Los españoles Craviotto y Toro, campeones olímpicos de K-2 200
Dos tallos prodigiosos, Saúl Craviotto y Cristian Toro, que cuando dan paladas parecen una piragüa con turbinas sacaron oro en la sofocante mañana de Río del Lago Rodrigo Freitas, en Lagoa.
Contra el viento, la pareja española metió tres décimas a los británicos Heath y Schofield y los lituanos Lankas y Ramanauskas para continuar con el siglo de oro del piragüismo nacional, el mayor caladero que encuentra en esta era nuestro deporte.
Fue una final a machete como todas las del K2 200. Medio minuto de sprint desde que bajan los portones. “Habíamos entrenado mucho la salida. A base de repeticiones y vídeos, la hemos ido perfeccionando”, admitió Miguel García, el entrenador que también lloró fuera de los focos como lo hizo Saúl, el joven, 24 años, que en press banca puede levantar 175 kg. “Pero Saúl tira más”, dice.
No hubo carrera. Fue un monólogo del bote español salvo los primeros 50 kg, donde la proa lituana se asomó algo. Para el metro 70 ya estaban delante a velocidad de crucero. Los hipermusculados palistas mueven los brazos a 170 paladas minuto en esta prueba. Todos menos los españoles, que han rebajado a 160 “porque es la manera de palear de Saúl desde hace tiempo y hay que adaptarse”, expone Garcia. Era un ritmo idóneo en una laguna de sólo metro y medio de agua donde es más recomendable remar menos, pero más intenso.
Nada evitará que la semana que viene Saúl vuelva a patrullar por las calles de Gijón
La meta la pasaron sobrados, con más de tres décimas de segundo sobre los británicos. Una diferencia sideral en esta distancia. Saúl le dio un golpe a la canoa de complacencia, como los jockeys hacen con los purasangres. La Nelo se habia portado. Luego en el pantalán se dio un abrazo de gol con Cristian.
Toro lloró como un crío en el podio. Un oro al lado del ídolo por el que se animó a tomarse su profesión en serio hace ocho años, cuando vio a Saúl con Perucho ganar el oro en Pekín, era lo máximo que podía soñar. Hace nueve meses ni existía esta embarcación. “Nos vamos a acostumbrar a hacer parejas en tiempo récord”, decía orgulloso el entrenador. Toro fue el elegido en el casting. “Es, como su apellido, un toro”, apuntó Saúl, un piragüista que alcanzó el doble oro, además, del bronce en Londres en K-1 200, la oportunidad que se le repetirá el sábado. Brilla junto a Nadal, Deferr, Zabell, Doreste y Llaneras. Casi nada. Aunque nada evitará que la semana que viene, Saúl, policía nacional como algún día piensa serlo Toro, vuelva a patrullar por las calles de Gijón.
“Deportistas” mercenarios nacionalizados, NO me representan, sean alemanes, somalíes, cubanos o italianos.
Basta de mercadeo de nacionalidades para negocio de la mafia del “deporte de élite”
Toro nació en Venezuela pero es hijo de padres gallegos que habían emigrados allí, así que de mercenario nada. Es un español de origen y de pura cepa.
En cuanto a Cavriotto, es catalán, efectivamente, independientemente de que su apellido sea de origen italiano.
Media Sudamérica tiene algún antepasado español, si no son sus padres, serán sus abuelos y si no sus tatarabuelos, y la mitad de estos tenía algún antepasado de fuera de España, y todos tenían un antepasado africano.
El que no tiene padres españoles es el remero rubio, Marcus, que te gusta tanto…. a ver si vas a resultar medio, medio…
Vamos a ver, HOMOSEXUAL. Cristian Toro es hijo de padres españoles, ergo es español. Que un panchito pueda tener algún antepasado español no lo convierte en español, dado que son mestizos.
Me encanta este tío, Craviotto. Por lo visto es catalán, pero por el apellido supongo que debe ser descendiente de inmigrantes. Y su pareja también, el inmigrante venezolano Cristian Isaac Toro Carballo, es un encanto.
Lo más curioso es que ambos tienen nombres judíos: Isaac y Saúl. Bravo por ellos!