Juana Rivas.

Sinceramente, no podemos entenderlo. No se puede entender que el Gobierno de lo que queda de España, conceda un indulto a la mujer despechada y trastornada que secuestró a sus dos hijos. No puede entenderse que este sistema nos haya transformado tanto como para ser capaz de mutar el desgarro de un padre que ha sufrido la violencia psicológica y el permanente acoso de una mujer malvada y sin escrúpulos. No la culpamos a ella. De qué habría de culparla habiéndose criado en un país gobernado durante años por auténticos psicópatas que llevan años planeando la destrucción del hombre como núcleo de la unidad familiar.

El indulto concedido por el Consejo de Ministros a Juana Rivas, pone de manifiesto la injerencia en la acción judicial de la ideología de género que impregna toda la acción del Gobierno de Sánchez. Ella fue condenada en primera instancia a cinco años de prisión, por la sustracción de sus dos hijos al padre, a usted, que vive en Italia. Fue acusada de regresar con sus hijos a España y acusar falsamente al exmarido de maltrato, para justificarse. Posteriormente, el Tribunal Supremo rebajó a la mitad esa condena y mantuvo el pago de una indemnización al padre de los menores, que volvieron a Italia bajo su custodia.

Lo lamentable de este embrollo es que, de inmediato, intervino como asesora de la condenada un grupo feminista que vio en el caso un instrumento de propaganda ideológica, aunque la supuesta violencia del exmarido no ha sido probada judicialmente. Por el contrario, la justicia ha archivado las denuncias contra Francisco Arcuri. Lo cierto es que se abrió un proceso paralelo para presentar a Rivas como una víctima del machismo, con el apoyo de la ministra de Igualdad, que ha vuelto a acusar al marido de maltrato. De esta manera, el gobierno desprecia una vez más a los jueces, sustituye el derecho por la ideología, y ahonda la desconfianza en las instituciones. Todo un cúmulo de irresponsabilidades que demuestra que todo es un ejemplo de doble rasero. ¿Qué dirían si el caso de Juana Rivas hubiera sido al revés, si un marido se lleva los dos hijos, los esconde, aprovecha para denunciar repetidamente a la esposa -denuncias que son archivadas porque no se sostiene ninguna- y asesorada por las paquis y los pacos?

Pues hoy todas estas histéricas del feminismo radical gobernante estarían soltando venablos por la boca, pero como ha sido una mujer delincuente la que lo ha hecho, pues el Gobierno la indulta, que es una forma de auto indultarse porque fue el sectarismo de izquierda, el que la enredó hasta convencerla de que en una disputa matrimonial en la que ella también tenía bastante parte de culpa -incluido agresiones- por ser mujer tenía derecho a secuestrar a niños. Y así fue como entre todos la liaron y ella sola fue a chirona y ahora había que sacarla sí o sí.

En este caso de Juana Rivas, la presunción de inocencia se ha demostrado que va en función del sexo. Insistimos, si hubiera sido al revés el mismo caso, exactamente al revés, aquí no habría indulto. Eso es derecho penal de autor, impunidad con aberración jurídica y moral, pero impunidad con perspectiva de género.

La defensa del marido de Juana Rivas va a presentar recurso ante el Tribunal Supremo por el indulto parcial. Sentimos contradecirle pero no va a sevir de nada. En esta mierda de país ganan siempre los malos. La que secuestró a sus dos hijos es una mujer malvada y calculadora. Su personalidad manipuladora y psicopática le ha permitido presentarle a usted como un malvado y a ella como una víctima.

La idea primordial que debería prevalecer en su ánimo es que no hay solución dentro de este sistema. Tal vez nos estemos dando cuenta ahora de que el libertinaje es incompatible con la plena responsabilidad. Trabajar para reforzar los lazos familiares y acentuar el papel del padre se ha considerado contrario a la corrección política dictada por unos pocos. La efectividad de este sistema tan putrefacto proviene del engaño, la manipulación y la negación del papel supremo de la dignidad humana. Pregúntese por qué los políticos que protestado estos días dontra el indulto de Juana Rovas, se niegan en cambio a establecer penas de prisión para las falsas acusaciones de maltrato. Querríamos que estas palabras fuesen como piedras capaces de descalabrar, de hacer daño a los culpables o coautores de esta farsa, pero sobre todo a romper los cristales opacos de tantos cientos de miles de españoles avestruces que han dimitido de su condición de hombres, para esconderse bajo tierra de sus propios miedos y de su cobardía, como si esa actitud cobarde y egoísta les valiese para hacer desaparecer los problemas que ellos tan ingenuamente alimentaron con sus votos.

Lamentablemente, el Estado tiene muy limitada la autoridad para evitar que mujeres tan repugnantes como Juana Rivas puedan seguir destrozando las vidas de hombres y niños. No es una cuestión de autoridad policial y sí de autoridad moral, de no haber atendido a la responsabilidad personal y moral que la libertad implica. Y ya es demasiado tarde. Es preciso insistir, la idea primordial que debe prevalecer es que la solución no puede venir de aquellos que permitirán a una secuestradora de niños que ande otra vez suelta.

Sólo una voz potente, sugestiva e integra que clame contra la indignidad y la mentira, que saque al sol toda la mugre que el sistema esconde y que abra ventanas a la luz de tentadoras empresas de futuro, podrá agitar las aguas estancadas del buenismo agónico y despertar la voluntad colectiva de venganza. Ahora que el caos ha fracturado a miles de familias, que las instituciones son como trastos desvencijados tirados a la calle, que el edificio tambaleante de la dignidad nacional se nos viene abajo y que el sistema es incapaz de evitar que la reputación de un hombre pueda ser triturada por una hija de puta de turbio pasado, busquen ustedes un hombre guía al que seguir, en vez de al flautista de Hamelin.