Se repite el guión: ¿por qué solo los supuestos criminales de la extrema derecha gozan de una envidiable salud mental?
En muchos países europeos y ahora parece que también en Estados Unidos, las autoridades tienen instrucciones de callar, ocultar, minimizar los delitos cometidos por islamistas. Proteger a sus nacionales ha pasado a ser una preocupación menor para países que protegen antes a los terroristas.
Este juego masoquista lo hace posible la connivencia de los líderes occidentales con el proyecto mundialista que defiende fanáticamente Joe Biden. El viernes, un agente de policía resultó muerto y otro gravemente herido tras ser embestidos por un vehículo en uno de los puestos de control de acceso a la sede del Congreso de Estados Unidos.
El conductor, Noah Green, salió del vehículo tras el impacto con la barrera blandiendo un cuchillo, momento en el que los agentes dispararon contra él. Dábamos por hecho la desvinculación del criminal con la llamada “ultraderecha supremacista” al ocultarse sus datos. Todo apuntaba a que se trataba de un islamista y que, siguiendo el guión ante casos similares, las autoridades norteamericanas terminarían atenuando la responsabilidad criminal del asesino con supuestos problemas mentales. Dicho y hecho. A las pocas horas se daba a conocer la vinculación del asesino con el grupo terrorista conocido como la Nación del Islam, liderado por Louis Farrakhan.
La más que presunta vinculación del atacante con el islamismo yihadista se convirtió en una cuestión accesoria que los medios progresistas apenas mencionaron. En cambio se engaña a la población indicándole, por boca de la policía, que el asesino «tenía problemas mentales». Semejante patrón ya es habitual en Europa. En los medios franceses, cualquier mención a los vínculos entre el islamismo y la violencia se han eliminado ya completamente. Cuando un islamista perpetra un ataque con cuchillo y grita «Alá Akbar» («Alá es el más grande»), el mensaje oficial que se publica, incluso antes de que se inicie cualquier investigación, declara invariablemente que lo sucedido «no tiene nada que ver con el islam» y no tiene «carácter terrorista». Nos preguntamos por qué las consecuencias de ciertas psicopatías son siempre criminales cuando el psicópata pertenece a un determinado credo y no a otros. ¿Por qué los cristianos con problemas mentales, o los budistas, no sienten el irrefrenable deseo de matar que en cambio sí tienen estos “perturbados” representantes de la “religión de la paz”? ¿Por qué a los criminales de otras confesiones no se les concede el mismo atenuante? ¿Por qué no se nos ofrecen datos acerca del asesino de ayer más allá de sus “problemas mentales”?
El 25 de mayo de 2020, en el vecindario de Powderhorn, en la ciudad de Mineápolis, Minesota (Estados Unidos), murió George Floyd, de raza negra, como resultado de su arresto por parte de cuatro policías locales. En pocos días, el hecho generó una oleada de indignación y protestas a lo largo de todo Estados Unidos en contra del racismo, la xenofobia y los abusos policiales hacia ciudadanos afroestadounidenses en dicho país. Las protestas también se extendieron a otras ciudades del mundo. La noticia acaparó portadas y las cabeceras de informativos de todo el mundo. La polémica suscitó un debate sobre el racismo en Estados Unidos que aún continúa. Muchos señalaron directamente a Donald Trump como responsable de este lamentable suceso.
Ahora, en cambio, un negro seguidor del islam radical atropella mortalmente a un policía e hiere gravemente a un segundo, ambos de raza blanca, y ni una sola voz de la izquierda habla de crimen racista. Y además se atenúa la responsabilidad del criminal con un supuesto trastorno mental. Al parecer, solo los autores de supuestos hechos delictivos vinculados a la llamada extrema derecha disfrutan de una envidiable salud mental.
Si un policía blanco causa la muerte de un ciudadano de raza negra en el transcurso de una detención, se considerará el hecho como un crimen racista. En cambio si un ciudadano norteamericano de raza negra aplasta con su coche a dos policías de raza blanca, se considera un hecho aislado atenuado además por los problemas mentales del homicida. Supuestos idénticos pero distinto tratamiento mediático.
Ponemos otro ejemplo trasladado al ámbito local: se arma una trifulca y a resultas de la misma tenemos a un marroquí con un brazo roto. De inmediato se clama y se acusa de “odio” y xenofobia al agresor si es español. Pero si ese mismo marroquí arrastra y le parte el brazo a una abuela para robarle el bolso, en este caso no se hablará de “odio” ni nadie se aventuraría a decir que el marroquí “odia” a los españoles y que por eso agredió y robó a la anciana. Nada. Se trataría de un delito de robo con violencia y resultado de lesiones más o menos graves, pero “odio” no hay. ¿Y por qué no va a haber “odio” cuando una persona asalta a otra, sea de Alcorcón o de Nueva Guinea Papua? Todo delito tiene una vertiente oscura e indeterminada. Para muchos, toda violencia implica “odio”, a no ser que sea llevada a cabo por un psicópata o un sociópata carentes de sentimientos, que buscan el mal por el mal, que ni sienten ni padecen y que tan solo quieren causar daño
La izquierda ha puesto en marcha una propaganda única en la historia de la humanidad para crear en los occidentales un sentimiento permanente de culpabilidad, un odio de su propia identidad que algunos llaman etnomasoquismo, una verdadera enfermedad mental colectiva que nos está llevando a un suicidio masivo.
Veo la mano del FBI detras de esto, necesitan justificar como sea la continuidad de las medidas de seguridad, seguro que no consiguieron comerle el coco a ningun partidario de Trump y tiraron de moro loco, no lo van a crucificar igual que a un blanco ni de lejos pero les sirve para que siga llegando el dinerito para mantener la paranoia dictatorial en Washington
Eso es para que sepamos que nuestra liberación no vendrá de ningún politico, todos al servicio del marxismo imperante de los amos del mundo: somos nosotros quienes debemos defendernos. El hombre blanco debe hacer honor a su inteligencia superior y saber urdir de nuevo las herramientas que nos saquen del atolladero para derrocar al poder reinante, esa cueva de psicópatas siempre dispuestos a hacer lo que sea por perpetuarse en el poder y en el dominio del paneta para siempre…
Sern de extrema derecha es tener ya una salud mental de camisa de fuerza.
explica por favor que significa ser de extrema derecha, estoy seguro de que ni tu mismo lo sabes
El poder fáctico es experto en cortinas de humo a través de los medios de comunicación, el pan y el circo, y señalando otras cosas, para que nadie mire los asuntos que deberían importarle al ciudadano. Pero mientras unos pretenden hacer seguidismo de esas cuestiones triviales, otros piensan y señalan las cuestiones de calado que deberían importarnos a todos. He aquí el problema, cuando la mentira del sistema está tan podrida, que se popularizan alternativas políticas que molestan a los poderes fácticos, entonces estos más los otros, los que crean la confusión y los que se la comen, haciendo seguidismo… Leer más »