Falsedades monárquicas y comunistas
1 . Falsedades monárquicas. Como entre nosotros, los españoles, abundan los lameculos, de vez en cuando se escucha por la radio, se lee en los periódicos o se ve en la televisión a uno de esos seres que buscan y consiguen mejorar su nivel de vida a base de engañar o confundir al resto de sus compatriotas con infundios construidos deformando la realidad presente o la pasada.
Uno de esos infundios es el que afirma: “Desde la muerte de Franco hasta mayo de 1977 España tuvo dos reyes: Juan III y Juan Carlos I”. Nada más falso. Don Juan de Borbón y Battemberg no fue nunca rey de España, por mucho que una corta -pero muy bien posicionada- minoría monárquica lo considerara como tal, posponiendo razones históricas y legales a sus devociones idólatras… Es evidente, nadie lo discute, que en el orden familiar y dinástico don Juan siempre estuvo por delante de don Juan Carlos. La tragedia del padre es que siendo hijo de rey y padre de rey, él no fue nunca monarca.
Otro infundio se añade al que comento. Es el que afirma que “en mayo de 1977 don Juan renunció a sus derechos dinásticos”, sin especificar en qué consistían tales derechos y dentro de qué orden legal habían nacido y tenían efectividad. Lo acertado es decir que en esa fecha don Juan renunció a sus pretensiones políticas y dejó de ser lo que había sido siempre, durante 36 largos años: un pretendiente. El Pretendiente, si se le quiere dar algún relieve periodístico o social.
En mayo de 1977 don Juan Carlos era el rey legítimo de España, pues había llegado al trono en 1975 cumpliendo las exigencias del ordenamiento legal, político y social vigente en aquellos momentos, entre ellas la de jurar solemnemente ante Dios y los legítimos representantes del pueblo español que se comprometía vitalmente a defender y perfeccionar los principios jurídicos y políticos del citado ordenamiento. Don Juan acató esa legalidad y ese compromiso. No hay más verdad que ésta.
2. Falsedades comunistas.
Los tuiteros declaradamente comunistas y los filocomunistas que desde diversos puntos disimulan su verdadera militancia suelen aprovechar cualquier oportunidad para difundir su perspectiva política del pasado y del futuro, de modo que falsean la primera para encubrir mejor su verdadero objetivo. Así lo vienen haciendo siempre respecto, por ejemplo, de lo que fueron las Comisiones Obreras durante el franquismo. Han conseguido con ello instalar en el ánimo de muchos españoles la falsa idea de que merced a tales comisiones -y a otros instrumentos de acción- fueron los comunistas los principales y más eficaces enemigos del régimen de Franco. Así sucede, también como ejemplo, con respecto a lo que sucedió en España el 18 de junio de 1959. Para ellos fue y sigue siendo un éxito la huelga general pacífica que habían convocado en esa fecha con el propósito de parar el país y darle la puntilla a un sistema sociopolítico que a su juicio empezaba a descomponerse, cuando la verdad es que cuando los organizadores de esa huelga salieron a las calles de Madrid y demás ciudades observaron que en ellas todo marchaba como un día cualquiera. No había pasado nada, ni nada pasó a lo largo del día. Un rotundo fracaso había coronado aquella iniciativa.
Sin cambiar los fundamentos teóricos del partido, sus dirigentes -tras diversas y prolongadas controversias internas- decidieron revisar la táctica y la estrategia usadas en el campo laboral. A partir de entonces intensificaron sus contactos y compromisos con los órganos democristianos que en ese campo trabajaban para significar que ellos eran otra cosa diferente de Franco y su modo de entender y servir a la Iglesia. Así consiguieron los comunistas más dinero y mayores y mejores medios para seguir con sus propósitos revolucionarios. Así lograron hacer que bastantes democristianos, incluídos sacerdotes y frailes, se hicieran comunistas sin que ningún marxista -que se sepa- se hiciera cristiano. Pero esta es otra historia digna de mayor atención.