Matías Mau: “La desaparición de la humanidad no implicará la aniquilación biológica del planeta”
Matías Mau/Especial para AD.- Impotentes hemos vivido el azote de un tsunami ocasionado por uno de los peores terremotos de la historia que hizo temblar a todo el Pacifico y hemos visto cómo una gigantesca oleada engullía camiones, barcos, trenes, coches, casas y personas.
En el seno de la verdadera Creadora nada es eterno, todo tiene un inicio y un final, ríos, océanos, montañas rocosas y continentes, ni siquiera ella es eterna; por ello los científicos se afanan en buscar un planeta habitable para de este modo perpetuar la especie.
Todo empezó hace 5.000 millones de años, cuando no había Sol ni Tierra. La única cosa que existía en el área de la galaxia era una enorme nube de polvo y gas interestelar.
Se creó el Sol y al tiempo que este se contraía y calentaba, los restos que le rodeaban también empezó a evolucionar. Cuando estos restos se ponen en marcha alrededor del Sol, chocan accidentalmente unos contra otros. Algunas colisiones convierten los planetas en escombros, otras los unen.
La Tierra se formó a partir de la acumulación del disco proplanetario original
Durante millones de años el calor acumulado en su interior fue transportado al exterior por el movimiento de ‘Magna’. La Tierra también utilizó otro método para evacuar el calor: La teutónica de placas. En apariencia es el único planeta del sistema solar que elimina el calor de esta manera.
Hace 4.000 millones de años, la superficie terrestre era un espacio dominado por ríos de lava y lluvia de meteoritos, sin oxigeno, y así se mantiene durante millones de años resistiendo cinco extinciones que desbastaron la vida.
Desde hace 500 millones de años, después de la famosa explosión de Cámbric, la naturaleza pone las bases para todas las formas de vida actual.
De las cinco expulsiones, la más conocida fue la “Cretacicoterciária” que se asocia con la desaparición de los dinosaurios.
El futuro lejano de la Tierra será tan incompatible con la existencia del ser humano, como lo fue en sus inicios. Hace aproximadamente 300 millones de años que hemos cruzado la cima biológica, cuando los animales y las plantas colonizaban el planeta.
La actual biodiversidad, con nuestra civilización incluida, ha surgido de la edad del hielo, un singular periodo de estabilidad climática, y morirá con la siguiente edad de hielo, un fenómeno que se está iniciando ya en nuestros días.
La desaparición de la humanidad no implicará la aniquilación biológica del planeta
Millones de años después que se pierda en la atmósfera la ranera final del último humano, la vida continuará su curso y dentro de 250 millones de años todas las masas terrestres tornarán a unirse en un supercontinente.
Los animales que todavía existan, dentro de 500 millones de años tendrán que enfrentarse a la falta de nutrientes y al calor. Cuando la temperatura global supere los 38 ºC los animales multicelulares emigrarán a los polos. Cuando se llegue a los 40 ºC de media se enfrentarán a la extinción, ya que por encima de los 45ºC las mitocóndrias celulares dejan de funcionar.
Dentro de 1.200 millones de años el Sol será un 15% más brillante y hará que la superficie alcance los 70 ºC de media
El sistema global de circulación de los océanos se hará detenido y el termostato planetario estará apagado y el mar también estará muerto.
En este hermoso paraje, ningún tipo de vida compleja estará presente. Únicamente las bacterias seguirán allí, pero no por mucho tiempo. La radiación ultravioleta esterilizará la superficie y solo unos cuantos podrán ocultarse bajo tierra. Las montañas se irán erosionando lentamente, la gravedad no podrá impedir que el oxigeno se escape al espacio. La Tierra se habrá convertido en un planeta oxidado, como lo es hoy Marte.
Así se enfrentará nuestro planeta a su irremediable final
El artículo que describo no es una parábola divina, porque no creo en divinidades. Es un cálculo del meticuloso trabajo que han realizado estos científicos.
James Kasting, profesor de geociencias de la universidad de Pensilvania, Kin Caldeira, del Departamento de Ecología Global del Instituto Gamegie de Washington; James Lovelock químico, Christopher Scotese, experto en tectónica de placas de la Universidad de Texas a Arlington; Miki Whhtfiel, biólogo, Andrei Linde, cosmólogo de la Universidad de Stanfort, y Sean Carrol experto en energía oscura del Instituto tecnológico de California.
*Matias Mau es minero y escritor.