Recuerdo del 68: El recital de Raimon en Económicas de Madrid
La OMLE fue, como hemos dicho, un producto del “mayo francés” o “revolución de mayo del 68”, nacido en el mismo París, entre españoles exiliados. Naturalmente, ni yo ni prácticamente nadie en el mundo se enteró por entonces del evento. Por mi parte, yo era simplemente izquierdista, activo pero “por libre” en la Escuela Oficial de Periodismo. En España hubo ese año bastante agitación, aunque muy minoritaria, en la universidad Complutense. El acto más relevante fue un recital de Raimon en la facultad de Económicas. Hablaré un poco de él porque algunos han querido mitificarlo, como de costumbre. Raimon, hoy bastante olvidado, era un cantante valenciano que ponía música a poemas de Salvador Espriu. Este escribía en catalán obras interpretables como subversivas, en las que llamaba a España “Sefarad”, o Konilosia en plan despectivo. Raimon se identificaba como antifranquista radical, no obstante lo cual podía dar recitales en diversos lugares, Vascongadas, Levante o Madrid. El de Madrid, el 18 de mayo, iba a ser el más importante y significativo de su carrera y previamente a él los grupos comunistas habían hecho gran agitación.
Recuerdo que había inquietud de que a última hora prohibieran el recital de Raimon. Muchos daban por sentado que así sería, pues su carácter político y antirrégimen estaba clarísimo, y corrían rumores entre los enterados de que Raimon cedería la recaudación a Comisiones Obreras, el sindicato comunista. Y París, –entonces una referencia incomparablemente más próxima que ahora a España—daba saltos de fiebre revolucionaria, y estaba en marcha todavía la ofensiva comunista del Tet en Vietnam, militarmente fracasada para el Vietcong, pero políticamente desastrosa para Usa. También estaba en su ápice la adoración al Che Guevara, muerto siete meses antes. Hoy es difícil entender aquel ambiente, que realmente afectaba solo a una minoría, si bien muy activa, de estudiantes. El recital iba a celebrarse en la facultad más politizada de España, la de Políticas y Económicas de Madrid , hoy de Filosofía B o algo parecido.
De modo que ¿cómo iban a permitirlo? Sin embargo la autorización oficial se mantuvo. Y sí, aquella tarde fue aglomerándose en la facultad un gentío nunca visto en un acto antifranquista universitario o de cualquier tipo. Quizá tres o cuatro mil personas. No solo estudiantes. Por la calle que baja a la facultad venía una comitiva con una pancarta de acera a acera: “Los obreros estamos con los estudiantes contra la dictadura” o algo similar. Firmaba Comisiones Obreras o Comisiones juveniles.
La policía no daba señales de vida (hoy un acto semejante estaría bien controlado por gran número de agentes). Conforme se acercaba la hora menudeaban los grupos, las pancartas, banderas rojas, retratos del Che, alguno de Ho Chi-min.
Asistía seguramente la casi totalidad de los estudiantes radicales, revolucionarios, organizados, izquierdistas y progres, también muchos otros harto más tibios frente a la dictadura o las “injusticias sociales”, y que venían simplemente a oír cantar al ídolo. La mayoría de los rojos, que también llamaremos radicales, aunque entonces no se usaba esa palabra, eran comunistas sobre todo de la facción “carrillista” o sea “revisionista” o “revi”. A cierta distancia en cuanto a número venían los maoístas, divididos en numerosos grupos, convencidos de ser los genuinos representantes del marxismo-leninismo (o del marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse-tung, como se especificaba con extraña sintaxis); un FELIPE marxista harto diferente del fundado por Julio Cerón años antes; muy pocos trotskistas; todavía menos anarquistas. Socialistas, puede que alguno, de las escuálidas juventudes del grupo de Tierno Galván.
Por fin llegó Raimon, y el ambiente en aquel gran vestíbulo se caldeó hasta lo indecible. No me acuerdo bien, pero creo que empezó con al vent, canción bastante inspirada aunque suave para el revolucionarismo general que tantas cosas había superado: ¡aquello de “buscant a Deu” o incluso de “buscant la pau”! Pero, en fin, no venía al caso protestar por estas menudencias pequeñoburguesas. Cantó La nit, interpretada como al franquismo, aunque el autor declaró posteriormente, me parece, que no tenía esa intención, que era simplemente un lirismo; Diguem no y D´un temps, dún país, más directamente políticas. Raimon anunció que dedicaba una canción al Che Guevara, aquella, creo, donde afirmaba que “a veces la paz no es más que miedo”. Eso gustó mucho a los asistentes, poco creyentes en el pacifismo. Otra, Tots el colors del vert, era dedicada a “Euskadi”, en realidad a la ETA, que ya empezaba a hacerse conocida.
Y así otras. Los gritos del público acompañaban, coreaban o interrumpían al cantante. No los recuerdo ya con precisión, pero serían los habituales: “Obreros y estudiantes, contra la dictadura”, “Democracia sí, dictadura no” (esto, los comunistas), “La solución, la revolución” “Franco no, socialismo sí”; se cantaría el No nos moverán, canción sindicalista useña con ritmo africano perdido en la versión española; o lo de “Y si a Franco no le gusta la bandera tricolor, le impondremos una roja con el martillo y la hoz”. Se voceaba con tanta furia y brío que daba la impresión de que aquello desembocaría en algo muy serio
Cantó, pues, Raimon en el gran vestíbulo de Económicas rebosante de público enfervorizado. Terminó el acto y muchos estábamos medio afónicos y los ánimos enardecidos. ¿Cuántos de manifestaban invadiendo la calzada? Quizá unos mil, no más de un tercio de los asistentes. Los demás ahuecaban el ala o se esparcían por las aceras y descampados que subían hacia Filosofía (hoy filosofía A), menos vallados que ahora: se disponían con la mayor desvergüenza a contemplar las esperables cargas de la policía a prudente distancia ¡y sin pagar un duro por el espectáculo! Los de la calzada empezamos a abuchearles: “¡Mirones no! ¡Mirones no!” pero los aludidos se hacían los suecos.
Éramos, de todas formas una multitud si la comparábamos con las manifestaciones habituales, que nunca pasaban de uno o dos centenares de asistente. Y la marcha prosiguió entre cánticos y lemas a menudo chabacanos, propios de tales ocasiones. Increíblemente llegamos a la avenida Complutense sin que los grises se dignaran aparecer. Continuamos hacia los comedores llamados “del SEU”, el sindicato falangista universitario, que había sido desmantelado creo que aquel mismo curso. En aquellos amplios locales se comía bastante bien y muy barato y estaban frente a la facultad de Medicina; hoy son oficinas de no sé qué.
Y de pronto, la desbandada. Algunos daban saltos para ver por encima de las cabezas lo que sucedía. Y he aquí lo que sucedía: un solitario jeep avanzaba cautelosamente. ¡Y ello había bastado para disolver una concentración de quizá mil personas! Claro, los huidores tomaban a los cuatro policías por la vanguardia de una legión, aunque tardaron bastante en aparecer otros más. Y en una muchedumbre, ya se sabe, si unos pocos de delante echan a correr, los de atrás les imitarán con apasionamiento. Al cabo de un rato llegaron más vehículos y la impetuosa marcha se deshizo como una pompa de jabón. Diez o quince nos sostuvimos un cuarto de hora, a inútiles pedradas, en la esquina de Geológicas, entones en construcción, y cuando nos cansamos rodeamos la Ciudad Universitaria por los colegios mayores. En una calle frente al colegio San Juan había, tendidos en el suelo de la acera, largos postes para la luz, de hormigón, dispuestos para ser colocados. Por iniciativa de un servidor, entre todos atravesamos uno en la calzada para detener el tráfico. Según bajábamos, pudimos ver mirando atrás que otros estudiantes salían del colegio y volvían a colocarlo en la acera.
En fin, fuimos a Moncloa. Allí y en Argüelles sí había cierto despliegue policial. También pululaban por las aceras unos cientos de superviviente de la reciente catástrofe. Con más valor que antes, unos grupos saltaron repetidamente en la calle Princesa, gritando y cortando el tráfico, casi en medio de los grises.
Tengo entendido que Raimon dedicó otra canción a aquella heroica jornada, que ha entrado en los fastos de la memoria histórica del 68.
La evolución mental, ideologica e intelectual de Pio Moa es muy parecida a la mia. Desgraciadamente la lucidez, la honestidad y la objetividad para con la verdad y la historia solo nos afecta a una minoria.La mayoria prefiere seguir la propaganda, la mentira y la maldad de la ideologia más negativa, liberticida, totalitaria, funesta, Satánica, criminal, parásita y genocida de la historia mundial de la humanidad, el socialismo.
esto demuestra que, a pesar de los cuentos que se relatan hoy del franquismo, hay dos cosas ciertas:
– había más libertad que hoy
– la oposición no existía, y la poca que había eran cuatro estudiantes impúberes, que
eran opositores por ignorancia o por malicia, que son las dos únicas razones para ser un rojo de mierda.
Muy buena crónica de la época.
Actualmente estamos igual pero al revés. Los que parece que salimos en desbandada ante la presencia de un miserable “jeep” de los catalanistas somos los patriotas.