El Madrid responde al Barça en Mallorca con otra ‘manita’ (0-5)
Es el eterno problema de los modestos. Han caído frente a los grandes tantas veces, y de maneras tan diversas, que tienden a reinventarse como escapatoria a estos envites. Unas veces se meten atrás como nunca lo han hecho antes. Y rezan. Otras buscan a su temido rival arriba de manera suicida. Y pecan. En alguna ocasión juegan a la contra. Y casi siempre basan sus opciones en el balón parado. Las decisiones suelen ser extremas, sin naturalidad. Jamás existe el término medio. El Mallorca, como horas antes hizo el Rayo, optó por usar como salvavidas unas armas desconocidas que no sabe manejar ante un Madrid sobrado y al galope. Toque y calidad. Quiso rizar el rizo desde el inicio y cuando se dio cuenta que no era su oficio ya habían volado los puntos a Madrid. Si sorprende la actitud de este equipo es porque lo dirige Caparrós. Con Cristiano e Higuaín enfrente, jugar así es un sacrilegio.
Primero Anderson y luego Fontàs acentuaron las mil virtudes del Madrid en el primer tiempo. El central quiso controlar un balón en la frontal cuando pudo despejar y habilitó a Higuaín de manera decisiva. El argentino fusiló y puso el partido cuesta abajo. El segundo error, del exbarcelonista, fue igual de llamativo. El defensa, ahora reconvertido a guardia de tráfico, perdió un balón en la salida agobiado por la asfixiante y ejemplar presión de Di María. El Madrid utilizó el regalo al borde del área para pasearlo de una costa a otra hasta que Cristiano, en dos toques, llamó pardillo a su rival con una sacudida de derechas. Fontàs pagó por ello con el arresto al descanso. Ni el Mallorca lo estaba haciendo tan mal para cargar con una cruz tan pesada ni el Madrid había necesitado remangarse para encontrar tanto premio.
Seguramente, sin esos fallos, el Madrid también hubiera mandado. Es claramente superior hasta caminando. Su defensa es una roca y su ataque es demoledor. Varane crece sin pausa y de Pepe y Ramos sobresale su regularidad. Essien cumplió, que no es poco tras su sufrimiento en Alemania. Un paso más adelante, Modric se reencontró con sus mejores sensaciones. Y Xabi lo agradece. Ocupó terreno, se manejó a dos toques, se dejó ver y llegó por sorpresa. Buen mediocentro para debatir con Khedira. Gran complemento de Özil. Arriba, sobran las palabras. Di María es el amor propio personificado, Cristiano nunca se sacia e Higuaín no desaprovecha oportunidades para retar a Benzema. Otros dos goles al saco regados con dos asistencias de mago; ambas a Cristiano.
La goleada pudo llegar antes
El Madrid pudo despachar el partido en el descanso. Prefirió esperar. Cristiano estrelló su furia contra Aouate y con su segunda bala, a quemarropa, demostró que es humano y hasta falla. El Mallorca sólo parpadeó con un centrochut de Nsue que se endiabló de manera peligrosa. Lo demás no funcionó. A Giovani le faltaron socios para tirar paredes y a Hemed, centros desde los costados. En la segunda parte, el Mallorca buscó la fórmula para no salir muy dañado mientras amagaba, por respeto a su hincha, una remontada en la que nunca creyó. El Madrid, por su parte, intentó no acumular más contratiempos y a veces sesteaba. No lo logró. Xabi Alonso, que se fue tocado, vio la quinta amarilla y, si los comités no levantan la mano, será baja una semana. El lamento fue de inmediato contrarrestado con más goles.
Higuaín hizo el tercero lanzado por Cristiano y tres minutos después ambos cambiaron los papeles. El argentino hizo de catapulta y el portugués de dardo envenenado. Era el cuarto pero se pareció a los primeros. No por su belleza. Que fue mayor e inolvidable. Di María enlazó con Higuaín entre líneas y este metió un balón al espacio sin mirar que Cristiano agradeció. Recuerdo al inicio por la facilidad con la que el Mallorca hincó la rodilla. Esta vez, para agotar el repertorio. Entre Ximo y Arizmendi hicieron otra ‘broma’ en un saque de banda propio. El tuya-mía acabó en contra. Y eso en el Madrid es sinónimo de gol. Callejón volvió a dejarlo claro en el descuento a puerta vacía tras otra llegada sensacional de Morata y Özil. Es el ‘modus operandi’ con el que va a la caza del Barça y es la misma forma de proceder que tantas y tantas veces le han enseñado al Mallorca.
EL ATLETI SIGUE EN RACHA (3-1)
Es un titán. Una “persona de excepcional fuerza que descuella”, en este caso, anotando goles sin parar. Siguiendo a la RAE, titán también porque es una grúa, una “grúa gigantesca para mover pesos grandes”. Donde dice grúa pongan Falcao, y donde pesos grandes, sitúen al Atlético de Madrid. El colombiano Radamel Falcao volvió a marcar, y ya lleva diez, en la victoria ante Osasuna. Suyo fue el tercero, el de la tranquilidad. Simeone volvió a plantear un partido con suma inteligencia ante el siempre correcto Mendilibar, cuyo Osasuna es demasiado débil de medio campo hacia delante. Y hasta que aparece Radamel, al Atlético siempre le quedará la verticalidad imposible del Cebolla.
En la primera parte, la mejor noticia para la parroquia colchonera fue comprobar cómo el Atlético puso en práctica sin ambages el sello Simeone. El técnico argentino recela de protagonismos, pero sus muchachos presionaron lo suficiente como para no dejar a Osasuna sacar el balón jugado. Partiendo de esa premisa, el camino más directo a portería pasaba por los raíles que tiene instalados en la banda izquierda del Calderón el Cebolla. Fue probablemente el jugador más destacado de la primera mitad, haciendo gala de su espíritu imperecedero a la hora de percutir como un kamikaze por sus dominios.
Fue precisamente por la banda izquierda donde se gestó la primera del Atlético. Filipe Luis puso un centro medido a Raúl García, cuyo remate precisó de la intervención del meta Andrés. Pocos minutos después, en el 16, llegó el primer ‘cebollazo’, ese disparo del potente, seco, sacado casi de la nada por parte del uruguayo. Segunda parada de mérito de Andrés.
La buena noticia para Osasuna fue que sin apenas inquietar al Atlético en la primera mitad consiguió un valioso tesoro: tarjeta amarilla para los centrales rojiblancos (Miranda, min. 7 y Godín, min. 24) y un gol para intentar el abordaje. A todo esto, el árbitro era Mateu Lahoz, que tras estar criogenizado por la Federación volvía a arbitrar, fiel a su estilo.
Hubo que esperar hasta el minuto 29 para ver el primer disparo a puerta de los rojillos. Fue un discreto remate de Kike Sola justo antes de la acción del primer gol de los locales. El Cebolla forzó la tarjeta amarilla a Lamah en su clásica acción de desborde descontrolado. La falta, lanzada con maestría por Gabi, fue rematada impecablemente por Miranda (1-0, min. 31).
El partido ganó en intensidad en esos minutos, y el segundo tanto rojiblanco no se hizo esperar. El central Arribas despejó mal un balón y Raúl García remató desde fuera del área lejos del alcance de Andrés (2-0, min. 35). Sin embargo, los dos goles del Atlético no descompusieron a Osasuna, que a pesar de su falta de nervio y presencia ofensiva se metió de nuevo en el partido antes del descanso con un golazo de Lamah desde fuera del área (min. 42). Terminaba la primera parte y Falcao no había rematado a puerta.
En la segunda mitad, el partido dio un pequeño giro y se volvió más táctico. El Atlético hizo los tres cambios (Adrián por Emre, Arda por Raúl García y Tiago por Cebolla Rodríguez). La afición colchonera esperaba que llegara el momento de Falcao, ese Tigre modélico dentro y fuera de los terrenos de juego, pero lo primero que vieron fue una amarilla a su ídolo por un codazo a Arribas. El ex del Rayo, a pesar del error en el segundo gol del Atlético, puso las cosas difíciles a Falcao con su perfil aguerrido y avasallador.
Sin embargo el Tigre, con su movimiento, desmarque y colocación siempre busca la mejor tesitura para anotar. Llegue el balón desde donde llegue. Vimos centros de Juanfran y Filipe Luis en los que el colombiano entraba a rematar con una fe que sólo este nueve encuentra en cada terreno de juego que pisa. Y si el pase es bueno, como el que le ofreció Juanfran en el minuto 72, el acto de fe se convierte en gol. Fue un gran desmarque, zafándose de Oier, y fue un gran remate, preciso y letal. Era el 3-1, el décimo gol del colombiano y el tanto de la tranquilidad para Simeone. El Atlético es la sombra del Barça, y continúa exhibiendo su titánico récord allá donde pisa. Ya son doce victoria consecutivas.