La macarrada nacional
Para que no se malinterprete el calificativo, diré que la definición oficial de macarra es: persona de mal gusto, vulgar, chulesca, pendenciera… ¡Vamos!, que Pedro Sánchez cogió la definición, se la echó al bolsillo y llenó su Peugeot con los máximos representantes de la macarrada nacional. Y además, muy puteros.
Con esta pintoresca compañía ganó las primarias de un descerebrado PSOE, que eligió a los malotes del barrio antes que a la coherencia de un Madina, con el que —seamos claros— nada de esta sinvergonzonería habríamos tenido que soportar.
Con el trío que colocó como su particular guardia pretoriana, hemos padecido y seguimos padeciendo cositas como la de ver a todo un Koldo de consejero de Renfe —y luego nos preguntamos por qué los trenes no funcionan—. Hemos tragado con nombramientos a dedo en empresas públicas para amigos de barra de bar, que a su vez han adjudicado contratos a constructoras afines, y convertido esos despachos en agencias de colocación para sobrinas.
Es imposible no hilar los hechos recientes con las primeras andanzas de este sanchismo desvergonzado: desde las tretas de Begoña con sus salvamentos aéreos y sus manejos universitarios, hasta el hermanísimo creando puestos a su medida. Y por supuesto, imposible olvidar aquella gloriosa noche en que Ábalos fue portador de las famosas cuarenta maletas de Delcy en un aeropuerto donde, oficialmente, nadie pisó suelo nacional. Debieron levitar hasta la sala VIP, cual Santa Teresa moderna, para repartirse los regalitos.
Todo esto evidencia que no hablamos de una macarrada puntual de tres chorizos, sino de una organización criminal disfrazada de gobierno desde el minuto uno. Un esperpento de barbaridades torrentianas, perpetradas por los mismos personajes que se votaron en aquellas primarias, y que ahora sostienen el poder con el apoyo de enemigos declarados de la Constitución. Y no porque consigan nada a cambio —ni siquiera ya concesiones ideológicas— sino porque les interesa alargar el sueldo, las dietas y el coche oficial hasta 2027.
Nunca hubiéramos imaginado algo tan vergonzoso, tan cutre y ridículo.
Ahora defienden que se quedan, por que si van a elecciones pierden, y quieren salvarnos de la mayoría que votemos.
Qué asco de gentuza.
Gentuza. Yakuza. Y yo sigo.