Sobre el ayer, el hoy y el mañana
1 . Pasado, presente y futuro. El estado en que se encuentra España, dentro de una gran crisis que abarca una no superada crisis económica, una creciente y profunda crisis política y una no menos profunda y variopinta crisis moral, motiva que un puñado de preocupados españoles de este o aquel signo político se reúna de vez en cuando y dé a conocer lo que ellos estiman puede ser una solución para esta o aquella crisis o para la crisis total que es causa o resultado de todas las demás. Esa solución casi siempre consiste en recuperar la figura y/o la obra de un ilustre español muerto muchos años antes de que sobre nuestro país cayeran los primeros copos de la nieve que ahora nos ahoga. Para superar el tremendo obstáculo que representa el hecho de cada tiempo tiene su afán y que ninguna cosecha puede sembrarse o recogerse fuera de la temporada que le corresponda, los ilusionados recuperadores de la persona y/o la doctrina que les reúne, impulsa y mueve, señalan que esa doctrina y esa figura precisan ser debidamente interpretadas mediante una rehabilitación de su actuación histórica, una actualización de su ideario y un retoque a su propuesta de futuro.
Uno de esos grupos inquietos es el que desde hace años constituye la Plataforma 2003, nacida el 29 de octubre de 1999 para preparar y celebrar el centenario del nacimiento de José Antonio y que desde entonces se esfuerza por hacer posible la recuperación histórica de su figura, vida, pensamiento y obra, centrando primero su tarea en la publicación crítica y auténtica de sus escritos y discursos, reunidos en dos grandes tomos de sus Obras Completas en una Edición del Centenario, cosa que se logró en 2004. A partir de esa fecha la Plataforma fue más una agrupación de nostálgicos empeñados en recordar el pasado y criticar el presente que en construir un futuro. Cuatro años después, el 29 de marzo de 2008, la VIII Asamblea General decidió iniciar una nueva etapa en la vida de la Plataforma, consistente en -sin renunciar a su pasado- participar en el gran debate político nacional, siempre desde el plano cultural de las ideas y sin descender a la arena de la cotidiana pugna política.
El debate que atraía a Plataforma en 2008 era el que entonces se presumía inmediato por necesario: la posibilidad y la conveniencia de reformar la Constitución del 6 de diciembre de 1978, vigente desde entonces y que rige nuestra convivencia y la virtualidad de la II Restauración Borbónica. La revisión constitucional y su necesaria reforma son objetivos imprescindibles en el pensamiento y la acción de casi todos los partidos políticos. Para Plataforma lo exige el triple objetivo de salvar y guardar la sagrada unidad de España, lograr el necesario rearme ideológico, patriótico, soberanista y competencial del Estado, y conseguir la anhelada regeneración democrática mediante la reforma absoluta de la actual Ley Electoral, dando con ello fin a la partitocracia oligárquica actual y erradicando la generalizada corrupción política y administrativa.
Lo que pretende, pues, Plataforma 2003, y no desde ahora sino desde hace cinco años, es poder sumar su clara y limpia voz joseantoniana a cuantas otras existan o se levanten con el objetivo de ofrecer a todos los españoles una nueva gran esperanza que nos devuelva el orgullo de serlo. Desde 2008, mediante seminarios y su Escuela de Verano, ha venido debatiendo y poniendo en claro la primera parte de una propuesta a suscribir por toda la Plataforma sobre el futuro de España y el legado de José Antonio, habiendo llegado a concretar unas ideas-fuerza en que basar la nueva esperanza y diseñar los que bien puede llamarse “nuevos dogmas nacionales” como sustento de una posible propuesta ideológica y programática para la vida y la acción de Plataforma 2003.
Seguiré, Dios mediante, hablando de este quehacer en nuevas apuntaciones.
2. Memoria
Conviene tener memoria histórica. Para recordar, por ejemplo, que la llegada de la II República Española -el día 14 de abril de 1931- se celebró con espectacular alegría en casi toda España durante los dos o tres días siguientes, una vez superado el estupor con que se conoció la caída de la Monarquía y -sobre todo- el que Alfonso XIII había entregado el Poder a los dirigentes republicanos y viajado a Cartagena para embarcar esa misma noche del 14 en un barco de guerra con destino a Francia, dejando así abandonado a su pueblo.
Conviene recordar también que pasada la alegría motivada por la instauración pacífica de la II República, a partir de la celebración del 1 de mayo empezaron a darse por todas partes de España signos evidentes de que el pueblo español era inventor y protagonista de un callado y creciente desengaño. Alegría y pesar decrecieron y aumentaron en diferentes pesos y medidas a lo largo de los siguientes meses y años, dando como consecuencia que España entera pasara a ser un campo de batalla. En breve espacio de tiempo se dieron a conocer hechos demostrativos de que el desengaño y la alegría habían degenerado en unos enfrentamientos cada vez más preocupantes. Así, en agosto de 1932 se produjo el intento monárquico del general Sanjurjo; en octubre de 1934, el pronunciamiento de los mineros asturianos, la huelga general -muy desigualmente seguida- en toda España, y la proclamación del Estado Catalán en Barcelona; y en julio de 1936, tras cuatro meses de incidentes continuos y muertes aisladas, el asesinato de Calvo Sotelo -jefe de un partido legal y minoritario, sacado de su domicilio por la fuerza pública durante la noche- y el alzamiento militar y popular del 18 de julio, que de modo inmediato derivó a ser la guerra civil que duró treinta y dos meses vitales.