Sevilla rezó cantando
Miguel Ángel Jiménez.- Este Lunes de Pentecostés ha sido uno de esos días que quedarán grabados en la memoria de los rocieros. La Virgen del Rocío ha vuelto a recorrer las calles de la aldea almonteña como cada año, cumpliendo con una tradición que mezcla fe, emoción y algo de improvisación. Pero lo vivido hoy ha tenido momentos inesperados y otros profundamente simbólicos, que definen lo que es el Rocío en toda su intensidad.
Una de las escenas más comentadas ha sido el controvertido paso por Villamanrique de la Condesa. La Virgen, llevada por los almonteños, no se detuvo ante la hermandad, rompiendo con lo que hasta ahora era una parada habitual. El gesto ha sido percibido como un desplante, y no ha pasado desapercibido para los peregrinos ni para quienes siguen cada detalle de esta romería. Las razones no están claras, pero la Blanca Paloma pasó de largo frente al simpecado manriqueño y ha dejado un vacío difícil de ignorar.
Sin embargo, si hay un momento que ha brillado por encima del resto, ese ha sido el vivido en la casa hermandad de Sevilla. Allí, a primera hora de la mañana, los del Salvador esperaban a la Virgen en su 75º camino, y lo hacían con algo más que rezos: con música. Siguiendo el espíritu del inolvidable Pascual González, Sevilla ha rezado cantando. El coro de la hermandad, arropado por decenas de voces, entonó plegarias mientras la Virgen parecía querer quedarse un poco más. No hubo prisas, no hubo tensión. Solo fe y emoción pura.
Bajo la dirección de su hermana mayor, May Rodríguez, la Hermandad de Sevilla ha preparado este aniversario con mimo, cuidando cada detalle. El reencuentro con la historia ha sido constante durante esta romería, desde la misa evocadora del primer camino de 1951 hasta el recibimiento de hoy, que ya se siente como parte del legado de la hermandad.
La Virgen del Rocío ha seguido su recorrido por la aldea, pero lo vivido en Sevilla quedará como uno de esos capítulos que se cuentan año tras año. Porque a veces, entre tanto fervor, hay momentos que paran el tiempo. Hoy, Sevilla no solo acompañó a la Virgen; la hizo suya con voz, guitarra y llanto.