El excomandante ugandés Dominic Ongwen ordenó matar a una niña de 14 años “por ser una bruja”
Un testigo citado por la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) aseguró hoy que Dominic Ongwen, excomandante ugandés del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), ordenó ejecutar a una niña de unos 13 o 14 años “por ser una bruja”.
El juicio contra Ongwen se reanudó hoy con la declaración del testigo protegido P-314, un ex miembro del LRA que fue reclutado a la fuerza cuando era un adolescente para que manejara equipos de comunicaciones y que consiguió posteriormente escapar del control del grupo armado.
El testigo explicó que las órdenes de las ejecuciones sólo podían provenir de los oficiales superiores y que durante buena parte de su estancia en su unidad del LRA su máximo jefe fue Dominic Ongwen, acusado por la Fiscalía de 70 cargos.
“Una vez obligaron a una chica a arrodillarse, le dijeron que era para rezar. Cuando lo hizo, la golpearon por detrás y la mataron”, dijo el testigo, que aseguró que la razón que dieron los oficiales fue que “era una bruja”.
Al ser preguntado por el juez Bertram Schmitt sobre la edad de los implicados en el asesinato, dijo que no lo sabía exactamente, pero aseguró que la víctima “era muy pequeña, muy joven”, y estimó que tendría “unos 13 o 14 años”, mientras que los que la ejecutaron rondarían “los 13 ó 16 años”.
El testigo explicó que él mismo fue secuestrado por el LRA cuando tenía unos 14 o 15 años en su propia casa. “Entraron dos miembros del LRA con armas, pero afuera había unos 20”, que controlaban a otros grupos de personas “que también habían sido apresadas”, explicó.
Mientras que las chicas servían “para convertirse en esposas” de miembros del LRA, los varones eran transformados en combatientes y aprendían cómo manejar armas, aseguró el testigo.
“Mi entrenamiento duró uno o dos meses, lo seguí con otros chicos de mi edad, de entre 14 y 15 años. Aprendimos cómo marchar, cómo montar armas” y la importancia de “mostrar respeto a los superiores”, explicó.
El arma que recibió, al igual que sus compañeros, fue un AK-47. “Nos dijeron que el fusil era como nuestra madre o nuestro padre, y que si lo perdíamos, perderíamos también la vida”, añadió.