Marine Le Pen y Frente Nacional: ¿extrema derecha?
Marine Le Pen le ha zumbado la badana a Sarkozy en las presidenciales francesas. Cierto es que ha sido el líder de la UMP, y no Marine, quien ha pasado a la segunda vuelta; y que, en consecuencia, será él, y no Marine, quien aspire a la relección. El problema es que si quiere llegar a la presidencia, Sarko deberá solventar previamente un obstáculo que, mire usted por donde, se llama… Marine Le Pen. Poderoso obstáculo, toda vez que son ella y su Frente Nacional quienes poseen la llave del Palacio del Elíseo y, en consecuencia, quienes decidirán si abren o cierran la puerta al candidato de la derecha ¿Tiene motivos Sarkozy para sentirse preocupado? Los tiene.
El partido que dirige Le Pen guarda poca o ninguna relación con esa extrema derecha, a la que con tanta insistencia aluden los media. Si así fuera, Sarkozy podría contar con su voto. Pero no es el caso. Lejos de posicionarse a la derecha de la derecha, el votante del FN se sitúa, en términos económicos, marcadamente a la izquierda. No es fruto de la casualidad que su formación sea la que recoja mayor porcentaje del voto obrero; como tampoco que la puntilla al otrora poderoso Partido Comunista Francés se la diera precisamente Jean Marie Le Pen.
Obviamente ello no significa que el votante del FN sea de izquierdas tal y como sugiere ahora interesadamente Hollande. En absoluto. Ser de izquierdas equivaldría a identificarse con aquello que representa la izquierda. Nada que ver. Fueron comunistas y socialistas quienes dieron la luz verde a la deslocalización; quienes, dando por hecho que, hicieran lo que hicieran, contarían con el cheque en blanco del trabajador, optaron por favorecer primero la inmigración masiva, para después, en detrimento del nativo, representar fielmente los derechos e intereses de aquella. Si algún mérito cabe atribuirle a Le Pen es el de haber prestado atención a quienes otros solo prestaron oídos sordos; el de haberles liberado del secuestro político al que durante décadas les había sometido la izquierda, la cual, con cada uno de sus actos, no hacía sino reditarles públicamente su desprecio.
Cuando hace cinco años Sarkozy se postuló como candidato a la presidencia de la República pocos daban un euro por él. La división en la derecha era de tal magnitud que la victoria parecía inclinarse irremisiblemente en favor del socialismo. La suya parecía la crónica de una derrota anunciada. Pero las cosas no siempre son lo que parecen. No suelen serlo. Contra todo pronóstico, desoyendo las voces de quienes a su alrededor le aconsejaban atajar por el centro, Sarkozy decidió ampliar su horizonte; derribar los límites que, más que aconsejar, imponía la política corrección de los políticamente miopes.
Trascendiendo de izquierdas y de derechas, o por esta razón confundiéndolas, el nuevo Sarko articuló un discurso revolucionario; un discurso que por primera vez en mucho tiempo, apelaba a la nación; no a la de los unos, ni a la de los otros, ni a la de unos cuantos, sino a la nación de todos. Invocaba a Jaurés del mismo modo en que homenajeaba a Barrés, el de la Francia Eterna. No hablaba de programas, sino que llamaba al esfuerzo, al mérito, al patriotismo…a la dignidad de Francia. Es por esta razón que no faltaron alusiones, incluso, a la lepenización de Sarkozy.
Fue así como un político francés conseguía, por primera vez en la historia de la Vª República, la victoria arrancando el voto del, hasta ese momento, fiel electorado frontista. Francia parecía comenzar una nueva andadura, olvidando que los políticos suelen decepcionar y que, de hecho, acaban decepcionando. Aunque no tanto y tan pronto como decepcionó Sarkozy. Sus imponentes promesas terminaron donde comenzó su gestión. Sus actos desmintieron una a una sus palabras, haciendo obligado rectificar voluntades, opiniones, y por ende, también el voto.
Con los resultados cosechados por Marine Le Pen en la primera vuelta termina el particular camino del calvario que en los últimos años ha tenido que transitar el FN y que a punto estuvo de situarle, sino al borde de su desaparición, si cuanto menos de la bancarrota. Un calvario, el del FN, que paradójicamente concluye donde se inicia el de Sarkozy. Tras obtener el 18% de los votos, los mejores resultados de su historia, Le Pen no ha dudado en apuntar que, a partir de este momento, millones de franceses pasan a la Resistencia, añadiendo que desea devolver su libertad, dignidad y orgullo a Francia. ¿Aconsejará a su electorado que respalden a Hollande? Parece poco probable ¿Lo recomendará para Sarkozy? No lo sabemos. Pero nuestra impresión es que Le Pen y Sarkozy tienen cuentas pendientes por saldar.
Lo que sí es seguro es que el votante frontista se estará divirtiendo al ver cómo, tanto Hollande como Sarkozy, reclaman su voto; ellos que no han dejado de demonizar su opción partidista ¿Hay cosa más humillante y sucia que la política?
Perfecta descripción sobre el verdadero caracter ideológico del FN.
Dificilmente pueden ser de extrema derecha cuando ni siquiera son de derechas, tampoco de izquierdas(por lo menos la izquierda a la que estamos acostumbrados, apatrida y cultivadora del complejo y el autoodio)