desapercibido para nadie.
Nos llega Felipe VI en base al Artículo, machista sin duda “La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos.” Porque pone al hombre por delante de la mujer tiene tela, pero por otro lado, ¿os imagináis a la Infanta Elena como Reina y a Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón, de Príncipe de Asturias? Yo no.
Felipe VI aterrorizado por el escándalo paterno, decide retirarse a sus aposentos, y capear el temporal a la espera de mejores vientos, y ahí os quedáis. Nada quiso saber de la política española. Pero llegó Rajoy, que nunca se sabía, como buen gallego, si subía o bajaba, si iba o venía, que monta la que monta en Cataluña con su postura del nunca pasa nada, copiando la estrategia de Franco “dos carpetas encima de la mesa, problemas a resolver, y problemas que el tiempo “solucione” para intentar que lo “de Cataluña” ya pasará, pero no pasó y lo superó. Entonces, llamó a Felipe VI para que, como le asigna la Constitución del 78 arbitre y modere en el ya encendido conflicto catalán, pero no lo deja ni arbitrar ni modera entre las instituciones y buscar una salida, tal como hacía su padre, sino que suelta por la pantalla un discurso incendiario en contra de Cataluña nada arbitrario y menos moderador. En vez de apagar el fuego, se arroja más leña. ¡Ostias donde me han metido! Me vuelvo a casa y me pongo la capa transparente del Señor de los Anillos. Se fue y no ha vuelto, por mucho que necesite España de hoy la intervención de un verdadero Jefe de Estado ante verdadero caos social, político, económico y cultura que vive la España de Pedro Sanchez el “embustero”.
Felipe VI por su silencio, creo que incumple con el Artículo 56 de la Constitución que lo consagra con Jefe de Estado. Lo que se acogen a justificar su inhibición al “es que no lo dejan” mienten. El Jefe del Estado está obligado por la constitución a intervenir, arbitrar y moderar, repito obligado, no necesita autorización de ningún jefe de gobierno para intervenir cuando considere oportuno. No interviene porque no quiere, porque no quiere arriesgar el futuro de la Corona de España interviniendo en un conflicto liderado, no por republicanos, sino por una izquierda totalitaria sedienta de poder al precio que sea.
España necesita en estos momentos de agitación y enfrentamiento la urgente intervención del Jefe de Estado. Debe llamar a consulta a los jefes de las formaciones políticas, mediar, negociar, recordar términos constitucionales como el recogido en su artículo preliminar Artículo 2 “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.”; Capítulo primero I, Artículo 139 “Todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado.”; Artículo 3 “El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.”. Todas ellas corren en la actualidad un serio riesgo de ser incumplido en base a estrategias democráticas y legítimas, pero bastardas en lo ético y contradictorio con el principio de igualdad.
Toda estrategia que tienda como objetivo, como la que lleva el actual gobierno Sánchez, a un cambio constitucional que ponga en peligro la columna vertebral de la misma, debe contar con la participación y conocimiento de la Jefatura del Estado, ya que es el máximo responsable de su vigencia, y no puede ser realizada de espaldas al Jefe del Estado ya que representa al pueblo español y sus intereses en su conjunto.
Sánchez ha incumplido con el programa de gobierno presentado a los españoles, lo su pone un presunto delito electoral. Incumple también con el derecho de los españoles a la igualdad de condiciones, beneficiando a partidos políticos y sus territorios sobre otros para su único beneficio, o que pudiera ser considerado un “presunto” delito de cohecho, y otros que deberían estar ya en proceso de investigación, pero la supra politización de la Justicia lo impide. Otro lío que necesita una intervención mediadora inmediata.
El artículo 117 de la Constitución dice que “la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey.” Pero ni el pueblo ni el Rey parecen lograr que el poder político se avenga a aceptar pacíficamente la independencia del judicial, sometido hoy a tal clase de presiones y claudicaciones que en realidad parece que lo que pretenden nuestros líderes, sin distinción de ideologías, es que dependa enteramente de ellos.
¿Dónde esta el Rey? ¿Dónde el Jefe de Estado? Todos estos problemas reales de la España de hoy necesita mediación e intervención del Rey cono Jefe de Estado, pero no está. Sigue escondido en su retiro de la Zarzuela mal aconsejado por algunos de los de siempre, de los que viven a la sombra de la Monarquía, esa monarquía que ponen en peligro, pero les da igual. En caso extremo, serán ellos mismos quienes den el empujón final para que caiga la corona, para a renglón seguido volver a gritar eso de “España necesita un Rey”.
El Rey debe quitarse la capa de invisibilidad, hacer frente al momento que le ha tocado vivir. Tomar partido por la defensa constitucional en base al Artículo 8 si fuese necesario, que para algo es constitucional, no antes de cumplir con su obligación mediadora e imponer el sentido común e intentar devolver la calma, la tolerancia y paz social a los españoles. No puede permanecer en su despacho con las dos carpetas heredadas de Franco y Rajoy. Si sigue por el camino de la invisibilidad bajo el pretexto del “no me dejan”, pasará a la historia como Felipe VI el invisible, y su hija Leonor como la exiliada, mientras buscan en las coronas europeas algún linaje que sustituya, para siempre, a los borbones en la historia de la monarquía española.
El Rey está comprado por los globalitarios, mismo discurso, misma actuación, más de lo mismo.
De un rey masón
solo se puede
esperar traición
Tener un “rey” para que resulte ser un monigote, o un jarrón chino, como los ex presidentes el gobierno, es un gasto muy caro, que creo la mayoría de los españoles no queremos asumir.
Así de claro.
La monarquías europeas ya no mandan. Sobreviven dentro del NWO.
Felipe VI, llamado el Rey felpudo, dominado por su mujer de ideas radicales y anticristianas.
Lo firma todo, aun sabiendo de su traición a España y a los españoles.
Que podemos esperar de un Borbón, siempre cobardes y al servicio de los enemigos de España.
Con los Borbones se mal perdió un Imperio.
¿ Que la reina de Inglaterra no manda?
El Rey invisible… ¡es más visible el pin que porta en la solapa!
La Monarquía y España como nación acaba con la muerte del último de los austrias, el desgraciado Carlos II. ¿Alguno de los Borbones ha sido capaz de subirse al caballo? NINGUNO. Como dice el articulo Alfonso XII es el único al que podríamos conceder el beneficio de la duda por su muerte prematura, pero del resto queda sobradamente demostrado del palo al que juegan.
Saludos y Buenas tardes.
A mi lo que de verdad me irrita es que haya tontos que lo defiendan sin estar chupando del bote, no me cabe en la cabeza, cada vez hay menos, pero aùn los hay,
El Rey no deja de ser elite y la elite actual…….. En fin. Que terrible la sabiduria que no da beneficios a los sabios de la elite
https://twitter.com/InspectoraJota/status/1467958725751320580
A pesar de todo, el Rey sirve a la unidad nacional. Solamente hay que fijarse
en quienes quieren romper España e instaurar una República.
Los que mandan en los que quieren instaurar la república son los mismos que mandan en el rey