La “leyenda” del Alcázar de Toledo y la ignorancia de ABC (I)
Cuando escribía Los mitos de la Guerra Civil, no dejaba de chocarme la capacidad de fabulación y falsificación de la historiografía izquierdista y “progre”. Es algo verdaderamente asombroso, ya a partir del grotesco embuste de que los stalinistas, anarquistas, socialistas, racistas separatistas o golpistas tipo Azaña, “defendían la democracia”. Ha sido la “mentira profesionalizada”, denunciada por Julián Marías, “la constante mentira” execrada por Marañón, “el Himalaya de falsedades” de que hablaba el socialista Besteiro… No extrañará demasiado que la derecha haya admitido y ayudado a difundir las ocurrencias izquierdistas, dada su renuncia a las ideas y a la historia a partir de Adolfo Suárez –que se jactaba de no haber leído un libro justificando la frase algo exagerada de Fernández de la Mora de que la derecha española no ha vuelto a leer desde Jovellanos–. Y así vemos hoy al ABC propagar una nueva tanda de falsedades, esta vez sobre el Alcázar de Toledo y a cuenta de un tal Jesús Fuentes. Que ahora recuerde, el mismo diario difundió el cuento de que el Valle de los Caídos lo habían construido 20.000 presos “republicanos”, o trazaba un relato horrible de la prisión de Carabanchel cuando iba a ser demolida, relato rebatido por alguien que sí había estado preso allí en su época comunista. (lo he citado en Los mitos del franquismo)…
Como es sabido, la resistencia del Alcázar se convirtió en una obsesión para el Frente Popular, porque centró la atención del mundo entero. Las izquierdas dedicaron grandes fuerzas a conquistarlo, fracasando una y otra vez y anunciando varias veces su toma en falso, para mayor desprestigio. Los comunistas achacaron el fracaso a la CNT: “De cuatro a cinco mil hombres, la mayoría anarquistas, acompañados de varios centenares de “señoras”, también con el pañuelito tojo y negro, traídas de los burdeles de Madrid, se dieron la gran vida”, escribe Líster. Kléber, un jefe de las Brigadas Internacionales, habla de los anarquistas dedicándose al pillaje en la ciudad. Pero llegaron los comunistas y sus furiosos atraques fueron también rechazados una y otra vez.
Todo lo que hace Fuentes es negar la célebre conversación entre el coronel José Moscardó, comandante del Alcázar y su hijo Luis, amenazado de muerte si no rendía la fortaleza; y centrar su atención en los (escasos) rehenes tomados como garantía, poco útil, para impedir represalias contra los familiares de algunos de los sitiados. De paso pretende ofrecer una imagen improbabilísimamente humanitaria de las autoridades del Frente Popular y de Luis Quintanilla. Fuentes no hace otra cosa que recoger viejas propagandas muy rebatidas hace muchos años por historiadores tan concienzudos como R. Salas Larrazábal o en la obra de A. Bullón y Luis Togores El Alcázar de Toledo. Final de una polémica. Como vale la pena recordar los hechos, los resumiré de Los mitos de la Guerra Civil:
El periodista useño Herbert Matthews encontrará la historia “demasiado buena para ser cierta” y en palabras del polemista H. Souhworth, “la leyenda del Alcázar ha estado desde sus comienzos manchada por el fraude”. En la misma línea escriben Blanco Escolá y resume A. Reig Tapia: “Algunos de los hechos son verdaderos, pero el conjunto de la narración es falso. El soporte fundamental del mito es que el hijo de Moscardó fue amenazado de ser ejecutado si el Alcázar no se rendía y al negarse su padre la amenaza se cumplió. Evidentemente, “si la amenaza no se cumplió, la leyenda del Alcázar cae por su propio peso” (textual en Southworth) y todo lo demás no es sino literatura”. Extraña interpretación. La “leyenda” nace de una resistencia extrema e invencible durante dos meses largos, de enorme repercusión dentro y fuera de España. Tal resistencia, por nadie discutida, incluye el episodio de Moscardó y su hijo como elemento de especial dramatismo, pero no es sensato pretender que, de resultar este falso, “todo lo demás es literatura”.
La polémica, sin embargo, ha girado de preferencia en torno a la veracidad de la conversación y el destino del hijo de Moscardó. Alfonso Bullón y Luis Togores han realizado un detenido examen de las tesis de los autores “antialcázar” Luis Quintanilla, Herbert Southworth, Isabelo Herreros, Vilanova, Preston y otros, las cuales pueden resumirse así:
1.- La conversación célebre no pudo tener lugar porque el teléfono estaba cortado y/o porque Luis Moscardó ya había muerto en Madrid, en el Cuartel de la Montaña. Además, los franquistas han ofrecido varias versiones del diálogo, y los desertores de la fortaleza no sabían nada de él, ni fue reproducido por el diario El Alcázar impreso por los sitiados con medios rudimentarios.
Estos argumentos carecen de base, como muestran convincentemente Bullón y Togores. El teléfono estaba intervenido, no cortado, y la conversación existió sin duda alguna, pues lo certifican testimonios de ambas partes. Luis Moscardó no murió en Madrid, sino en Toledo. La conversación no fue reproducida en El Alcázar porque este empezó a publicarse días después de ella, pero, por supuesto, era bien conocida entre los sitiados y los desertores.. En cuanto a las versiones de las palabras dichas, son prácticamente iguales, con cambios mínimos, naturales en la reproducción.
2.- Aceptado el fusilamiento del joven Moscardó en Toledo, se objeta que algunas versiones franquistas lo presentan, falsamente, como asesinado tras hablar con su padre. Pero si bien es cierto que no fue matado de inmediato, como han contado algunos por error o por dramatizar aún más el suceso, en general se ha dicho la verdad. El propio cononel nunca dijo nada así, pues creía lo contrario, como explicaba en una carta íntima dirigida a su mujer y sin el menor carácter propagandístico: “Mi hijo de mi alma me habló con voz tranquila y yo no hice más que decirle que encomendara su alma a Dios si llegara el caso y diera un Viva España muy fuerte. Yo espero que no sean tan crueles que quieran vengarse en la persona de mi hijo, completamente inocente en esta causa, y que no pase de amenaza, pero no obstante no puedo estar confiado”.
También alegan los “desmitificadores” que los franquistas informaron diversamente sobre el dónde y el cuándo de su muerte. En realidad hubo muchas dificultades parra identificar el cadáver y distintas explicaciones por un tiempo, cosa por lo demás lógica.
3.- Aceptados el fusilamiento y la conversación, se ha atribuido a esta un carácter totalmente distinto, a partir de la tardía versión de un testigo de izquierda, García-Rojo, recogida por I. Herreros hace pocos años: habrían hablado con el jefe del Alcázar no uno sino tres de los sitiadores: Carmelo Cabello, Malaquías Martín-Macho, y el propio García-Rojo: “En relación a su hijo fui yo quien le hice saber a Moscardó. Le dije, pues le conocía personalmente, que pensase que estaba allí su hijo Luis, pero sin dar a entender ningún tipo de amenaza sobre el mismo. A continuación se puso al teléfono Luis Moscardó y, más o menos, el diálogo fue el siguiente:
LUIS: Papá, piensa bien en lo que están diciendo y haz caso de sus indicaciones, pues me pueden matar a mí.
MOSCARDÓ: Pues bien, es lo que yo haría con los cobardes como tú, Luis, y me quedaría el recuerdo de que por cobarde te han matado.
El muchacho comenzó a llorar y yo le dije que se tranquilizase, que no se preocupase porque no le iba a suceder nada”.
Extraña que Luis pidiera a su padre la rendición sin mediar amenaza alguna, solo por si a los milicianos se les ocurría matarle; y aún extraña más que que, si los sitadores no pensaban amenazar al coronel con la muerte de su hijo, hubieran llevado a este allí. Por otra parte, la pretensión de que fueron tres los jefes izquierdistas que hablaron con Moscardó no solo contradice todos los demás testimonios, sino también uno anterior del propio García-Rojo al deponer ante el juez después de la guerra. ¿En cuál de las dos ocasiones falla la memoria al testigo? No es difícil verlo. Dice haber hablado con el coronel por conocerle; pero este, en la carta que envió a su mujer, solo menciona un interlocutor desconocido para él. Y al querer explicar su cambio de testimonio, el testigo se enreda más: “En mi declaración jurada, años después en la cárcel, me hice responsable único de la conversación en un intento de salvar la vida a Malaquías Martín-Macho, que como sabes fue fusilado”. Pero, observan Bullón y Togores, en la citada declaración García-Rojo no se hizo responsable de la conversación, sino que la atribuye a Cándido Cabello. La falsificación, realmente tosca, salta a la vista.
Avísenos, don Pío, si Jaime González permite que alguien rebata al sinvergüenza Jesús Fuentes. Cualquier persona honesta que se considere de derechas debiera plantearse, si compra el ABC, El Mundo o La Razón, que está traicionándose a sí mismo al colaborar con estos periódicos. No hay prensa decente en España.