Una puerta más se abre al islamismo radical: Mubarak se rinde ante la turba egipcia
El presidente de Egipto, Hosni Mubarak, ha dimitido y ha entregado su poder al Consejo Supremo Militar, según acaba de anunciar el vicepresidente, Omar Suleimán. Nada más conocerse la noticia, la plaza Tahrir de El Cairo, epicentro de las protestas, ha estallado de júbilo. El ‘Viernes de los Mártires’ se ha convertido en una fecha histórica, al poner fin a treinta años en los que Mubarak ha sido dueño y señor del país.
La noticia ha saltado cuando menos se esperaba. Ayer parecía el día en el que finalmente el hasta ahora presidente egipcio iba a dar su brazo a torcer. Pero el ‘rais’ hizo lo que no se esperaba casi nadie, ni siquiera algunos de los miembros de su Gobierno. Lanzó un duro discurso a través de la televisión pública en el que adelantó que delegaría el poder al vicepresidente Suleimán, pero cuyas palabras parecían dejar sentado que él seguiría siendo el que controlase la situación. Hoy, Mubarak partía junto a su familia hacia la localidad turística de Sharm el Sheij, en principio con la intención de descansar. Pero la noticia tan esperada por los manifestantes apostados en la plaza de Tharir se ha producido al fin, provocando un estallido de júbilo.
Hace un par de horas, la televisión pública de Egipto anunciaba un “comunicado urgente e importante” de la Presidencia. Fuentes de la Presidencia confirmaban el viaje de Mubarak, realizado en un helicóptero militar que despegó de El Cairo poco antes de las oraciones del mediodía. Según la edición digital del diario gubernamental ‘Al Ahram’, citando fuentes próximas a las Fuerzas Armadas, Mubarak se mantuvo en una base militar durante las últimas 48 horas para garantizar su seguridad. ‘Al Ahram’ aseguraba que “debido a la situación en la capital ha sido imposible para el presidente trasladarse con seguridad con su comitiva habitual”.
A media mañana el Ejército emitía un esperado comunicado, pero no era eso lo que el pueblo esperaba escuchar. El Consejo Superior del Ejército, presidido por el ministro de Defensa, Mohamed Husein Tantaui, anunciaba que levantará el estado de emergencia, en vigor desde hace 30 años, “tan pronto como terminen las actuales circunstancias” y prometía que no perseguirá a los “honorables (ciudadanos) que rechazaron la corrupción y pidieron las reformas”. Con el comunicado, las Fuerzas Armadas se convertían en garantes de esas promesas oficiales.
El Ejército toma el mando
Esto no convencía a la población cairota, que reclamaba al Ejército que se posicionase en la batalla entre los manifestantes y el régimen. Hasta ahora, las Fuerzas Armadas de Egipto se habian mantenido neutrales en la crisis política que atraviesa el país. Aunque han calificado como legítimas las demandas de la revuelta popular, no se habían sumado a las protestas y mantenían firme la línea de mando, encabezada por Mubarak, como jefe supremo de las Fuerzas Armadas.
El premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei insistía en la necesidad de que el Ejército se sumase a la revuelta popular, porque el poder del pueblo “no puede ser aplastado”. “Todavía confío en que el Ejército se pueda unir”, escribía en un mensaje publicado en la red social Twitter. “La nación entera está en las calles. La única salida para el régimen es que se vaya”, ha agregado. Anoche, después de que Mubarak anunciara que delegaba parte de sus funciones al vicepresidente Suleimán, El Baradei dijo que “Egipto explotará”, un peligro del que también ha advertido hoy el líder espiritual Ahmed al Tayeb, para quien la continuación de las protestas “después de todas las garantías (ofrecidas), es un llamamiento al caos”.
Estallido de júbilo
Alrededor de dos millones de personas -según las estimaciones de la cadena de televisión Al Yazira- se congregaban en la plaza Tahrir para exigir la dimisión del presidente de Egipto, mientras miles se desplazaban a la sede de la televisión pública, rodeada por carros de combate y el punto más custodiado por el Ejército después del Palacio Presidencial. El imán de la mezquita pedía a los manifestantes en su sermón de la oración del viernes (durante el cual llegó a sufrir un breve desmayo) que se mantengan “firmes” y perseverantes en sus demandas y ha animado a los asistentes a “celebrar el triunfo de la dignidad”.
Asimismo, según Al Yazira, se registraba una fuerte presencia de manifestantes en el exterior de la mezquita de Qaid Ibrahim, en Alejandría (segunda ciudad del país), cuyo imán ha elogiado durante la oración a los asistentes por ayudar a “poner fin a un régimen corrupto que actúa como agente de otros” y les ha pedido que no abandonen una “revolución que está siguiendo todo el planeta”. En Qina, la ciudad natal de Suleimán, situada a unos 490 kilómetros de El Cairo, más de 50.000 personas muestran su rechazo al régimen. En la localidad de El Arish, al menos una persona ha muerto y varias más han resultado heridas al ser atacada una comisaría.