Pucherazo
Antonio R. Naranjo.- El chapapote de Pedro Sánchez, que no tiene precedentes, se remonta a 2014, cuando su banda perpetró los primeros golpes. La gravedad y variedad de tramas y de nombres ha provocado que no tenga la atención que merecía una de ellas: la constatación sonora del pucherazo que le ayudó a ganar en el PSOE, tal y como recoge la UCO en su penúltimo informe, con una indecente conversación entre Koldo García y Santos Cerdán para colar votos de más en las urnas.
Que hablen de dos o de 2.000 es irrelevante: si lo hicieron una vez, que tengamos constatadas, ¿por qué no tantas otras más? Lo cuantitativo, en todo caso, es menos importante que lo cualitativo, que es el beneficio directo que tuvo para Sánchez un apaño intolerable en una competición electoral.
La prueba aportada por la UCO no es, como pretende Sánchez, un asunto menor por el escaso número de votos amañados según la conversación, sino un indicio flagrante de que el pucherazo pudo ser mayor y una poderosa razón para preguntarse si esa tentación de adulterar los votos pudo extenderse fuera del partido.
Porque si hasta ayer era legítimo preguntarse a qué obedeció el interés de Sánchez por estimular el voto por correo al colocar las Generales en plenas vacaciones de media España, previa incorporación a la jefatura del servicio postal de su íntimo amigo Juan Manuel Serrano y de la indiscreta fontanera Leire Díez; hoy es urgente encontrar una respuesta.
Afirmar que el PSOE manipuló el resultado real de aquel 23-J sería un exceso inaceptable; pero exigir explicaciones que disipen la duda ya es imprescindible una vez confesado por sus propios protagonistas que en 2014 la banda de Sánchez sí manipuló una votación y que, a continuación, el presidente del Gobierno ha puesto especial interés en colonizar con adeptos, cuando no con sinvergüenzas, uno de los eslabones más relevantes del proceso electoral, el voto por correo.
Rematado todo ello, por cierto, con la colocación al frente de Indra, una empresa que no hace el recuento de votos pero sí lo tramita, de otro conocido feligrés del sanchismo, Marc Murtra, hoy ascendido manu militari a la empresa que controla y conoce las telecomunicaciones en España, Telefónica.
Las teorías conspiranoicas son tan fáciles de armar como improcedentes de airear y, en ese sentido, no es suficiente con poner sobre la mesa la cadena de sorprendentes casualidades en la misma dirección para dar por hecho fraude alguno en un sistema que, según los especialistas en la materia, tiene controles suficientes como para espantar el temor de antemano.
Y, pese a ello, lo ya sabido es de la suficiente gravedad como para que alguien rinda cuentas de lo sucedido en el PSOE en 2014 y, a la vez, calme la inevitable preocupación que ese antecedente y la extraña obsesión de Sánchez por el control de Correos suscitan.
¿Para qué nombraron a alguien que no sabía ni pegar un sello pero, eso sí, era el jefe de Gabinete del líder socialista? ¿Y por qué le añadieron a una sinvergüenza que, además de presumir públicamente de su participación en procesos electorales desde un departamento de Correos, aparece ahora en audios extorsionadores contra la UCO y alega, con infinita estupidez y poco respeto por la inteligencia ajena, que estaba practicando periodismo de investigación?
El simple apaño de la votación en el PSOE, con los votos que sean, es suficiente para que Sánchez se vaya a su casa y para que sus compañeros más críticos, hoy velando armas para un cruel ajuste de cuentas cada vez más cercano, pongan el grito en el cielo. Pero sobre todo lo es para poner al Gobierno bajo sospecha y tutelar como nunca, por si acaso, la próxima cita electoral y poner casi un sistema de vigilancia de 24 horas sobre las sacas de votos que se custodian en las oficinas de Correos.
No se puede hacer nada malo, dicen los que saben, pero que le pregunten a Eduardo Madina y compañía si ahora, en su fuero interno, piensan o no que la banda del Peugeot les robó las Primarias, en un estreno por todo lo alto de los chanchullos que esta tropa viene perpetrando desde entonces y que va a mantener.
Sánchez dejó claro ayer que, lejos de asumir responsabilidades, va a redoblar su desafío a la democracia. Porque hay que frenar a la ultraderecha, revertir el cambio climático y garantizar la paz en el mundo y para eso, el amigo de Koldo, Ábalos y Cerdán es el héroe que necesitamos.