“La puta y la marimacho” o la degradación de la feminidad
Según Paul Diel, las cualidades humanas (los dones de los dioses) tienden a degradarse por efecto de lo que él llama “vanidad” (la voz o la mordedura de la serpiente, es decir, lo vano, la pretensión de ser superior a lo que se es, la hybris o desmesura…; en fin un concepto amplio). La vanidad exalta necesariamente la culpa, ya que las pretensiones vanidosas son incumplibles ante los demás y sobre todo ante sí mismo. Como la culpa exaltada es insufrible, se proyecta acusatoriamente sobre los demás (ellos, hasta la misma sociedad, tienen la culpa de mis males); los cuales a su vez la rechazan, convirtiendo la acusación en sentimentalidad victimista. Mientras la actividad vanidosa permanece (nunca es por completo eliminada en el individuo), genera un círculo infernal de culpa, acusación y sentimentalidad que se refuerzan entre sí, creando neurosis y hasta la locura o cierto tipo de ella.
La teoría me parece interesante, sin estar muy seguro de su certeza. Y creo que puede ser útil para analizar también ciertas actitudes sociales. Así las ideologías, que pretenden divinizar al hombre, por ejemplo, y dan lugar a una especie de pensamiento histérico. Pero veamos cómo funcionaría en relación con la feminidad.
Aunque la feminidad es una evidencia, resulta difícil concretarla, porque se muestra en formas diversas según las mujeres y nunca existe en forma digamos pura, lo mismo que la masculinidad. No existen individuos absolutamente masculinos o femeninos. Sin embargo es una evidencia que se manifiesta tanto física como psíquicamente, en actitudes vitales, tendencias, gestos, formas de hablar, emocionalidad…; en, por ejemplo, la gracia, la delicadeza, cierta forma de alegría, compasividad, empatía o generosidad, que se atribuyen a la mujer por contraste con el varón, en quien esas cualidades están definidamente menos acentuadas. Parece claro que las cualidades femeninas están ligadas a la maternidad, es decir, la transmisión y conservación de la vida, que no solo dibuja el cuerpo femenino, sino también su psique de manera más o menos profunda.
Pero en la sociedad actual, a la difusión del comunismo le ha sucedido la del feminismo que ya estaba implícito en aquel, ambos basados en una idea exacerbada y falsa (vanidosa) de la igualdad. El feminismo trata de negar la diferencia y la complementariedad sexual, lo cual supone, entre otras cosas, la anulación de la atracción entre los sexos, que se basa precisamente en esas diferencias. En primer lugar, los feministas (pues en gran proporción son hombres a quienes tampoco gusta la diferencia y que suelen presentarse, paradójicamente como protectores de la mujer, por lo demás innecesarios) ven la maternidad como un mal, como una inferioridad. Se ensueñan con posibles modos científicos de hacerla inncecesaria; y mientras no llega tan feliz adelanto, promueven activamente el aborto como un derecho e incluso un “sacramento”, del que el padre debe ser drásticamente excluido (el abortismo va acompañado de una intensa acusación al varón que no tiene que sufrir esa maldita “inferioridad”) De ahí, que el feminismo sea tan proclive también a la homosexualidad o a cualquier forma de satisfacer el deseo sexual, comparado a veces a beberse un vaso de agua cuando hay sed. Las implicaciones destructivas de la familia son obvias.
Como, a pesar de todo, la diferencia y la atracción persisten, se trata de anularlas en el plano social. Las actitudes de “marimacho” se presentan en el cine, en la publicidad política, etc., como deseables y admirables (mujeres militares, “caudillas” guerreras, boxeadoras o hasta toreras). Se celebra el acceso de la mujer a tareas o puestos tradicionalmente “reservados al varón” (en realidad creados por el varón), en especial a aquellos de dirección de empresas, entidades burocráticas o políticas, etc. (generalmente no se reclama la igualdad en tareas como la construcción o las minas). Se critica constantemente el hecho de que haya menos investigadoras que investigadores (lo señalaba una necia que dirige el CSIC) o menos directivos que directivas en la universidad o en cualquier tipo de puestos de mando, etc. Cosas que en realidad provienen de una diferencia natural de inclinaciones entre los sexos. Hombres y mujeres tendrían que ser iguales en todo, a su modo un tanto demente de ver las cosas.
Hace años, cuando empezó el neofeminismo, se promovió la imagen de “la mujer ejecutiva”, vestida con sobrio traje sastre y con una cartera en la mano, imitadora en todo de los modales masculinos. La cosa no cuajó, porque las primeras a quienes disgustaba tal modelo era a la gran mayoría de las mujeres. Y vino la reacción en sentido contrario: la vestimenta “prostibularia” y actitudes parejas, como decía un poeta, no recuerdo el nombre, que terminó suicidándose.
Dado que la diferencia no solo persiste sino que mucha gente se empeña en verla algo así como un don maravilloso de la naturaleza, contradicen sin darse cuenta su igualdad obsesiva (como su sexismo obsesivo, que dicen combatir), promoviendo leyes y derechos particulares y antijurídicos como los LGTBI y similares, tratando de volver a una sociedad de privilegios (leyes privadas).
En cambio no suele ocurrir lo mismo en la publicidad comercial, por mucho que se la critique, porque ahí el interés económico inmediato no admite demasiadas fantasías igualitarias, ya que la imagen “marimacho” e igualitaria venden poco. Y precisamente es ahí donde se explota la belleza femenina y la diferencia del modo más explícito, dando de la mujer la imagen de objeto sexual.
Es decir, la feminidad queda degradada en un doble sentido, como marimacho y como “puta”, esta última palabra en el sentido popular que no implica necesariamente prostitución, sino falta de control o de dignidad personal en relación con la sexualidad.
El estado actual de la cuestión, desde el feministalinismo, con tanto bombo y platillos como hoy y toda esta semana, es muy grave. Ya que se trata de la destrucción de la familia y sus raíces para tatar de imponer su desorden marxista, donde el clítoris, como órgano fundamental del placer femenino, juega el mismo papel que la “plusvalía” en las ideas marxianas, para revolucionar a “algunas” mujeres, que ni siquiera son mayoría, y seguir destruyendo al hombre mediante sus antidemocráticas y anticonstitucionales Leyes de violencia y de violencia abortista, crueles e inhumanas.
Está bien expresado: degradación de la feminidad. Bastante humillante para la mujer.
Dice Moa: puestos tradicionalmente “reservados al varón” (en realidad creados por el varón),
¡Oiga!, o no creados por él. Las mujeres crearon el hilado, la horticultura, las vasijas de arcilla, el tejido, remedios de hiervas medicinales, curtido de pieles… Pero los hombres prohibían a las mujeres participar en los gremios, por ejemplo. El gran problema ha sido el poder y el abuso de poder.
Nota del administrador: Con el debido respeto, ¿por qué no se marcha a un foro de calzonazos?
Cristina Sánchez fue una torera de éxito no hace muchos años. Y no tenía nada de hombruna. Jesulín, bastante simplón en aquellos años, se negó a formar cartel con ella.
De Juana de Arco se podría decir que fue una caudilla.
ALGUNAS cualidades femeninas están relacionadas con la maternidad pero otras no lo están.
Creo que hombres y mujeres nos hallamos igualmente capacitados para las funciones intelectuales a igualdad de medios, y que la Historia ha escondido célebres nombres de mujeres. No obstante, nada tiene que ver con que seamos diferentes y complementarios . Como dijo Spencer Tracy, “Viva esa gran diferencia”., por eso vivimos todos. Se trata de ser compañeros, y somos diferentes, aunque con plena igualdad de derechos. La gente une igualdad con feminismo, hembrismo y todos los -ismos, y no es así.
da en el clavo como siempre