Jesús Nazareno, Rey de los judíos
Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa.- Escribió Pilato un título y lo puso sobre la cruz; estaba escrito: Jesús Nazareno, Rey de los judíos. Muchos de los judíos leyeron este título porque estaba cerca de la ciudad el sitio donde fue crucificado Jesús, y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego.
Dijeron, pues, a Pilato los príncipes de los sacerdotes de los judíos: No escribas rey de los judíos, sino que Él ha dicho: Soy rey de los judíos. Respondió Pilato: Lo escrito, escrito está. Jn. 19, 19-21.
Queridos hermanos, han pasado más de dos mil años y el letrero puesto por Poncio Pilato sigue en el santo madero de la Cruz, sigue en su sitio. Pilato no lo quitó en su momento, y ya nadie lo podrá quitar. El letrero, INRI, abreviado, sigue puesto en su sitio. Aunque los judíos renieguen de él, lo escrito, escrito está: El Señor es el rey de los judíos, como lo es de toda la humanidad, de todo lo creado. Jesucristo es el Rey y Señor de lo visible e invisible; y aun cuando muchos se nieguen a reconocer su reinado, Él es el verdadero y único Rey.
Nadie, como hemos dicho, quitó el letrero de la Cruz. Ese letrero se alza visible en cada Santo Sacrificio, recordando el reinado de Cristo en la Cruz. Porque nuestro Señor ejerce su majestad desde el Calvario.
Este letrero debe hacer recapacitar a nuestros Pastores en su acción ecuménica y de diálogo religioso. Jesús Nazareno, Rey de los judíos, se escribió en latín, hebreo y griego, para significar las lenguas conocidas y por tanto Rey de toda la tierra, de todos los hombres, de toda raza y creencia. El letrero es testigo mudo de la verdad de nuestro Señor Jesucristo, de su obra redentora y de su muerte en la Cruz. Es testigo del pecado del hombre que, en su desobediencia, ofendió al Creador siguiendo las insidias del demonio.
El pecado original dañó la armonía de lo creado y su unión perfectísima con Dios creador. Todo lo creado ha salido de las manos de Dios, y aquellos que no reconocen a Dios Creador, Dios redentor y Dios santificador, es decir, a Dios Uno y Trino, es consecuencia del desorden introducido por el pecado de nuestros primeros Padres. Porque todo lo creado nos habla del único Dios, Uno y Trino; nos habla del único Dios, de Jesucristo que desde la Cruz reina sobre toda la Creación. El Letrero lo confirma: Jesús nazareno, Rey de los judíos.
No se pueden ocultar estas palabras, y lo más importante, no se pueden ni podrán quitar del madero. Desde aquella tarde del Calvario hasta el fin de los tiempos, los hombres seguirán leyendo: Jesús Nazareno, Rey de los judíos. Por mucho que no quieran leerlo, por mucho que renieguen de esta frase, por mucho que la desprecien, lo escrito, escrito está. La Verdad no puede ocultarse. Permanece, para escándalo de unos y para absurdo de otros.
Comprobamos, con intenso dolor, para asombro de propios y extraños, que son nuestros propios Pastores, muchos de ellos, quienes querrían quitar el letrero del madero. Querrían hacer lo que Poncio Pilato no hizo, querrían hacer lo que quisieron hacer los judíos. Pero ya no es posible. No pueden quitar el letrero. Por mucho que digan que no hay que evangelizar a los judíos, el letrero los delata y los señala en su error y traición a la Verdad del reinado de nuestro Señor Jesucristo sobre todo los hombres de la tierra, sin distinción de religión o creencia.
La Evangelización es siempre la misma: anunciar al mundo entero el reinado de Jesucristo, el sometimiento de todo lo creado a Él. Anunciar la salvación para los que creyeren y la condenación para los que conociéndole le rechacen voluntariamente.
Aunque el hombre quiera cambiar la realidad de Dios, ocultando la verdad del único Dios, Uno y Trino, la verdad de que fuera de Él no hay otro Dios, el letrero es testigo mudo de la Verdad que ha quedado hasta el fin de los tiempos: Jesucristo Nazareno, Rey de los judíos. No hay otro Rey, otro Dios que Jesucristo. Para que al nombre de Jesús doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (Flp. 2, 10-11).
Aunque los judíos no le quisieron recibir como Rey, y por eso pidieron que fuese crucificado, no por eso dejó de ser Rey enviado por el Eterno Padre para que reinase en ellos – Yo he constituido mi Rey sobre Sión, mi monte santo (Sal. 2, 6) – y en todos los hombres.
Un simple letrero recuerda la Verdad a los titubeantes, sonroja a los cobardes, refuerza en la fe a los creyentes, y recuerda a todos la salvación del alma. Quien crea se salvará, quien se niegue a creer, se condenará.