Antonio Gala, enfermo de cáncer, recibe el premio Don Quijote cuando le queda “un soplo de vida”
Antonio Gala se niega a pronunciar las dos palabras malditas. Sentado en un amplio sillón, se mantiene impasible ante las cámaras de televisión y los flashes de los fotógrafos. Vestido con su elegancia habitual y apoyado en su inseparable bastón, el poeta y escritor conversa, de forma pausada, con sus metáforas y sus rodeos. Se expresa con un hilillo de voz, pero con la lucidez que siempre le ha caracterizado. Habla de su martirio particular, el cáncer de colon; y el destino irremediable para todos, la muerte que no nombra pero que tiene muy presente.
Después de pasar por radioterapia y quimioterapia, y con una operación para enero de la que dice “no desear”, Gala se ríe cuando le comentan que aparentemente tiene buen aspecto. “Debéis poneros gafas de cerca”, susurra el poeta manchego de nacimiento y cordobés de corazón, que se siente “en libertad vigilada” cada vez que sale de su casa madrileña.
Ayer se escapó para recibir el premio Quijote de Honor 2011 a toda una vida que concede la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE). Gala se mostró sorprendido y encantando de que se lo hubieran concedido en vida: “A Miguel Delibes se lo dieron después de morir. A mí me lo han dado todavía con su soplo de vida. Y eso es lo que agradezco de todo corazón”. Gala equiparó este galardón a un “Nobel español” y dio las gracias a sus compañeros porque bien saben cuál es la compañía, “no la de Jesús”, sino de la literatura. “Hay que hacer reír y saber reírse; hay que hacer llorar y saber llorar y hay que saber decir adiós. Quizá es una oportunidad de decirlo con premio”, dijo sin ningún tipo de amargura.
El Quijote se suma a los cerca de quinientos que ya posee. Además de este premio, ha recibido otros dos en las últimas semanas: el ‘Antonio Nebrija’ de la Asociación de Escritores Andaluces y el que le ha concedido la Asociación Pro Derechos Humanos por sus columnas periodísticas.
Perros y libros
La agenda de Gala está marcada por sus revisiones y tratamientos. Ha perdido casi todas las ganas de escribir, aunque no falta a su cita diaria con sus lectores en El Mundo. Busca el tiempo para poder escribir lo que desea y no lo que quieren los editores. “Se pirran por una autobiogafía”, afirmó. Solo le anima la posibilidad de poner un broche final a su carrera literaria con el mismo género en el que comenzó: el teatro. “Lo quiero mucho y el teatro no está muy bien en España. Me gustaría pegarle una patada para que despertara”, afirmó el escritor.
Gala lo tiene todo claro. Sabe que quiere una comedia, algo alegre para acabar con sus obras.Su obra anterior fue ‘Inés desabrochada’, hace ya ocho años. También tiene claro que quiere a Amparo Baró como protagonista, que representa en el madrileño teatro Valle Inclán ‘Agosto (Condado de Osage)’, su vuelta a las tablas tras doce años de ausencia. “Ella ya hizo ‘Mis buenos días perdidos’, que es una comedia que quiero mucho. Soy muy de teatro para mujer, no de mujer espectadora, sino para la mujer actriz.Creo que las actrices son mucho mejores que los actores”, afirmó con rotundidad y empujando cada palabra con un apretón en el puño del bastón.
Es su única ilusión. El resto del tiempo lo pasa leyendo, sobre todo los cuentos de Saul Bellow, y atender a sus perros. “Uno se me ha muerto, otro está ciego y el tercero está vivo y entero. ‘Mambrú’ ojalá que no se vaya a la guerra y se quede conmigo”, ironizó el escritor cordobés.
Y cuando está en su finca de La Baltasara, en Alhaurín El Grande (Málaga), “pasea por el jardín y mira al mar”. “Entonces no me encuentro. Me viene mal. Estoy intentado olvidar la crueldad de los procedimientos para curar y deseo que no me vuelvan a intervenir, no ya con quimioterapia o radioterpia, sino quirúrgicamente”, destacó en un arrebato de sinceridad. La muerte, nunca mentada, está al acecho. “Presiento lo que va a venir y no me parece mal. No me da miedo. Nunca he tenido miedo y menos a lo que estamos hablando”, comentó sacando otra vez esa media sonrisa picarona. “Es un acabamiento y todo lo que empieza debe terminar”, argumentó.
En la entrega del premio, Félix Grande recordó que Gala no es solo un gran poeta y novelista, sino “uno de los grandes profesionales de las frases improvisadas y fulminantes”. También recordó el fervor y entusiasmo que Antonio Gala demostró desde su primera juventud y desde que llegó a Madrid en 1960 con su primer libro de poemas de amor, bajo el brazo; y repasó “alguna paliza” que se llevó el poeta durante el franquismo.