El Sáhara español
Teruel, la ciudad heroica de antaño, la ciudad épica entre otras, como Soria, ante los romanos o ante la conquista musulmana, la “Ciudad de los Amantes”, sede de tantos tesoros y tradiciones culturales, ha sido, junto a su compañera, como otras tantas provincias del interior de diversas Comunidades Autónomas, desterrada al destierro y al ostracismo, a la eutanasia pasiva y no consentida, juzgada como enferma, senil e inservible.
El éxodo rural, practicado sobre todo desde el siglo XIX a raíz de las Revoluciones industriales, tenía una marcada direccionalidad: del campo a la ciudad, de la condición de jornalero a la de obrero hacinado en tristes y grises barrios que serían el motor de regiones primigeniamente industrializadas, como Madrid, Barcelona o Bilbao, hoy tan ingratas al resto por haber realizado la tarea de ser su motor humano en ausencia de mecanización. Las regiones emisoras o emigrantes, Castilla, Andalucía, Extremadura y Galicia, si bien ciertas regiones no industrializadas se salvaban más de la quema por ser costeras.
Poco beneficiaría, desde el Despotismo Ilustrado dieciochesco, el sistema radial de las comunicaciones en torno a Madrid; pero menos aún el paso administrativo divisorio de provincias a Comunidades Autonómicas, beneficiando a las Autonomías de primera velocidad y sus prioridades, como si se tratase de comunicar, en tiempos coloniales, la mina con el puerto, obviando a todos sus habitantes.
Resultado: regiones interiores de riquezas naturales incontables se hallan aisladas, no resultado de la inercia económica, sino más bien de la política; miles y miles de kilómetros cuadrados, no sólo rurales, sino también urbanos, con alto índice de despoblación y de aislamiento, producto todo ello de la política, más que de los avatares económicos.
¿Por qué? Preguntemos a las Vascongadas y a Cataluña, seguramente bien comunicadas con sus respectivos “hinterland” y zonas metropolitanas. Ellas no carecen de comunicaciones financiadas por ciudadanos pobladores de tristes pueblos de decenas de habitantes en un país donde la juventud ve imposible vivir en las áreas urbanas por el encarecimiento de los alquileres y el precio medio de vida, pero ve imposible igualmente residir en un pueblo por la falta de comunicaciones.
Algo tan sencillo como concebir a España como una sin áreas preferenciales ni peloteos a los separatistas; algo tan sencillo como frenar el AVE y equilibrar con las intercomunicaciones dentro de la misma Aragón o entre diferentes provincias menos “preferenciales”. De todos es sabido que del campo brota la industria y se hace necesario, como siempre lo ha habido, el campo para la ciudad. Sin tierras no se da la industria, pues las primeras producen, mientras que la segunda tan sólo transforma.
Los pueblos son necesarios, además, pero no nos empeñemos hasta el punto de transformar ciudades en pueblo, sino comunicar tesoros que puedan albergar miles de puestos de trabajo: Teruel existe; Soria existe,; Lugo existe; Huesca existe; Cáceres existe; Badajoz existe; Zamora existe; Jaén existe. Sin cada uno de ellos, España no es España.
Estoy de acuerdo con el articulo, además como jienense que tuvo que trasladarse a otra provincia por los mismos motivos, doblemente me siento identificado.
Saludos.
Lo mismo, un saludo.
Si nuestra nefasta entrada en la UE, no hubiera arrasado nuestra industrialización, haciendo subir los índices de desempleo hasta la situación actual, éstas provincias como por ejemplo Teruel aún estarían más despobladas, ahora aún hay población que se mantiene de una agricultura también machacada por la UE, como forma de supervivencia junto a la ganadería que queda. Ésta es la realidad, solucionar esta situación pasa por la salida de la UE, OTAN y €.
Y tanto, de las tres cosas.