La revolución española en 1936
El franquismo, con cierta tosquedad, diagnosticó que se había alzado contra una revolución comunista en España. Esto ha abierto un flanco a una crítica fácil, que lleva años insistiendo en que no podía haber tal porque el partido comunista era entonces insignificante, y que en realidad Franco había destruido una república y un gobierno democrático, en el que los comunistas eran insignificantes.
Creo que en mis dos libros Los orígenes de la guerra civil, y El derrumbe de la II República he dejado bien clara esa cuestión. El Partido Comunista era poco antes de la guerra mucho menor que el PSOE-UGT y la CNT, pero tenía en las Cortes una influencia desproporcionada con sus escaños. Al reanudarse el conflicto en julio de 1936, se desató un movimiento revolucionario de una violencia brutal, como apreció todo el mundo, y que ya tenía el precedente de la insurrección de octubre del 34. Era una revolución de tipo anarquista y socialista, dos tipos incompatibles entre sí, y en la que el PCE no pintó mucho. Es cierto que las dos podían llamarse comunistas (comunismo libertario la CNT, imitación del régimen soviético, ya ensayado en 1934, el PSOE). Sin embargo, para los franquistas era una revolución soviética.
¿Cuál era la diferencia, entonces, con el PCE? El PSOE y los anarquistas rivalizaron en un primer momento en las expropiaciones y asesinatos, en la concepción de que ganar la guerra y hacer la revolución eran dos caras de una misma moneda. El PCE tenía una concepción estratégica mucho más inteligente, dictada por Stalin: se trataba de ganar primero la guerra, creando al mismo tiempo condiciones para la revolución, que se haría después. Esas condiciones consistían en el dominio comunista en las fuerzas armadas y la policía, por una parte, y en la absorción progresiva del propio PSOE por el PCE (conseguida en Cataluña).
Para el PCE era de vital importancia frenar y disimular todo lo posible la revolución anarco-socialista y presentar al Frente Popular como un régimen democrático normal que suscitase la ayuda solidaria de Francia e Inglaterra, a fin de atraer a estas al choque con Alemania e Italia. Esta era precisamente la estrategia impuesta por el Kremlin a los comunistas y finalmente a todo el Frente Popular. No tuvo éxito por tres causas. Porque la revolución era un hecho indisimulable. Porque el interés de Francia e Inglaterra era evitar que la guerra de España y su revolución trascendiesen al resto de una Europa cada vez más tensa.: ambas querían mantener el statu quo europeo salido de la I Guerra Mundial y que, obviamente, les favorecía. Y, sobre todo, porque la guerra la ganaron los nacionales.
La estrategia de Stalin se basaba en el concepto de que estaba muy próxima una segunda gran «guerra imperialista», idea bastante acertada. La nueva guerra debería abonar la expansión europea y quizá mundial del sovietismo, tal como la primera lo había alumbrado en Rusia. Sin embargo también existía el peligro de que la revolución bolchevique fuera aplastada si la guerra, en lugar de producirse entre las democracias y los fascismo, comenzaba entre Alemania y la URSS.
En esta gran estrategia, la cuestión de España era clave. Stalin se esforzó a fondo en la victoria del Frente Popular, y no estuvo lejos de conseguirla en noviembre de 1936. Entonces consiguió frenar a Franco y prolongar la contienda dos años y medio más, pero fue un logro mínimo dentro de su proyecto, pues no llegó a implicar a Francia e Inglaterra en la lucha. Perdida la guerra en España, no le quedó más remedio que cambiar radicalmente su orientación, acercándose a la Alemania de Hitler. Una operación muy arriesgada, pero que tuvo éxito y determinó que la guerra europea comenzase, por fin, entre los regímenes democráticos y fascistas. Por cierto que eso no le salvó, al final, de la invasión alemana, pero esa es otra historia.
Todo esto debería estar sobradamente claro en la actualidad, pues sobra la documentación. No importa, la mencionada «crítica» al franquismo se mantiene por una multitud de historiadores cantamañanas tipo A. Viñas, lo que no tendría la menor importancia si no fueran coreados por los partidos y medios, de izquierda y derecha, en una verdadera industria de la falsificación, cada vez más «norcoreana». El tal Viñas decía en Telemadrid (del PP) hace unos días que había que imponer una versión única de la guerra civil y el franquismo, y nadie le hizo la menor observación. Al «demócrata». En esta «democracia» estamos.
La cadena masónica sionista han pasado unas imágenes maravillosas, historia visual que nos han robado a las generaciones de españoles, se quita la voz y el himno de infantería de fondo para sustituir la manipulación e imaginación narrativa , pura basura, podrían poner una narración que diga la verdad y no la sarta de memeces que acostumbra esa basura de cadena, hay otro programa que responde a expedición al pasado que solo se dedica a echarnos mierda a los españoles … la TV es pura mierda
Los republicanos perdieron por no saber mantener el eje Salamanca-Albacete.
Ángel Viñas es un historiador en mayúsculas, un experto en la materia, en la historia como ciencia, no un simple divulgador sin ningún rigor. Lo que hace la envidia!
y todo un profesional.
Deben haber como un millón de “analista político”.
Jajajaja… lo que hay que ver… Usted, desde luego, es un IGNORANTE CON MAYÚSCULAS, y un español con muuuuchas minúsculas.
Hombre no creo que ni usted ni Moa pretendan compararse siquiera a una de las pajaritas de Viñas. Pero ni a Viñas ni a Casanova, Mayayo u otros historiadores de verdad, no vulgares divulgadores, blanqueadores de épocas oscuras, etc, como pueden serlo Moa o usted, con todos mis respetos, y con educación, algo que por lo visto usted no sabe lo que es.
Saludos.