Chivite, la tapada de Cerdán
Mayte Alcaraz.- María Chivite, una sanchista de primera hora con los resabios sectarios correspondientes, preside Navarra gracias a los proetarras. Esa tarjeta de visita sería bastante para que la vergüenza no le dejara salir de casa, pero ella está orgullosa de deberle la presidencia a Otegi, tras aquel acuerdo de 2019 mediante el cual los amigos de ETA se abstuvieron en su investidura y dio comienzo así una entrañable camaradería de Bildu con el socialismo español. Así recuperó Chivite Navarra para el PSOE, después de que en 1996 su antecesor Javier Otano tuviera que abandonar el Gobierno foral cuando se descubrió que tenía una cuenta irregular en Suiza, vinculada a la trama navarra del caso Roldán. Algún navarrico sacará letra para una jota: Compré una burra en Navarra y se me murió en Chivite… ¿Qué podía salir mal en el PSN?
Pero además de Pedro y Arnaldo/Arnaldo y Pedro (tanto monta…), la presidenta foral tiene un tercer referente político que no desmerece a los anteriores: Santos Cerdán. Tan amigos son que Chivite se emocionó hace unos días al hablar del exsecretario de Organización socialista. «Lo que he leído en el informe —dijo entre lágrimas— no se corresponde con la persona con la que he compartido mi carrera política, que es mi compañero de partido y amigo». Razones tiene para llorar. Ha tenido que cesar a su número dos porque su pareja trabajaba en la empresa vinculada a la trama de Santos. Dice Chivite que ella desconocía esa conexión; esto de que no te enteres de lo que hacen tus colaboradores más directos es ya un clásico en el sanchismo: abstracción fatal. Socióloga de formación, a los 20 años se afilió al PSN, cinco años después ya formaba parte de las Juventudes Socialistas de Navarra, desde donde fue catapultada a una concejalía de su pueblo, un bello enclave de la Ribera de Navarra, al sur de la Comunidad, que nada quiere con la anexión que persiguen los batasunos al País Vasco. Solo hay que mirar el nulo conocimiento del euskera en ese bonito municipio y su respaldo electoral a la suma de UPN, PP y Vox, que ha barrido siempre al PSOE, para saber que Chivite no es profeta en su tierra.
Lo cierto es que, según la Guardia Civil, esa compañía accedió a diversas adjudicaciones del Gobierno autonómico. La clave navarra es fundamental en esta tenebrosa corrupción del PSOE. El túnel de Belate, objeto de las pesquisas de la UCO, lo licitó y pagó la Comunidad. Su importe es de 76 millones de euros y se encargó a Servinabar, propiedad de Joseba Antxon Alonso, amigo íntimo de Cerdán. Ahora ya hemos sabido que esa constructora con la que el socialismo navarro contrató los trabajos es propiedad en un 45% del expulsado mano derecha de Sánchez. Pero es que esta afortunada empresa ha disfrutado de seis adjudicaciones más por un valor total de 106,1 millones de euros. Cayó de pie en Navarra: la propia atribulada presidenta recibió en cuatro ocasiones a Alonso. Eso es suerte y lo demás, tonterías.
No olvidemos que Santos, navarro de nacimiento, fue parlamentario foral y Koldo García concejal en Huarte, municipio cercano a Pamplona. Allí ambos se hicieron amigos y el portero de prostíbulos fue promocionado por el examigo de Sánchez. De esa maravillosa comunidad autónoma, clave para el separatismo vasco y de donde Sánchez ha echado a la Guardia Civil, han salido numerosas corruptelas de Ferraz y promete que la historia no ha acabado. La trama navarra del PSOE cuenta además de con el citado Otano, con otro viejo conocido de la afición: Gabriel Urralburu, procesado por cohecho y fraude fiscal. Ambos expresidentes socialistas estaban vinculados al exdirector de la Guardia Civil, Luis Roldán, que, aunque era de Zaragoza, inició en Navarra su conocida trayectoria de corrupción y oprobio. De haber coincidido, cuánta información habrían intercambiado Ábalos y Roldán sobre las fiestas a calzón quitado y los tangas de leopardo.
Así que la sectaria Chivite, que se encaramó al poder con una alianza con Podemos y la marca navarra del PNV, a pesar de que Navarra Suma (la coalición de UPN, PP y Ciudadanos) le había ganado las elecciones, ha uncido un yugo a su cuello que comparte con su entrañable colega Santos. Los hallazgos de la UCO la han sentenciado. A ella y a su tío, Óscar Chivite, consejero de Cohesión Territorial —todo queda en casa. Dice que no dimite y que todo lo ha puesto en manos de la Oficina Anticorrupción que —sorpresa— dirige Bildu, cuesta un millón de euros a los navarros y no se enteró de las andanzas de los corruptos. Está acorralada, como su admirado jefe Sánchez, y lo sabe.