Por Enrique de Diego.- Separatista: animal irracional que con la estelada (o la ikurriña) ataca al hombre, incluso al niño. O a la niña de 8 años que acompañaba, vestida con la camiseta de la selección española, a su padre a la Plaza de Cataluña. Ambos tuvieron la desgracia de toparse con una banda de tales matones irracionales, producto de las subvenciones de CiU. Bastantes de esos animales irracionales eran afroseparatistas, uno de los cuales sería, seguramente, el que nos gritó, después, a los que abandonábamos la Plaza por el Paseo de Gracia, “Visca la terra” y “Fora, fora”, a catalanes-españoles y españoles de milenios.

Este charneguismo afroseparatista es una nueva modalidad, sin equivalencias en la historia del separatismo, que ha sido reclutada como curiosa fuerza cipaya bajo la denominación de “nuevos catalanes”, según la cual uno de Zambia o de Mozambique o de Pakistán, suficientemente subvencionado y con cursos intensivos de la llingua, pasa a ser un hijo natural de Prat de la Riba o un hijo bastardo de Jordi Pujol, y puede ya considerar como enemigos a los españoles y agredirlos. Por los nuevos catalanes reza el gilipuertas del abad de Monserrat aunque en no pocos alienta, los viernes, la pulsión de asesinarlo por infiel.

Ese animal irracional que es el separatista ataca a los niños y los asesina. Veinticuatro niños han asesinado los separatistas vascongados, que son los primos hermanos de los catalanes, unidos por el odio a España. La última niña que asesinaron los separatistas vascongados fue Silvia, de 7 años, en Santa Pola, hija de un guardia civil. En Vic murieron varios niños. Los separatistas catalanes se han aprovechado del terror sembrado por sus primos y lo único que les pidieron a los vascos fue que asesinaran mucho pero que, por favor, no mancharan la sagrada tierra catalana. Ese telúrico “Visca la terra” del afroseparatista, demostración de la infame locura a la que ha llegado Artur Mas y la mafia de ladrones que se denomina CiU y que hubiera escandalizado a Al Capone o a Lucky Luciano, gente mucho más honorable que Oriol Pujol o Duran i Lleida.

La niña, al fin y al cabo, era española, luego enemiga. El separatismo catalán es, en términos intelectuales, una gilipollez sin parangón en la historia del pensamiento, aunando el nazismo con el multiculturalismo, brebaje nauseabundo para paladares hastragados y para cerebros jibarizados. Nunca se había visto en la historia del pensamiento un nacionalismo identitario basado en emociones o sentimientos, como si fuera detritus intelectual para preadolescentes. Los Lating Kings tienen más hechura intelectual que CiU o Esquerra o Solidaridat de López “Pena”, aunque roban menos y perpetran menos delitos, y no suelen agredir a niños. Quiero decir que CiU es una mafia más inmoral y peligrosa que los Ñetas.

El separatismo catalán asume aspectos del nazismo, como el Volk o sentimiento de pueblo, pero nadie hasta ahora se había atrevido a eso de los “nuevos catalanes”, según lo cualo un inmigrante de Zambia o de Marruecos pasa a ser catalán, incluso más catalán que un catalán cuyos ancestros sirvieran a los Berenguer, lucharan en Las Navas de Tolosa, entraran en Valencia con Jaume I, fueran almogávares a las órdenes de Roger de Flor, militaran como patriotas católicos con el archiduque Carlos, tal que Rafael Casanova, siguieran al tambor del Bruc y estuvieran en los dos sitios de Gerona, pero sean y se consideren españoles. Ese telúrico “Visca la terra” del afroseparatista es un anatema a Agustina de Aragón o al general Prim o a los voluntarios catalanes de Castillejos que con tanto arrojo defendieron la rojigualda.

A semejanza del nazismo, el separatismo catalán funciona mediante el esquema amigo-enemigo de Carl Smichdt, de modo que el enemigo es el español, la niña si se pone la camiseta de la selección española.

Funciona también con una mentalidad colectiva, con la idea de una identidad, de la que todos participan, de una esencia, algo que desmontó con gran brillantez Karl Popper, porque la identidad es un esencialismo, remedo o parodia de las ideas puras de la caverna de Platón. La cuestión es que el afroseparatista o el pakiseparatista o el marroquíseparatista o el sijseparatista resultan ya absurdos e ininteligibles como identitarios, como participantes de una identidad común. ¿’Cuala’?

Tiene el separatismo la nostalgia de la tribu, la eliminación de la persona, de forma que el animal irracional separatista suele atacar al hombre y a la niña en grupo, cuando porta emblemas del enemigo, tal que la rojigualda o la camiseta de la selección española. La tribu catalana a lo que se ve se ha vuelto multiforme, sin que los gilis del arzobispo de Barcelona, el obispo de Tarragona y el abad de Monserrat se hayan enterado.

También participa el separatismo catalán respecto del nazismo clásico de la consideración de que la lengua condiciona el pensamiento e incomunica; es decir, que se piensa en catalán de forma distinta a cómo se piensa en español o castellano. Isaiah Berlin ya desentrañó tal patraña. Se piensa o no se piensa. Pero las lenguas no incomunican. Se pueden traducir, para sorpresa de que pensamos cosas muy parecidas. El afroseparatista del “Fora, fora”, por ejemplo, no piensa ni en catalán, ni en castellano, simplemente brama o rebuzna como un animal separatista.

Lo exótico y esotérico, lo infinitamente estúpido es que el separatismo catalán ha alumbrado el monstruo, inédito hasta ahora, del nazismo combinado con el multiculturalismo, lo cual, además de una parida -no le quita peligro- es una contradicción en los términos. El afroseparatista del “Visca la terra” es un nazi que no se reconoce, bastante patético, en la Cataluña del demente de Artur Mas, tan patético como si se hubiera reclamado ario en la Alemania de Adolfo Hitler. Que te grite un Pujol “Fora, fora” es inteligible: seguramente está pidiendo una mordida o recogiendo un maletín y no quiere testigos. Pero que te lo grite un afroseparatista es una alucinante pesadilla, que pasa de castaño oscuro.

El separatista es violento por naturaleza. Su pacifismo es puro revestimiento, máscara estricta, pues se considera depositario del sufrimiento ancestral de la antropomórfica Cataluña –“Visca la terra”- y por eso se considera legitimado para agredir a un padre con la enseña de España –en España, pequeño detalle- y para infringir sufrimiento a una niña catalana, revestida de la camiseta de la selección, y que precisara tratamiento psicológico, porque no entiende nada. Yo tampoco. Aunque los que precisan tratamiento psiquiátrico son esa caterva de depredadores de CiU, Esquerra y Solidaridat, con sus fuerzas cipayas de los “nuevos catalanes”, de esos afroseparatistas que se consideran más catalanes, por supuesto, que la niña. Artur Mas es un fúhrer de esta estrambótica horda de la cochambrosa y gayislámica barbarie separatista. La Cataluña separatista es un circo donde abundan las bestias y las fieras de todo pelaje.