¿Revivir a Keynes? (I) Keines vs Mises
José A. Benítez.- “Bien se ha dicho que los hombres piensan en rebaños; se vuelven locos en manadas, mientras que solo recuperan sus sentidos lentamente, uno a uno”. (Charles Mackay 1841)
Es lo que sugieren los economistas de nuevo cuño cuando, ante el agravamiento de la situación económica provocada por la pandemia, dicen que “es el momento de llevar a cabo grandes planes de inversión que faciliten la transición: cambios energéticos, cambios tecnológicos, infraestructuras de telecomunicaciones, replanteamientos de la globalización, inversiones estratégicas…. La siguiente fase tiene que pasar por estas nuevas políticas con la consecuente generación de crecimiento, empleo e inflación a través de la mismas”.
Hasta la publicación de “Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero” en 1936 el pensamiento económico estaba dominado por las teorías económicas neoclásicas liberales, con raíces en Montesquieu, Adam Smith, Stuart Mill y David Ricardo, partidarias del libre mercado como la forma más eficiente y natural de asignación y distribución de recursos, quien quiera saber que se compre un viejo. Y entre ellas la escuela austríaca con autores como Mises, Hayek y Rothbard; sus obras fundamentales “La Acción Humana” y “Camino de Servidumbre”, libro este último que siempre acompañó a la Dama de Hierro.
Los fundamentos de las escuelas neoclásicas se encuentran en la salvaguardia de la libertad del individuo. El valor que debe ser protegido de la intervención del Estado no es otro que la libertad individual. Según este pensamiento, la actuación del Estado se opone a la abierta manifestación y desarrollo de las capacidades de los individuos, que deben ser defendidos a ultranza.
Siendo la libertad de desarrollar actividades económicas una parte fundamental de las libertades del individuo, es necesario limitar al máximo todo tipo de intervención pública en la economía pues siempre resultarán perturbadoras del desarrollo natural de los mercados.
Sostienen que los auges y declives económicos son cíclicos. Las “burbujas” son manifestaciones de esos ciclos. Hay ciclos de corto, medio, largo y muy largo plazo, aquellos que sobrepasan la vida de una generación. La acción humana y el trabajo de los economistas solo pueden modularlos.
Que los recursos que promueven el crecimiento de la economía real provienen del ahorro. Según la Escuela Austríaca Neoclásica “lo que limita la producción de bienes y servicios es la introducción de mejores herramientas y maquinaria (es decir, bienes de capital), que aumenta la productividad de los trabajadores. Para hacerlas, las personas deben asignar bienes de consumo que sostengan a las personas dedicadas a la producción de herramientas y maquinaria (bienes de capital).
Esta asignación de bienes de consumo destinada a la producción de bienes de capital es el ahorro.
Dado que el ahorro permite la producción de bienes de capital, el ahorro es el motor crecimiento económico que eleva el nivel de vida de las personas.
El dinero, per se, no se puede consumir y no se puede usar directamente como un bien en el proceso productivo. El dinero per se es, por lo tanto, improductivo. Es un bien inerte y no produce nada”.
Contrariamente al pensamiento popular, el crecimiento económico no se consigue imprimiendo papel moneda. Cuando se imprime dinero, es decir, creado “de la nada” por el banco central o mediante la banca de reserva fraccionaria, se pone en marcha un intercambio de nada por dinero y luego dinero por algo. Esto da como resultado un intercambio de nada por algo.
Un intercambio de nada por algo equivale a un consumo que no está respaldado por la producción.
Cuando el dinero “de la nada” genera un consumo que no está respaldado por la producción anterior, disminuye la cantidad de ahorro real que respalda la producción de bienes de un productor de riqueza. Esto, a su vez, socava su producción de bienes, debilitando así su demanda efectiva de los bienes de otros productores de riqueza.
El individuo no ahorra dinero, lo cambia por bienes y servicios. Una vez que los ahorros (Bienes de Capital y/o Consumo) se cambian por dinero, el titular del dinero puede emplearlo inmediatamente a cambio de otros bienes o puede retenerlo temporalmente.
Si lo usa inmediatamente a cambio de otros bienes, lo pone debajo del colchón o lo guarda en su bolsillo, no alterará la masa de ahorro existente. La forma en que las personas decidan emplear su dinero solo alterará su demanda de dinero. Esto, sin embargo, no tiene nada que ver con los ahorros, que son la producción de bienes de consumo que exceden el consumo de los mismos bienes.
Como conclusión, la expansión monetaria no puede generar crecimiento económico, sino más bien destrucción económica. El corazón del crecimiento económico es el conjunto de ahorros reales en expansión.
El bombeo monetario destruye el flujo de ahorro real y a su vez socava las perspectivas de crecimiento económico. Cualquier intento de reemplazar los ahorros (Bienes de Capital y/o Consumo) con dinero terminará en un desastre económico.
Como consecuencia de lo anteriormente expuesto para Ludwig Von Mises “no hay forma de evitar el colapso final de una etapa de auge económico provocado por una expansión del crédito. La única alternativa es si la crisis debería ocurrir antes, como resultado del abandono voluntario de una mayor expansión crediticia o más tarde como una catástrofe natural, final y total del sistema monetario involucrado”.
Keynes, eugenista y pedófilo, por su parte, consideraba que las depresiones ocurrían cuando el gasto total («demanda agregada») era insuficiente para generar el pleno empleo y como los mercados no poseían mecanismos de autocorrección se hacía necesaria la supervisión e intervención del Estado para conseguir un crecimiento económico constante y evitar las depresiones.
Las tesis propugnadas por Keynes quedaron consagradas cuando se aplicaron tras la crisis de 1929 pues según Keynes, la persistencia de la Gran Depresión mostró el fracaso de las doctrinas y políticas económicas «clásicas». Si la economía de mercado tenía sus propios mecanismos de autocorrección, ¿por qué el mundo se había visto envuelto en un alto desempleo durante años?
Posteriormente su lapidaria frase “a largo plazo todos muertos” descartaría definitivamente como obsoletas las teorías económicas neoclásicas y su escuela austríaca, que pasaron a ser estudiadas exclusivamente en su vertiente histórica.
Sin embargo, Mises refutaría punto por punto los dogmas keynesianos en su magna obra “La Acción Humana” en 1949. Pero para entonces Keynes, consagrado como paradigma de la economía ortodoxa ya había fallecido.
Los enfoques económicos de la escuela austríaca y las ideas keynesianas no son antagónicos en sí mismos, sino más bien complementarios.
El Ahorro y la Deuda son dos caras de la misma moneda y así mientras la escuela austríaca procura un enfoque largo placista, prudente y conservador centrado en las virtudes del ahorro, el enfoque de las teorías keynesianas es cortoplacista basado en la deuda como proveedora de los recursos necesarios para impulsar el crecimiento económico. Mientras que la escuela austríaca parte de la economía particular doméstica para construir la economía general, Keynes deconstruye la economía general hasta llegar a la doméstica y particular.
Donde son irreconciliables es en la concepción del individuo o agente económico. Mientras los neoclásicos defienden la libertad de las decisiones individuales siempre orientadas a la maximización de su utilidad, Keynes propugna la intervención del Estado para tutelar al individuo, pues es menor de edad y sus decisiones no siempre son racionales.
La única propuesta válida en este asunto es la doctrina social de la Iglesia porque respeta la dignidad del hombre,Todo lo que se limite a lo puramente económico, obligándolo por lo tanto a ser tratado desde el materialismo olvida el factor humano en su integridadl. Y pensar que , como en tantos otros temas importantes, aquí para definirlo se utiliza el griego porque economía tiene su origen en la palabra oikos que significa casa, muy bien hallada en principio, porque quiere representar la buena administración doméstica, aquí por extensión la de la nación. El problema es que falta un honrado,… Leer más »