Gadafi, desesperado, habría ordenado sabotear los oleoductos
Oriente Medio se encuentra completamente convulsionado en una situación de absoluta volatilidad, que nadie hubiera imaginado poco tiempo atrás. La propia Inteligencia Militar israelí confesó que no pudo predecir los eventos. Incluso, el subjefe del Estado Mayor de Tzáhal, Iair Naveh, expresó en una ceremonia con rabinos del cuerpo castrense que la revuelta popular en el mundo árabe es algo que “viene de arriba” e instó a sus tropas a creer más.
La tormenta se focaliza en Libia, donde el dictador Muammar Kadafi ve tambalear su régimen. El “raís” libio, que cuando comenzó su revolución con un golpe militar construyó una Estado socialista sui géneris de orientación pro-soviética, ha terminado como la mayoría de los gobiernos de la región en una conspicua cleptocracia.
Kadafi ha alistado ahora a mercenarios africanos para que disparen contra los manifestantes, y ordenado a sus aviones bombardear a las ciudades que se han rebelado.
El país parece dividido entre la parte oriental, donde el déspota libio habría perdido el control, sobre todo en la región de Cirenaica, y el sector occidental, donde aún mantiene focos leales.
A pesar de la masacre de centenares de manifestantes que las fuerzas represivas han producido, las grandes potencias, y sobre todo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se muestran reluctantes a exigir la salida de Kadafi, tal como lo hicieron con el presidente egipcio Hosni Mubarak. Es que la situación geopolítica de ambos países no es comparable. Egipto posee 80 millones de habitantes, de los cuales una gran mayoría se encuentran bajo la línea de pobreza y viven con apenas unos dólares diarios. Egipto no tiene prácticamente recursos naturales y sus ingresos principales provienen del turismo y del tránsito naviero que cruza el Canal de Suez.
En cambio, Libia es un país extremadamente rico, con solamente ocho millones de habitantes, fundamentalmente tribus de beduinos árabes y beréberes que duermen sobre una enorme, e interminable, cuenca petrolera. Allí no existe un problema existencial por la supervivencia diaria como en Egipto. En Libia no existe la pobreza que se conoce en el país del Nilo. Allí no hay gente que vive en los cementerios, ni personas que llegan al fin del día con el estómago vacío. Dentro de todo, el régimen de Kadafi se preocupó por mantener una igualdad relativa entre las distintas clases sociales. Más aún; Libia es conocida por los grandes subsidios a los alimentos. A tal punto que habitantes de las vecinas Sudán, Túnez, Egipto y Argelia, suelen viajar a Libia para comprar aceite, harina y azúcar para revenderlos en sus países de origen.
El caso de Libia reivindica el viejo proverbio popular de que “no sólo de pan vive el hombre”, sino también que la gente suele salir a la calle para exigir una nueva distribución del poder económico y político, además de otras cuestiones culturales.
Desde el punto de vista económico, el clima de protestas ha elevado el precio del petróleo en un nueve por ciento en pocos días, a por encima de los 100 dólares el barril.
Desde que la revuelta llegó a Libia, el juego se ha transformado en una cuestión completamente diferente. Libia no es una productora de petróleo menor como Egipto, Bahrein, o Túnez. Todavía no es una gran productora pero Occidente está comenzando a rezar para que la ola de protestas termine aquí.
El efecto de pánico que hemos visto en los mercados es sólo un pequeño temblor, si el precio del oro negro sigue subiendo como resultado de las complicaciones verdaderas para el suministro del combustible en la zona.
La fiesta de la recuperación económica en el mundo terminará en forma repentina como resultado del súbito disparo de los precios de la energía. En este sentido algunos reportes señalan que Kadafi ha comenzado a explotar los oleoductos que conducen al Mar Mediterráneo o a incendiar pozos de petróleo en el Mediterráneo (una amenaza que su hijo, “Seif el Islam” -espada del Islam- había formulado días atrás), para señalar a sus enemigos del interior y el exterior que es un oponente serio y puede causar serios problemas a toda la humanidad.