Alcaraz firma una remontada épica para ganar su segundo Roland Garros consecutivo en una final memorable
El primer capítulo de todo lo que está por llegar entre Alcaraz y Jannik Sinner fue memorable y fue para Carlitos. El murciano se impuso en una final de Roland Garros de las que no se olvidan, la más larga de la historia. Salvó tres bolas de partido en el cuarto set, recordó al Nadal de Australia en 2022 ante Medvedev y se impuso por 4-6, 6-7 (4/7), 6-4, 7-6 (7/3) y 7-6 (10/2) en cinco horas y 29 minutos. Era la primera vez que se medían en la final de un “Grande” y el título fue para el número dos del mundo. Ya son cinco los “Grand Slams” de Alcaraz, dos más que el italiano. París ha confirmado lo que estaba vislumbrándose en la gira europea de tierra batida con los títulos en Montecarlo y Roma. El mejor “terrícola” del mundo es Alcaraz.
Darren Cahill, el entrenador de Sinner, es tan estoico como su pupilo en pista. Ni siente ni padece. Por eso cuando se levantó de la silla en el primer juego de la final, que se prolongó durante 12 minutos, fue la mejor pista de todo lo que estaba por llegar. Alcaraz estaba obligado a cuajar un partido tácticamente como el que se marcó en Roma ante el mismo rival. “El mejor que he jugado a nivel táctico este año”, comentó. Y así fue durante cinco juegos. Había una serie de consignas muy claras: mandar con la derecha, mover lo más posible al italiano, un primer saque consistente, cambiar las alturas, cambiar la velocidad de bola y no dar un paso atrás. Los mandamientos eran claros, pero cumplirlos… Y fue lo que sucedió cuando la final amanecía, en el tercer set y en el cuarto. Logró un break en la séptima oportunidad que dispuso. Fue una prueba de paciencia y consistencia, pero claro es que el número uno del mundo es imperturbable. Incluso habiendo firmado 13 errores no forzados en ese primer tramo. Le dio igual porque respondió a la ruptura con la misma medicina en el sexto juego. Fue apenas un suspiro cuando Sinner desactivó el plan de Carlitos, pero suficiente para que tomara impulso. Resolvió sus dos siguientes saques con autoridad y en el parón antes del décimo juego el español tuvo que pedir la intervención del médico por algo que le molestaba en el ojo derecho. El microparón no inmutó al italiano. Por algo en su país le llaman “La Macchina”.
Cuando el tenis de Sinner alcanza el modo robótico es una versiòn mejorada de Novak Djokovic. Y así fue como se mostró en el tramo final del primer set y el comienzo del segundo. Si en las rondas anteriores eso le había servido para no ceder un set, firmar tres roscos y ceder sólo 53 juegos, en la final le valió para coger impulso. Tomó carrerilla y se disparó. Encadenó cinco juegos seguidos, dos del primer set y tres del segundo, que obligaban a Alcaraz a replantearse la final. Se trataba de regresar al punto de partida. Con Sinner pegando palos sin tregua, incluso con el resto ante primeros servicios, Carlitos tenía que resetearse. Porque además la cabeza le estaba empezando a traicionar. “No meto un primero”, soltó a su palco. Para alterar en la medida de lo posible al de San Cándido había que cambiar alturas y velocidades. Evitar como fuera que Sinner siguiera moviéndose al ritmo que más le gusta. La receta a base de palos con sentido es la favorita del italiano. El paso inicial era asumir que en una final en París y con Sinner enfrente toca sufrir sí o sí. Además había que tratar de hacer otras cosas, buscar en la mochila nuevos argumentos porque el murciano los tiene. Y fue lo que hizo. Salió del bucle en el que estaba apelando a todo el tenis que tiene. Mezcló golpes, velocidades, se defendió de manera soberbia y volvió a gritar que estaba en la Philippe Chatrier. Levantó dos veces el puño, igualó el set y lo llevó al desempate. No bastó para voltear el segundo set porque el italiano volvió a ser “La Macchina” en el “tie-break”… pero en el camino de la apisonadora habían aparecido las primeras chinas.
Era el momento del más difícil todavía. Alcaraz nunca había remontado dos sets en contra. Pero el problema mayor no era ese. El tenis de Sinner se le había vuelto a incrustar en la cabeza. Los gestos y la charla con su palco eran reveladores. Ferrero, tan consciente como Alcaraz, le soltó: “Aguanta, aguanta como sea el momento”. Porque ese momento era el de un “break” de Sinner para empezar. Y Carlos aguantó. Fue capaz de encontrar rendijas en el juego del italiano. Encadenó cuatro juegos seguidos porque movió a Sinner, le funcionaron el servicio y la derecha, llegaron los errores del de San Cándido y fue un poco humano. Y lo fue por culpa del tenis del español. La prueba de que Alcaraz era otro es que tuvo la oportunidad de cerrar el parcial con su saque, pero no lo hizo y no le importó lo más mínimo. Lo selló con un recital de derechas, una volea magistral, cerrando el puño y llevándose la mano a la oreja.
Después de ceder su primer set en el torneo había que medir la respuesta de Sinner. Samuel López, segundo técnico de Alcaraz, gritó desde el palco: “Vamos Carlitos que eres una roca”. Y el primer choque entre los dos meteoritos lo salvó el murciano. Sinner tuvo la primera oportunidad de rotura en el tercer juego. No es que no la concretara él, es que la salvó Alcaraz. Con más de tres horas de final, el partido se estaba endureciendo hasta el extremo. Ni un punto de tregua y los dos pegando con una violencia extrema. El tenis de Sinner adquirió tintes salvajes y eso le llevó a sumar un “break” en el séptimo juego. Lo confirmó a base de martillazos, todos dados con sentido, pero… Alcaraz fue capaz de salvar tres bolas de partido con su saque sumando cinco puntos seguidos. Y no se frenó ahí porque Sinner tembló, aunque se mantuvo en pie para llegar al “tie-break”. Pero cuando rozaba la Copa de los Mosqueteros le pudo la presión. Y Carlitos, asomado al abismo, sobrevivió.
Eran más de cuatro horas de final y ambos estaban en el límite del límite. Sinner por primera vez dejaba traslucir sensación de desgaste y lo confirmó Alcaraz firmando un “break” en el primer juego. Después de confirmarlo se dirigió a su palco diciendo y gesticulando: “Vamos ahora, vamos ahora”. Quedaba final, pero Sinner ya no sólo buscaba respuestas en su tenis. También lanzaba miradas y dialogaba con su palco. Toda ayuda era poca. Y camino de las cinco horas, el físico de Alcaraz era la mejor ayuda para su tenis. Adquirida la ventaja en el comienzo del set se trataba de rebajar el cupo de errores lo máximo posible. Y Alcaraz lo hizo… pero es que Sinner resucitó cuando agonizaba. Firmó un break en el décimo juego para dar el enésimo giro de guion a una final que ya era una locura. No podía tener otra resolución el partido más que un “super tie-break”. Alcaraz abrió una brecha definitiva apuntándose los siete primeros puntos. Ahí Sinner ya no pudo resucitar. Carlitos se llevó su segunda Copa de los Mosqueteros después de una final memorable.