Una cultura de burdel
La prostitución consiste en la mercantilización de la sexualidad. Muy mayoritariamente es femenina, la masculina, mucho menor, suele ser homosexual. Probablemente existe desde que apareció el mercado, y ha permanecido siempre a pesar de haber sido a menudo prohibida y siempre o casi siempre valorada de modo muy negativo, como un vicio o una degradación moral y personal (dejo aparte la prostitución sagrada en algunas culturas, como una especie de mal que abona un bien). Creo que la razón consiste en la mayor urgencia del deseo sexual en el hombre que en la mujer, así como a diversos oficios masculinos, notablemente la marinería, que alejaban a los varones del contacto con mujeres durante un tiempo.
En ese sentido, la prostitución es también una necesidad, que tradicionalmente se centraba en barrios o locales especiales, dejando el resto a las relaciones amorosas estimadas más normales y positivas, ligadas generalmente al matrimonio y la reproducción de la especie, y en las que la mercantilización se miraba como algo vergonzoso o repugnante. No obstante, incluso su comercialización más cruda necesita ser acompañada de una parodia de amor, basta ver los nombres que se ponen las casas de lenocinio (“Tú y yo”, y similares).
Como las demás actividades humanas, la prostitución ha generado su propia cultura, en la que el acto sexual es simplemente un modo de pasar un buen rato, sin más compromiso que pagar el “servicio”. Una cultura en la que siempre han entrado el alcohol, las drogas, los juegos de azar y a menudo la delincuencia, también canciones y literatura o imaginería pornográfica.
Lo nuevo en este sentido es que esa cultura, antes limitada a ambientes minoritarios, se ha extendido a toda la sociedad de forma dominante. Usted entra en cualquier bar y la televisión expone constantemente vídeos sugerentes, semipornográficos, a menudo homosexuales, como solía ocurrir en los bares de putas. La publicidad utiliza de modo casi ritual la comercialización descarada del sexo, de modo generalmente insinuante, con especial explotación de la belleza femenina (con ocasión de las Navidades, ese tipo de publicidad se incrementa). En el cine, las páginas de internet, etc., la pornografía más o menos explícita se ha hecho simplemente “normal”. La educación desde la adolescencia va en el mismo sentido (basta ver las revistas para chicas adolescentes), y ya se está extendiendo a la infancia la ideologización del sexo como una mera actividad placentera obtenible de cualquier forma y sin más cuidados que los sanitarios.
Serían precisos estudios y una descripción más a fondo de esta cultura que hoy encontramos literalmente en todas partes, llenando el espacio público. Leí hace tiempo que la prostitución se ha convertido en el negocio que en sus diversas formas mueve más dinero en el mundo. No me extrañaría.
D. Pío: Creo entenderle perfectamente. Tanto usted como yo pertenecemos a una generación -digamos- amortizada. Podemos decir misa en Latín o en Arameo, de igual, nuestras convicciones están fuera de “la pomada” Sé relativamente poco sobre la caída de Imperio Romano, y lo que veo a diario es un calco. Mucho me temo que ni sus fundadas razones ni mis sensaciones menos racionales y más beligerantes, van a cambiar ni una micra esa tendencia. Espero y le deseo (a usted y a mí) no ser sujetos activos en esta segunda caída del Imperio Romano … o de la civilización cristiana… Leer más »
Les debe de producir morbo y satisfacción saberse observadas por los curas. Los padres, ni mu.
en los últimos años ha llegado a ser normal ver alumnas de colegios religiosos con la falda del uniforme cortísima. Incluso las de jesuitas