Víctor Ruiz de Almirón.- CDS, UPyD, Nick Clegg o el partido liberal alemán. Son solo algunos ejemplos que Albert Rivera tiene muy presentes. El cruel destino de quienes pretendieron ocupar el espacio del centro político. El presidente de Ciudadanos trata de definir la estrategia para que su partido no se desmorone tan rápido como ha crecido. Y en la formación naranja están identificando que la amenaza a sus cimientos es un pacto con el PP de Rajoy. Tanto en público y en privado los dirigentes de la formación siguen mostrando un gran rechazo al presidente en funciones, más allá del mejor tono exhibido por Rivera en sus últimos encuentros.

El más claro, como casi siempre, fue el portavoz parlamentario del partido, Juan Carlos Girauta, que esta semana negaba así cualquier posibilidad de votar sí en la investidura de Mariano Rajoy: «Es tanto como decir márchate de la oposición, pégate al PP, de manera que a ti se te perciba como un apéndice del PP, que te absorba, que te abduzca. Nadie le puede exigir a uno que se autodestruya. No podemos hacer eso ni debemos hacer eso. Sería un disparate».

El partido ha apostado por pasar del «no» a una abstención técnica para tratar así de liberarse de la presión y forzar al PSOE a hacer lo mismo. No ha funcionado. Su apuesta es que Rajoy sea presidente con 137 escaños para que «gobierne» el parlamento, y explotar su relación más fluida con el PSOE.

Pero los analistas consultados por ABC no terminan de ver la parte positiva que para Rivera tiene su actual estrategia. «Hagan lo que hagan tiene ventajas e inconvenientes», explica Pablo Simón, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, que explica que «si finalmente va a terminar en el “sí” lo lógico es entrar también en el Ejecutivo porque si no estás dentro no tienes beneficios». Mientras que si queda configurado como «socio preferente» quedará entre dos aguas y «tendrá problemas para visibilizar tanto en pactos con el Gobierno como con la oposición qué asuntos salen gracias a ti».

Todo pasa por un voto a favor

Simón no obstante no ve a Rivera dando ese paso, por el coste que para él tendría en términos de coherencia, pero también porque duda que al PP pueda interesarle porque con él en el Ejecutivo será «más difícil contar con los nacionalistas conservadores» que con esta aritmética se presentan como fundamentales.

El también editor de Politikon niega el mantra de que «el pez grande se coma siempre al chico» y cree que si Ciudadanos diese el paso tendría que apostar por una estructura de Gobierno muy segmentada. «Que quede muy claro las responsabilidades de cada uno».

El consultor Iván Redondo coincide en que la posición actual no le reporta nada concreto, y es si cabe mucho más optimista sobre los beneficios que tendría para Ciudadanos entrar en el Gobierno. «Demuestra utilidad, capacidad de pacto y se convierte en un partido de gobierno». Redondo cree que «el mayor error de Rivera ha sido vetar a Rajoy». Ahora el líder de Ciudadanos afronta un alto coste si finalmente tiene que apoyarle, y es una estrategia cortoplacista, ya que por una cuestión generacional «de cara al futuro no es un rival político para él. No debe tenerle complejos».

«La posición actual no le renta nada», opina Redondo, que cree que las dos opciones que tiene Rivera pasan por el «sí». Pero que si no entra en el Ejecutivo le conviene una legislatura más corta, para controlar los tiempos y no diluirse en la oposición «donde hay demasiada competencia».

Cree que Rivera apostará por esta vía. «Es el escenario más cómodo para él, pero como partido le puede venir mejor entrar en el Gobierno». ¿Por qué? Porque a Ciudadanos le interesan las reformas y porque «la manera más rápida de lograr cambios es entrando en el Gobierno». Además le daría al partido «arquitectura institucional» y ganar experiencia para «conectar con las partes más maduras del país.

Pero Redondo no ve a Rivera en ese rumbo, por el recuerdo del batacazo de Nick Clegg tras convertirse en el viceprimer ministro de David Cameron. Si diese el paso, cree Redondo que existe un relato que construir ante el miedo a diluirse: «El centro vuelve al Gobierno 40 años después».