No más profecías sobre el paro
Susana Fernández.- Los informativos de todas las cadenas derrochan glamour de la mano de la boda real británica, una cita histórica y una oportunidad para evadir la realidad. Pero el segundo plato ya no es digno de un gran banquete. Tras los brillos llega la oscuridad de una nueva EPA, que el viernes confirmó que la recuperación sólo está en la mente de unos gobernantes empeñados en convertir la realidad en un cuento (sin príncipes ni princesas y sí muchos sapos). Un cuento que los casi cinco millones de parados españoles están hartos de escuchar. La historia se repite. Andalucía y Málaga registran cifras de pesadilla, con un 30 y un 32% de paro respectivamente. Los análisis comparativos son contundentes. El andaluz es el dato más alto de los últimos trece años, mientras que la provincia es la segunda de España con mayor porcentaje de paro.
Sin embargo, «existen indicadores que muestran tendencias positivas». Eso nos cuenta el consejero de Economía, Innovación y Ciencia, Antonio Ávila. Pero suena a cuento, aunque esa no sea la intención. Como cuando el consejero de Empleo, Manuel Recio, habla de una desaceleración de la caída de la ocupación y el aumento del paro. ¿Cómo creer los augurios políticos cuando no dejan de fallar? No llegaremos a los cuatro millones de parados a nivel nacional, dijeron primero. Por supuesto que no habrá cinco millones de desempleados en España, sentenciaron después. La cifra ya va por 4.919.200 parados. ¿Cuál será la próxima profecía? Mejor que no hagan ninguna, por si acaso.
Hoy por hoy lo único cierto son los terribles datos que se acumulan en las páginas de los periódicos y que contradicen a unos mandatarios perdidos en sus contradicciones. Y mientras, dos de cada diez malagueños viven ya en situación de pobreza, según el último informe de la Fundación Foessa. En total, 332.800 personas en la provincia intentan sobrevivir sin más recursos que las ayudas no oficiales. Una cifra directamente relacionada con el paro, que ya dura años para algunos y sin esperanza de encontrar una salida.
Semejante panorama hace imprescindible la labor de organizaciones como Cáritas y de ciudadanos anónimos que siguen esforzándose incluso en estos tiempos para ayudar al que poco o nada tiene ya. Y esta labor sí es un oasis en el desierto de propuestas creíbles y efectivas para superar la situación. Son muchos los que se preguntan cómo es que todavía no se ha producido una verdadera revolución ciudadana contra la situación y unos gestores políticos que se están demostrando incapaces de solucionarla. Pero, a falta de grandes revueltas, sí hay pequeñas batallas silenciosas. Las que libran cada día todos aquellos que están inmersos en la labor de ayudar al otro, los que sacan de donde no hay para que todas esas familias sin ingresos puedan tener un plato en la mesa. Son pequeñas grandes gestas que marcan la diferencia en un momento en el que la desesperanza puede llevar al egoísmo.
Los cuentos infantiles de príncipes y princesas siempre acababan bien. Pero la realidad actual está muy alejada de aquellas historias, aunque en la tele nos cuenten finales con el clásico «y comieron perdices».