¿Qué aprender del franquismo? (I) El patriotismo
En “Los mitos del franquismo” he expuesto cómo aquel régimen derrotó a sus peligrosos enemigos militar y políticamente, durante cuarenta años. Claro que esos éxitos no serían demasiado positivos si los enemigos no hubieran sido peligrosos precisamente para España. Pues el Frente Popular se componía de partidos dispuestos a disgregar o balcanizar la nación y de otros revolucionarios o golpistas; y todos ellos, salvo a medias el PNV, deseosos de extirpar a la Iglesia y las tradiciones cristianas.
En esos éxitos tuvieron gran importancia la habilidad dirigente de Franco, sin duda el político y militar español más relevante en, por lo menos dos siglos. Y fue muy relevante también el haber conseguido una unidad básica entre las distintas y no muy bien avenidas familias del régimen, y disponer de personal experto. Pero nada de ello habría bastado si no se hubiera creado pronto un clima popular de entusiasmo patriótico y de reconciliación poco después de terminar la guerra. Mucha gente pondrá en cuestión las dos últimas afirmaciones, pero expondré, resumiendo el análisis de Los mitos… en qué se sostienen ambas.
Ante todo, recuérdese el lúcido diagnóstico de El Sol, quizá el diario más prestigioso de la república, al comenzar al año 1936: “Vamos camino de que nada nos sea común a los españoles”, hecho que determinó la guerra civil. En el curso de esta, los nacionales se caracterizaron precisamente por levantar la bandera de España y un intenso patriotismo, sin el cual no habrían vencido. Ese patriotismo permitió al régimen desafiar las injustísimas y criminales políticas de asfixia de España posteriores a la II Guerra Mundial, cuando el mundo entero parecía estar contra Franco y dispuesto a derrocarle provocando una gran hambruna en el país. Cuando la ONU decretó el boicot a España, en diciembre de 1936, posteriores, se formaron espontáneamente manifestaciones masivas de protesta. Mientras, la diplomacia española se había adelantado negociando con Argentina préstamos que le permitieron romper los peores efectos del aislamiento importando grandes cantidades de cereales y carne. Sin ese espíritu patriótico, que persistió muy mayoritariamente hasta el fin del régimen e incluso algo después, no habría sido derrotado el aislamiento y habría sido muy posible que el país volviera a los tiempos en que “nada era común a los españoles”.
En cuanto a la reconciliación, queda bien de manifiesto, ya en los años 40, con la derrota del maquis. Se da por supuesto que fue algo fácil, pero la verdad es que se trataba de una guerrilla comunista emprendida en condiciones objetivas muy favorables: había hambre, y por tanto debía haber descontento; se había aplicado una dura represión con fusilamiento de miles de personas comprometidas en el terror del Frente Popular, y ello debía haber provocado un resentimiento muy extendido; el miedo que podía haber contenido a la gente hasta entonces tenía que haberse transformado en esperanza y ansia de revancha, ya que en los Pirineos y en Marruecos, rodeando prácticamente al país, se encontraban los ejércitos adversos que habían aplastado a la Alemania y la Italia fascistas; la ONU se mostraba radicalmente hostil a España. Y sin embargo, con todas esas ventajas de principio, el maquis fue totalmente vencido, prácticamente sin recurrir al ejército, sino casi exclusivamente a la Guardia Civil y la policía. Podemos hacer la comparación con la guerrilla comunista griega por los mismos años, que el gobierno fue incapaz de vencer, teniendo que pedir ayuda a Inglaterra; la cual hubo de abandonar a su vez, y solo la intervención useña consiguió por fin acabar con la guerrilla. España lo consiguió por sí misma, y no ya con ayuda sino en medio de una hostilidad exterior realmente feroz.
Aparte de la lucha sin contemplaciones contra él, la causa básica de aquella victoria franquista fue que el maquis no logró arraigar en una población supuestamente descontenta y ansiosa de rebelarse. El grueso de la población era patriota, tenía muy fresca en la memoria la experiencia del hambre y los crímenes del Frente Popular y estaba satisfecha, pese a las privaciones, de haberse visto libre de las catástrofes de la guerra mundial. Seguramente la masa de los que se considerasen vencidos en la guerra civil no se volvió franquista de repente, pero es indudable que su ilusión por regresar a los viejos tiempos era nula.
Después de la transición y ya durante ella, hemos asistido a una activa campaña de denigración directa o indirecta de todo lo que significase patriotismo español. De forma solapada se oponía ese sentimiento a la democracia. Sin embargo, puede haber patriotismo sin democracia, pero no democracia sin patriotismo. Y es fácil comprenderlo: El sentimiento de patria subyace y unifica a los ciudadanos, y sin ese interés superior los partidos y los políticos tienden a imponer sin escrúpulos sus intereses particulares. Así ocurrió en la república. Así está sucediendo hoy. Invertir esa tendencia es esencial, y debemos reflexionar sobre la experiencia de un pasado aún reciente.
“El sentimiento de patria subyace y unifica a los ciudadanos, y sin ese interés superior los partidos y los políticos tienden a imponer sin escrúpulos sus intereses particulares.”
¡Qué buena reflexión!
Particularmente, cuando veo hondeando las banderas en edificios oficiales, siento rechazo por la europea, simpatía por la autonómica y amor por la nacional.