“Mayo francés”, Woodstock, como síntomas
En fin, si en España el 68 resultó un tanto deslucido, en Francia fue otra cosa. Allí, una repentina oleada de radicalismo estudiantil, secundariamente obrerista, logró sacudir, en aquel renombrado año, un sistema democrático tan asentado en apariencia como el francés. El fenómeno fue tan extraño que los análisis no acaban de dar con su clave. Además nunca contó con algo parecido a un pensamiento o una doctrina, más allá de frases y consignas, muchas de ellas notables solo por su estupidez. Fue un movimiento a la vez prosoviético, maoísta, anarquista, trotskista, de revolución sexual, feminista, juvenilista… Es decir, perfectamente contradictorio, pero con una base común: oposición total al sistema “burgués”. A un sistema que les había proporcionado unos privilegios nunca vistos en la historia: bienestar económico, independencia, enseñanza gratuita o casi, facilidades para viajar, divertirse, comprar música, ropa, los libros más variados, notable seguridad jurídica. Y esto resulta muy interesante. Claro está que aquellas ventajas no se las debían a sí mismos, sino al trabajo duro de posguerra de la generación anterior, pero los nuevos revolucionarios no mostraban ni pizca de agradecimiento al respecto. Disfrutaban de sus ventajas como si hubieran caído del cielo y despreciaban los tiempos anteriores como “los años de plomo” y a sus padres como reaccionarios reprimidos y represores. La paradoja es sorprendente. El “mayo francés fue vencido con bastante facilidad y pocas víctimas mortales, pero iba a influir enormemente en la evolución posterior europea hasta colorear como hoy hace la cultura occidental
En mi ensayo Europa, una introducción a su historia, al enfocar la edad de decadencia europea después de la II Guerra Mundial, exponía: ” ¿Estaba superando Europa (occidental) su decadencia gracias al éxito económico? Mas bien no. Donde mejor se aprecia esa decadencia es en aquellos puntos en que descollaba desde varios siglos atrás: el pensamiento, la filosofía, el arte, la ciencia, la técnica. En todos estos campos, también en las modas populares y juveniles, la vanguardia y la iniciativa pasaron a Usa después de 1945, siguiendo Europa con más o menos matices y escasa originalidad. También el marxismo soviético siguió influyendo con fuerza por medio de partidos comunistas de masas como los de Italia y Francia, y asimismo en la universidad y medios intelectuales. La Escuela de Frankfurt, asentada en Usa después del triunfo nazi, intentó un nuevo materialismo combinando a Marx con Freud. Luego se dijo que los ideólogos del movimiento eran las tres “m”: Marx, Mao y Marcuse, que realmente tenían poco que ver unos con otros, siendo la popularidad de Marcuse en Europa posterior el “mayo”. Otro rasgo de la época fue la popularidad del existencialismo de Sartre, puro nihilismo voluntarista: el hombre está “condenado a ser libre” en un mundo sin sentido, por lo que puede construir su moral y su vida al margen de cualquier constricción externa o transcendente, aunque en definitiva se trata de una “pasión inútil”. Sartre terminó defendiendo el comunismo extremo, algo no tan contradictorio como pudiera sonar. En general, el pensamiento europeo de posguerra tiene un aire de epigonismo un tanto gris. El contraste entre la boyante economía y la pobreza cultural significó algo.
Pero creo que en la base de todo ese movimiento confuso estaba la mencionada insatisfacción con la ideología consumista y economicista que parecía llenarlo todo y colmar supuestamente las aspiraciones humanas: ahí se encuentra el sentido profundo de la rebeldía. En el mencionado ensayo sobre Europa señalé cómo la Ilustración fue el venero de las ideologías posteriores, muy contradictorias entre sí, pero todas basadas pretendidamente en la razón y en la capacidad técnica del ser humano. Las ideologías son “prometeicas” en el mismo sentido que advertía el mito griego de la creación del hombre, según explica Paul Diel. Prometeo simboliza al propio ser humano, nacido de la tierra y dotado de una poderosa capacidad técnica y previsora (de la razón). “Prometeo” significa precisamente el que “piensa antes”, el previsor. Por todo ello se burla de los dioses, rechaza al espíritu y convierte la vida humana en algo trivial y falto de sentido. Prometeo, es decir, el hombre prometeico, se ve atado a la roca, es decir, a la tierra, a los deseos triviales insaciables, y el águila de Zeus (enviada del espíritu) le atormenta: el remordimiento por el rechazo prometeico de una vida superior a la mera satisfacción técnica de los deseos materiales. Por otra parte, la limitación de la razón humana, su corta capacidad de previsión y contradicciones, viene simbolizada por el hermano del titán, Epimeteo “el que piensa después”.
La rebeldía juvenil expresaba, por tanto, el descontento con el estilo de vida que prevalecía en Occidente. Pero ¿por qué adoptaba aquellas expresiones concretadas en el “mayo francés” o en Woodstock, como hechos emblemáticos, y no otras? Creo que ello se debía a la crisis de los valores espirituales tradicionales. La raíz espiritual de Europa era el cristianismo, pero la crítica incansable a que lo había sometido la Ilustración lo había hecho retroceder y desde entonces no había conseguido encontrar un lenguaje capaz de dar respuesta a muchas inquietudes. Insistir en los dogmas y en una moral que no cumplía, según se le acusaba, daban a aquella religión y a la Iglesia un tono pesado y mortecino o milagrero y contrario a la razón, que encontraba una aceptación decreciente. Tampoco el liberalismo, visto como la ideología de la competencia comercial justificada en un consumismo insaciable e interminable, exponía un discurso y un lenguaje capaces de sugestionar a mucha gente, y desde luego a los jóvenes, que por una parte aspiraban vagamente “a más” y por otra ignoraban el gran esfuerzo y disciplina para alcanzar aquellos privilegios de que gozaban. Por tanto, se buscaba el remedio en otras religiones sucedáneas como el marxismo, la revolución sexual, el yoga, el zen, la meditación… En realidad, por falta de fuerza espiritual, como decía Ortega de otra situación, el descontento empujaba a aquellas manifestaciones en el fondo nihilistas y autodestructivas.
Es innegable : el materialismo, el aburguesamiento y la comodidad, la falta de esfuerzo, llevan a la decadencia. Esa decadencia incluye lo moral dejando un vacío intrascendente. Sin sentido de trascendencia todo acaba en un nihilismo materialista consumista o en un vacuo izquierdismo-hippismo-buenismo simplon que no dejan de ser diferentes cara de la misma moneda. Europa occidental, nos guste o no, no sobrevivirá a esta debacle. Ninguna civilización en decadencia se ha regenerado, siempre ha sido sustituída-invadida por culturas, razas y pueblos pujantes. Los romanos se llevaron por delante a los decadentes etruscos, a los romanos decadentes se los llevó… Leer más »
La implantación del marxismo cultural, con su dictadura del pensamiento único, no sería posible sin la complicidad y colaboración de la centroderecha y el capitalismo liberal globalista.
Mayo del 68. El principio del fin. El marxismo político y el económico ya habían demostrado ser sistemas totalmente fallidos e inviables. Sistemas incapaces de controlar a la población de manera efectiva. Pero no así el marxismo cultural que fue vendido a las clases obreras occidentales envuelto en atractivo papel de celofán. 50 años después estamos recogiendo los amargos frutos de aquél regalo que la judería masónica nos encasquetó bajo la bella forma de “libertad, igualdad y fraternidad”. La transformación de la sociedad desde aquel Mayo es incuestionable. La hecatombe hacia la que nos ha conducido también. Los frutos son… Leer más »