A vueltas con el proceso educativo
La gente, un día, se encuentra en los periódicos con diferentes opiniones profesorales sobre los criterios a adoptar y a abandonar en la implementación del llamado Plan Bolonia, conviene por tanto un par de reflexiones sobre el proceso educativo, al menos por lo que nos toca. Dos concepciones distintas son la distinción básica de este proceso: la escuela clásica, y la escuela activa.
En la primera, el proceso educativo se desarrolla básicamente en función de las explicaciones proporcionadas por el profesor. Éste se encarga de trasvasar conocimientos y técnicas al grupo de alumnos para que ellos las memoricen y asimilen.
Los métodos de la escuela activa parten del principio de actividad, o aprender haciendo. Este principio exige como requisito primordial en el aprendizaje que el discente se mantenga activo durante el proceso, para lo cual deberá desarrollar un esfuerzo, sabiendo en cada momento qué se hace y para qué se hace.
La estrategia didáctica real debe de situarse en las dos escuelas. Ambas son perfectamente compatibles y su combinación, en la proporción adecuada, suele darse de forma habitual en la práctica docente. Los actuales Planes de Estudios, tienen un importante porcentaje de créditos prácticos o clínicos, en los que el trabajo práctico del alumno se acerca a los criterios de la escuela activa. El que suscribe es partidario de potenciar este tipo de métodos activos, especialmente en las Escuelas Técnicas, pues, según se demuestra en Psicopedagogía, proporcionan mayor retención en el estudiante aquellos métodos didácticos que exigen esfuerzo y participación por su parte así como una asimilación más inmediata (algo especialmente importante en las Ingenierías Técnicas, de ciclo corto).
La acción docente no consiste tan sólo en la comunicación de los contenidos propuestos, se requieren objetivos fundamentales. Con todo, el acto de aprender es eminentemente personal. Las condiciones personales como son el ritmo, el tiempo, el entorno, los recursos, etc., son factores determinantes que se dan en distinta medida dependiendo del individuo. El profesor debe resolver de la forma más adecuada en cada caso el problema de la individualización, incluso en la lección magistral, con aclaraciones, preguntas, diálogos, etc.
El objetivo es conseguir unificar, de modo que la finalidad de la clase no sea exclusivamente el dar información y únicamente se llegue a aprender a través del estudio, sino que sea en la misma clase donde el profesor logre que tenga lugar el aprendizaje.