La erótica del poder
Las encuestas pueden engañar, pero también enganchar a los supuestos mandatarios del Ejecutivo cara a las siguientes elecciones: el PP sale triunfal pero escuálido; Ciudadanos , gordo pero desencantado y el P.S.O.E. restadito de cuentas, como su adversario; y serio tirón de orejas para los podemitas y los nacionalistas. En resumen, bipartidismo caquético nada proporcional a su ego, y es que los votos no dan.
Maquiavelo, al surgir las nuevas naciones-Estado a cargo de fuertes monarcas perfilados entre la nobleza, en su obra “El Príncipe” no receló en prodigar consejos a los monarcas: la nobleza, amiga y cerca, pero no dentro; el poder, único (en lenguaje actual: los separatismos y nacionalismos locales cerca, pero no dentro, y el cetro en la mano derecha).
Más adelante, ante la fuerza centrípeta que todo poder inspira y ante la totalidad de la monarquía absoluta, se lanzarían, primero, consejos para ser un buen monarca, como es el caso de Quevedo a Felipe VI, con “Marco Bruto”, recomendando la prudencia y la austeridad, la falta de engreimiento y la personalización y no delegación en segundos que fomentasen la corrupción, los “validos”.
Pero la burguesía y la identificación de los méritos con los derechos surgiría, y con ellos Locke, germen inglés de la futura Ilustración francesa, prodigando la división de poderes como eterna receta o antídoto de la lujuria y perversión del poder: la división entre el Legislativo, Ejecutivo y Judicial evitaría los abusos de poder y la corruptela y empantanamiento de que somos hoy testigos. Sería la base, asentada con Montesquieau, de los futuros regímenes liberales, tanto monárquicos como republicanos, tras la Revolución Francesa.
Pero es que tal Revolución Francesa, sacudimiento que programaría el siglo decimonónico europeo hacia el liberalismo, también sufrió de la soberbia del poder de los aparentemente más liberadores o populistas, cual es el caso de Robespierre: la excusa de una meta de soberanía plenamente nacional le otorgaría la justificación para implantar el “Régimen del Terror”, que, lejos de sólo acabar con los estamentos privilegiados, convertiría al pueblo en una horda furiosa y autodestructiva a base de ajusticiamientos sin juicio alguno más que la mera ira, a modo de una caza de brujas.
Y, como el hombre es el único y más animal de todos, que tropieza dos veces con la misma piedra y no aprende de su propia historia, nos vemos abocados de nuevo al mismo choque con distinto nombre: a día de hoy, el panorama español queda sembrado de pretensiones napoleónicas por un triste bipartidismo que imita al del pucherazo de la Restauración, apoltronado en la relajación de costumbres, en la fusión de poderes y en la prostitución de sus principios, carentes ya de ideología alguna, a la conveniencia de los separatismos y del europeísmo, incapaces de sostener una mera cuartilla de principios fundamentales que sostengan a una nación llamada España.
Roto el orgullo nacional, rota la moral del pueblo y la ética de sus gobernantes, el Congreso de los Diputados se asemeja a un corral de pelea de gallos donde todo vale y después se cose, pues se trata de ir sorteando los asaltos para mantenerse en el poder a cualquier precio, en ausencia de un programa político ni ideológico. Tres tristes tigres comiendo en un trigal, corruptela al calor del fuego del populismo. No se marcharán ni con agua hirviendo, porque todos ejercen de “aprovechategui” de todos y cada uno de ellos carece de la voluntad de la mayoría, aun a base de un sistema electoral acomodaticio para el bipartidismo tradicional.
Lo peor: un pueblo acostumbrado al voto inútil, a su falta de compromiso más que para las payasadas callejeras y de foto en redes sociales. Si no hay políticos, al menos que vengan los tecnócratas.
Error de disculpas. en el texto me refería a Felipe IV, no a Felipe VI. es el cansancio. Mil perdones
“Entre Austrias y Borbones, perdimos nuestras poseciones”
“No más reyes de estirpe extranjera,
ni más hombres sin pan que comer;”
Por una democracia organica de las corporaciones, no la inorgánica de los partidos políticos; esos anteponen los intereses de partido a los de la Patria y el Estado.
Errata:
…posesiones.
¿Quevedo dando consejos a Felipe VI…?
Supongo se referirá al Felipe que reinara en su época, y cuyo número ahora no recuerdo, puede que fuera Felipe IV, o así… (Si tengo tiempo, y ganas, lo miraré y publicaré. De cualquier forma, creo es la autora quien debería precisarlo debidamente).
De cualquier forma, EL ARTÍCULO ME PARECE MUY INTERESANTE.
Sí, si, errata, Felipe IV. Mil perdones
Que vuelva el rey Wamba.
Y tanto