Por qué el PSOE es una fábrica de rufianes (III)
Con motivo del centenario de su fundación, el PSOE diseñó su campaña electoral de marzo de 1979 con el lema “Cien años de honradez y firmeza”. Probablemente nunca se diseñó un lema moralmente tan despectivo de la realidad histórica, un verdadero alarde de picaresca… ni publicitariamente tan efectivo. Porque lo que la sociedad demandaba después de dos años nada brillantes de UCD era precisamente eso, honradez y firmeza. No le ganó las elecciones por razones que veremos en su momento, pero dejó al PSOE definitivamente como partido de poder alternativo. Y para aumentar la ilusión, en septiembre del mismo año abandonó o hizo como que abandonaba, el marxismo, una rémora electoral clara, de lo que también hablaremos. Pero antes de llegar ahí nos queda mucho tiempo por recorrer, y debemos empezar por la ideología del partido y sus efectos.
Por el tiempo de su fundación, en España se había superado la época de las guerras civiles y pronunciamientos que habían caracterizado la historia política del país desde la invasión napoleónica hasta desembocar en una I República increíblemente caótica, regida por charlatanes y orates. El régimen liberal de la Restauración había traído de vuelta a los Borbones y el país comenzaba a estabilizarse y prosperar, si bien modestamente.
Por entonces se iban formando en España núcleos muy reducidos de anarquistas y marxistas, sobre todo en los centros fabriles de Barcelona, en zonas agrarias muy oprimidas de Andalucía, o en Madrid. En Barcelona, Andalucía y Levante irían ganando terreno las agitaciones anarquistas, mientras que en Madrid, Asturias y Bilbao predominarían los marxistas, es decir, el PSOE. Cierta historiografía incide en el escaso nivel intelectual del marxismo del PSOE, pero se trata de un asunto menor, teniendo esa doctrina, además, varias interpretaciones. Pero el núcleo de ella era bien captado: la historia se entendía partiendo de la economía como una lucha de clases entre explotadores y explotados.
Esa larguísima y triste evolución estaba próxima a su fin debido a que el capitalismo desarrollaba las “fuerzas productivas” hasta el punto de hacer posible la riqueza generalizada… solo que al mismo tiempo despojaba de sus beneficios al explotado y oprimido proletariado, el verdadero creador de la riqueza. Este, por primera vez en la historia humana, tenía la oportunidad revolucionaria de asegurar la riqueza general derrocando a los explotadores burgueses. Y no tenía más remedio que derrocarlos porque la dinámica del capitalismo conducía inevitablemente a explotar y empobrecer más y más a los trabajadores, de modo que estos terminarían por rebelarse, orientados por partidos marxistas. El marxismo es ciertamente una doctrina de la guerra civil, a desatar cuando hubieran madurado las “condiciones objetivas”.
Luego, una etapa de “dictadura del proletariado” erradicaría los restos de actitudes, ideas y moral “burguesas”, hasta que el propio estado, concebido como poder de la clase dominante, se volviera innecesario.
No vamos a entrar aquí en la discusión de las teorías marxistas, aunque cabe señalar que algunos de sus teóricos empezaban a vislumbrar en países bastante industrializados como Alemania, que la situación de los obreros no empeoraba, sino que mejoraba mediante reformas, haciendo improbable la necesidad de una revolución. Lo mismo ocurría en Inglaterra, donde las leyes atenuaban lenta pero progresivamente las condiciones del trabajo, terribles en la primera etapa de la Revolución industrial. Quizá el mundo soñado de riqueza e igualdad, podría alcanzarse entonces sin la violencia de una revolución sangrienta, como venía a suponer Marx.
La mayor parte de Europa, excluyendo acaso a Inglaterra y Bélgica, era más agraria que industrial, pero en Alemania y Francia la industria crecía con rapidez. En España, fábricas de cierto nivel solo había en Barcelona y Bilbao: allí explotaban mano de obra barata llegada del campo y aprovechaban un proteccionismo que limitaba su ya escaso ímpetu innovador. No obstante, en los años siguientes la industria iría expandiéndose y las condiciones de trabajo también irían mejorando.
El marxismo, aparte de su análisis histórico y de sus profecías supuestamente científicas, implicaba una visión del mundo etiquetada como “materialista”, que negaba al cristianismo, afirmaba la inexistencia de la divinidad y atacaba las bases de todas las religiones conocidas. Aunque se la ha acusado de resultar una nueva religión con el proletariado como divinidad recuperadora del paraíso, con sus ritos, organizaciones típicas, etc. Como fuere, el marxismo se proclamaba ateo militante y enemigo radical del cristianismo. Consideraba la religión una manifestación de la impotencia e ignorancia humana al servicio de los opresores, que debía desaparecer paulatinamente por efecto de la ciencia y del poder político. Lo cual enfrentaba al PSOE con la tradición y la masa de los españoles, prácticamente todos bautizados, creyentes con más o menos nivel intelectual, practicantes en su mayoría. Socavar, denigrar y golpear a la Iglesia sería una de las tareas más importantes del PSOE.
Otro elemento doctrinal suponía que los obreros no tenían sentimientos patrióticos, sino que solo sentían la explotación sufrida y el ansia de un mundo de igualdad. Las patrias, las naciones, eran solo construcciones de los capitalistas para asegurarse un mercado protegido. Por consiguiente la idea de España era enfocada como un elemento más de atraso al servicio de la burguesía y la reacción, y el patriotismo debía ser sustituido por el “internacionalismo proletario”. Y esas concepciones orientaban la propaganda y la acción del PSOE.
Otra clave del marxismo consistía en negar la existencia de normas morales de valor general. Los valores tenidos por fundamentales y eternos, como la libertad, la verdad o la justicia, no pasaban de expresar los intereses de la clase explotadora: moral burguesa o capitalista, simplemente. Por tanto, al luchar contra la explotación esos valores se desvanecerían, dando paso a otros que reflejarían el esfuerzo y los intereses revolucionarios. En este punto no suele repararse, pero es crucial para entender las “hazañas” del PSOE (y de muchos partidos semejantes). En su lucha pretendidamente emancipadora, los revolucionarios no deben aceptar otro principio que la utilidad y eficacia de sus acciones, incluyendo robos, extorsiones y asesinatos y finalmente guerra civil. Cuanto contribuya a fortalecerle y a debilitar a los “burgueses”, sería por tanto “moral”, y erróneas cualesquiera concepciones éticas que debilitaran la lucha o causaran derrotas.
No se entenderá, por tanto, al PSOE, sin tener en cuenta las bases de su ideología. Había decidido emancipar a los obreros y por medio de ellos a la sociedad, mediante la guerra civil, para acabar con la explotación, la religión, el patriotismo y la moral “eterna”. En cierto modo paradójico no dejaron de ser “honrados”. Por eso los que argumentan que en definitiva los socialistas son tan humanos como cualesquiera otros (lo cual es verdad) deben atender a su ideología para comprender cómo, por ella, el PSOE ha producido más ladrones y asesinos, terroristas y cómplices del terrorismo, de los separatismos, etc., que cualquier otro partido en el siglo XX y lo que va de este.
El psoe es un forúnculo que le salió a España en 1879 que todavía no ha habido manera de extirpar.
El marxismo, acertado en ciertos aspectos, se equivocó en otros, como en su monismo materialista y en la lucha de clases: el obrero, hace décadas, vive con más derecho que los pequeños autónomos; el obrero, incluidos los funcionarios, ha logrado muchas mejoras y ha sido absorbido por el sistema. Ahora se trata de luchar contra los grandes globalizadores, no nos confundamos, sociatas.
Da gusto poder leer a un intelectual integral como DonPio .Su mérito es doble si se conoce su trayectoria Muchas gracias y me deja en desconsuelo el ver que las evidencias que describe son absolutamente ignoradas y acalladas por los medios de MANIPULACIÓN de masas, que aborregadas como están por la doctrina oficial, viven en la inopia extrema.